Ruhullah dijo que se había comprometido a usar un chaleco bomba para matar a la mayor cantidad posible de “extranjeros”.

Por Anna Koren

Kabul (CNN) — Tras los muros de la prisión de Pul-e-Charkhi, en Afganistán, viven 7.000 reos, algunos de los cuales aseguran que son terroristas recalcitrantes.

Un equipo de CNN se reunió con un terrorista confeso, uno de los cientos que están cumpliendo su condena en esta prisión, en la que no hay prisioneros comunes.

Ruhullah, de 25 años, afirma que cuando él y sus amigos planearon un ataque en contra de soldados estadounidenses que se encontraban en la provincia de Nangahar, estaba cumpliendo con la voluntad de Dios.

Dijo que se había comprometido a usar un chaleco bomba para matar a la mayor cantidad posible de “extranjeros”. “La sensación que te invade cuando estás listo para cometer un ataque suicida es muy especial”, relata. “Nadie te puede detener. Nadie pudo detenerme”. Nadie… excepto la ley.

La policía lo arrestó hace cinco meses en Jalalabad mientras planeaba el ataque. Ahora, Ruhullah se encuentra en espera de juicio. El orgulloso miembro del del movimiento Talibán asegura que nadie lo incitó a hacerlo. “Mira nuestra situación. Los extranjeros matan a nuestra gente, insultan nuestra religión: queman el Corán y se burlan de nuestro profeta Mahoma. Si no defendemos al Islam no somos musulmanes”.

En la guerra en Afganistán, los bombardeos suicidas y otra clase de ataques son cosa de todos los días. Los insurgentes modifican sus tácticas constantemente, de acuerdo con el director de la prisión, el general Khan Mohamed Khan. “El enemigo no repite las tácticas viejas. Ahora usan mujeres y a veces niños y adolescentes. Incluso se disfrazan de militares. No pelean cara a cara… son cobardes”.

El Talibán niega que esté reclutando niños como bombarderos suicidas, aunque los hechos cuentan una historia diferente. Las autoridades declararon hace unos días que un huérfano de 10 años logró huir de la custodia de los insurgentes, quienes lo habrían obligado a usar un chaleco bomba para atentar en contra de las tropas de la coalición.

Ruhullah tiene un hijo de cuatro años, a quien dice extrañar y amar. Cuando le pregunté qué sentiría si usaran a su hijo como bombardero suicida, respondió: “Si eso es lo que él quiere hacer cuando sea mayor, no puedo detenerlo. Si practica el islam y lo hace por el islam, entonces es algo bueno”.

Cuando habla, a veces sus ojos se llenan de odio; sonríe a ratos, cuando explica que todo esto es una prueba de Dios. “Nuestra vida empieza realmente tras el Día del Juicio, así que esta no es nuestra verdadera vida. El mundo es el paraíso para los paganos y el infierno para los musulmanes. Sólo tenemos que ser pacientes”, asegura.

Los servicios afganos de inteligencia y las fuerzas armadas dicen haber frustrado decenas de ataques en los últimos meses. Aunque eso es una buena señal, Ruhullah afirma que hay miles de personas como él, listas para ponerse el chaleco bomba y morir por su país y su religión.