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Por Shanon Cook

Nota del editor: Shanon Cook es colaboradora de CNN en temas de entretenimiento; ha entrevistado a personalidades como Peter Gabriel, Britney Spears, Kanye West, Mariah Carey, Alicia Keys y Yo-Yo Ma. Cook creció en Australia y actualmente vive en Nueva York con su esposo e hija. Sígala en Twitter @ShannonCook.

(CNN) – Kelly Ripa, una personalidad de la televisión, dijo hace poco a la revista semanal In Touchque se aplica Botox casi tan frecuentemente como se arregla las uñas. Sus hijos son un indicador infalible cuando ya necesita un retoque. “Cuando mis hijos me preguntan si estoy enojada con ellos, les pregunto por qué piensan eso y me responden que es porque frunzo el ceño. ‘Oh, no, ¿de verdad? ¡Ahora vuelvo!’, les digo”.

No todos ven al botox como una ventaja. La actriz Julia Roberts, hace un par de años declaró a la revista Elle: “Quiero que mis hijos sepan cuando estoy enojada, cuando estoy contenta o cuando estoy confundida. Tu rostro cuenta una historia… y esa no debería de ser la de tu última visita al médico”.

Estas dos madres y glamorosas celebridades de Hollywood, ambas cerca de los 40 años, tienen posturas opuestas sobre el tratamiento más popular de la cirugía estética en Estados Unidos. Sin embargo, ambas coinciden en que al alterar las expresiones faciales se altera la forma en la que nos relacionamos con nuestros hijos.

¿Cómo afecta a la comunicación entre madre e hijo la falta de expresión facial, como si se tratara de la cara de un robot? ¿El no poder alzar una ceja en señal de desaprobación cuando Juanito te arroja un puño de puré de papas afecta en algo tu efectividad como madre?

“(El botox) puede limitar y distorsionar la comunicación entre un padre y su hijo, probablemente el padre parezca emocionalmente inexpresivo”, señaló el médico Ed Tronick, profesor adjunto de pediatría y psiquiatría en la Universidad de Massachusetts. “Las expresiones faciales de los padres y los hijos son un elemento fundamental para transmitir nuestras intenciones, muestran si estamos molestos o tristes; las expresiones faciales resultan del movimiento coordinado de los músculos faciales. Si tu limitas el rango de las expresiones, en especial a los niños muy pequeños que necesitan leer la expresión de los rostros, se limita la cantidad de información que se emite, la cantidad de emociones que se transmiten”.

Cuando estaba embarazada de mi hija aprendí que los bebés y los niños pequeños analizan el rostro de sus madres más que los adolescentes que tienen la nariz metida en un teléfono. Una amiga me dio un ejemplar del libro El cerebro femenino, de Louann Brizendine y me fascinó enterarme de que las niñas son particularmente sensibles a las expresiones faciales de sus madres.

Tras dar a luz me dediqué a sonreír tanto que probablemente mi hija podría tener éxito como payaso. No hay que olvidar que los niños pequeños reciben información de sus madres de muchas otras formas, como las caricias, los cantos, el tono de voz y los suspiros de resignación ante un pañal terriblemente lleno. Tronick, quien también es director de la unidad de desarrollo del Hospital Infantil de Boston, dice que la existencia de estas vías adicionales de comunicación podrían dificultar la separación y la medición de los posibles efectos del Botox.

Adiós a la empatía

Un estudio sobre el Botox publicado el año pasado reveló que la toxina afecta a una emoción muy importante: la empatía.

El estudio, publicado en el Journal of Social Psichology and Personality Science, se basó en un experimento en el que se comparaban los resultados de los adultos que habían sido tratados con Botox con los que habían recibido un relleno dérmico con un químico llamado Restylane, que a diferencia del Botox no afecta el funcionamiento de los músculos. Según el psicólogo y coautor del estudio, David Neal, detectamos las emociones de las personas a través de la expresión de sus rostros. Afirma que al inyectar un poco de la toxina Clostridium botulinum “lo más probable es que se limite sutilmente la capacidad de imitar las expresiones faciales de otras personas”.

“La imitación cumple una función social importante”, agrega. “Cuando imitamos a alguien, esa persona confía más en nosotros, le caemos mejor y se mostrará más dispuesta a ayudarnos. La interacción entre madre e hijo sigue esa dinámica ya que los niños aprenden a imitar y a responder de forma positiva a la imitación desde una edad muy temprana, probablemente de forma innata”.

Y es cierto: la mayoría de los padres exclaman fascinados cuando su bebe los imita por primera vez al sacar la lengua o hacer trompetillas. Aunque esto no se ha comprobado, dice Neil, “es probable que las madres que se aplican Botox estén afectando su capacidad de establecer un contacto emocional con sus hijos”.

Probablemente podamos aprender algo de los experimentos de “cara inmóvil” o “cara en blanco”. Los investigadores analizan la reacción de un infante mientras este mira el rostro inexpresivo de su madre durante un lapso determinado. Aunque no son agradables, estos estudios pueden ayudarnos a conocer como se relaciona el desarrollo social y emocional de los niños con el estado emocional de quienes los crían y dan pistas de los efectos que puede tener sobre su hijo la depresión posparto de una madre.

Tronick, quien empezó los experimentos de “cara inmóvil” hace más de 30 años, ha descubierto que los niños de tres o cuatro meses responden ante la depresión de sus madres haciendo gestos para tratar de obtener una reacción. “Si esto dura por un minuto o dos, los bebés se ponen inquietos o empiezan a llorar por la falta de respuesta de parte de su madre”, señaló Tronick.

A la defensa del botox

El cirujano plástico, Steven Dayan, de Chicago, cree que no es posible que el Botox cause la pérdida de la conexión entre madre e hijo. “Se tendría que aplicar una dosis de Botox muy grande para lograr que la expresión de una persona se reduzca al grado de que parezca que sufrió una embolia. Aún cuando se aplique el Botox en el tercio superior del rostro, que es donde se aplica comúnmente, el resto de la cara sigue gozando de movilidad completa”, detalló Dayan, quien afirma que muchas de sus pacientes son madres que están ansiosas por aplicarse Botox tan pronto como dejan de amamantar.

Aseguró que si al salir del consultorio no se es capaz de mover un solo músculo de la cara, lo más probable es que el tratamiento haya sido aplicado por un médico irresponsable o sin la capacitación adecuada. “El Botox debe aplicarse en dosis moderadas para que la gente pueda tener expresión facial”, agregó. “Se trata de reducir la expresión de enojo, de suavizar la expresión… nadie debe darse cuenta de que se aplicó el tratamiento”.

Además, dice Dayan, ¿qué tiene de malo que un niño no vea a su madre con el rostro arrugado por la ira? “Si estas madres no pueden mostrar una expresión de ira, tal vez presenten ante sus hijos una imagen más positiva”, dice. “Tal vez sean más felices y se vuelvan mejores madres”.

Sin embargo, no es muy bueno proyectar una imagen positiva cuando tu hijo está arrojando a su mascota al bote de basura.

Abbie Gale, ama de casa de 39 años, se sorprendió del efecto benéfico que tuvo el tratamiento sobre su matrimonio. “Mi esposo empezó a reaccionar de forma inusualmente cálida al verme más relajada”, cuenta. “No era mi intención, pero… el Botox me hace ver más en control de las cosas de lo estoy en realidad. Quería verme lo mejor posible para mi esposo. No me había dado cuenta de que esas líneas sobre las cejas eran más que arrugas. Si uno de los efectos secundarios del Botox es verse descansada y más accesible, entonces quiero el tratamiento siempre”.

Sin embargo, Tronick no cree que tratándose de niños, mostrar un rostro radiante gracias al Botox ayude a dar una mejor impresión. “Se trata de un fenómeno momentáneo”, dice. “De inmediato te preguntas qué estará sintiendo esa persona. ¿Qué significa para mí su expresión? Yo creo que el infante no recibe información de la expresión facial y se pregunta si esa expresión que ve es positiva o negativa. No hay nada que descifrar porque la expresión no cambia”.

No he intentado usar Botox y no sé si lo haré porque no tengo una bola de cristal. Sin embargo, quiero pensar que mi hija de dos años ha aprovechado todos los canales de comunicación materna que he puesto a su alcance desde el momento en que nació. Desde luego que tiene sentido que algunas madres recurran a la aguja y tal vez si sus hijos ya son mayores no tenga la mayor importancia. Sin embargo, si son pequeños y vulnerables y cada gesto, mueca o sonrisa nuestra puede tener consecuencias sobre ellos, ¿sería prudente posponer el mejoramiento quirúrgico de nuestras características faciales?

Tal vez la respuesta la tenga la personita que nos mira desde la periquera.