(CNN) – Son varias las formas de perder o arruinar tu smartphone o teléfono inteligente. Olvido, robo, gravedad, enojo, intoxicación o “actos de Dios”.
Estos aparatos están cada vez más atados a nuestras vidas y estar sin ellos puede resultar una gran pérdida. Además, no son baratos, especialmente si uno no recibe actualizaciones subvencionadas de su compañía telefónica.
Pero entre los atracos, la exposición al agua y nuestra propia torpeza, los accidentes ocurren. Aquí van algunas tragedias con los smartphones como protagonistas.
Robos
Los teléfonos inteligentes son fáciles de detectar, robar y revender, lo que los convierte en un blanco ideal para delincuentes. En este sentido, se han creado aplicaciones móviles específicas para ubicar aparatos robados o perdidos. La policía, en tanto, parece estar aprendiendo a manejarse en estos casos.
El año 2008 era otra época - no existían tales aplicaciones para auxiliar a la justicia. Ese año, Jessica Jenkins, una menuda estudiante de posgrado en quiebra, invirtió en un iPhone 3G que rápidamente le fue arrebatado.
Mientras viajaba una noche en el tren en Nueva York, aprovechó para distenderse con un juego de su teléfono nuevo.
“Generalmente, soy cuidadosa y trato de no mostrar el teléfono mientras viajo, pero era tarde, estaba aburrida y me sentía como un niño con juguete nuevo”, dijo Jenkins.
De repente, un adolescente que la doblaba en tamaño corrió y le arrancó el teléfono de las manos para luego escapar por la puerta del tren. Jenkins persiguió al ladrón y llegó a tomar su hombro, pero el bandido logró escapar.
Cuando Jenkins llamó a la policía, los efectivos estaban más preocupados por su integridad física que por la suerte del teléfono. Enojada pero ilesa, Jenkins se tomó el subterráneo a su casa y tomó su antiguo teléfono Nokia. Lo activó y comenzó a jugar al Tetris, del que hoy se declara una eximia jugadora.
Jenkins se mantuvo con teléfonos comunes, o no inteligentes, hasta el 2011, cuando su corazón y su billetera pudieron recomponerse, pero continúa siendo muy cuidadosa en público.
Hoy vive en San Francisco, donde trabaja como abogada de inmigración. Rara vez saca su iPhone en el transporte público, excepto en el llamado Caltrain, que conduce a trabajadores desde y hacia Silicon Valley, porque, según aclara, “parece una publicidad de Apple durante la hora pico”.
Ahogados
Los smartphones y el agua no se llevan bien. Pero el 70% de la superficie mundial está cubierta con este líquido, por lo que las estadísticas indican que deberían cruzarse en algún momento.
Amber, productora fotográfica, observó no como uno sino dos iPhones morían ahogados, uno glamorosamente y otro en un inodoro.
Mientras trabajaba en una producción fotográfica en Burdeos, Francia, fue empujada, con el teléfono en su bolsillo, a una pileta. La broma, que poco habrá disfrutado, la obligó a dirigirse a la tienda de Apple en París, donde no pudieron recuperar el iPhone. Para seguir trabajando tuvo que pedir prestado un antiguo iPhone.
Dos años después, la entusiasta hija de Amber, de apenas un año, decidió arrojar el iPhone 4 de mamá por el inodoro. De alguna forma misteriosa, se quedó atorado en la tubería.
“Yo intentaba agarrarlo antes de que se arruinara completamente, utilizando todas las herramientas conocidas a máxima velocidad. Mi hija, mientras tanto, saltando y disfrutando del espectáculo”, recuerda Amber.
No funcionó. El telefóno estuvo allí hasta que su esposo llegó a casa ocho horas después. Las photos del primer cumpleaños de su hija se habían perdido.
Por contrato, Amber todavía no podía recibir un teléfono nuevo, así que tuvo que pagar el precio completo de un nuevo aparato. También compró un seguro y una carcasa a prueba de agua de 90 dólares.
Si bien no funcionó con los teléfonos de Amber, en ocasiones los aparatos pueden ser recuperados tras mojarse. Una solución común es asegurarse de que esté apagado y sumergirlo en arroz durante una noche y así absorber la humedad.
Roturas
Los hemos visto. Aquellos que con las pantallas partidas continúan utilizando sus smartphones. A veces son pequeños rayones y los teléfonos siguen funcionando perfectamente. Pero no siempre.
El iReportero Terry Balmer, un estudiante universitario de 20 años, se hallaba pasando el rato en el techo de su casa con amigos cuando apoyó el teléfono en lo que creyó era un lugar seguro. No pensó en los riesgos de recibir un mensaje mientras el aparato estuviera en modo vibrador. Y, sí, unos minutos después observó como el aparato se deslizaba por el techo y golpeaba el piso.
“Escuchar el ruido del teléfono golpeando el cemento fue terrible y no creo que nadie haya bajado de un techo tan rápido como lo hice aquella vez”, cuenta Balmer.
El daño no fue fatal. El smartphone todavía funcionaba, pero el vidrio estaba partido y toda la pantalla, salvo un pequeño sector, estaba negra. Incluso así, la función táctil andaba. Sorprendentemente, Balmer halló la manera de seguir utilizando el teléfono.
Para leer un mensaje, sacaba una captura de pantalla, iba a la galería y movía la imagen para ver qué decía. Incapaz de ver el teclado, escribía de memoria. Para hacer una llamada, debía tener el número de la persona memorizado. Y para escuchar música, aprendió a navegar por su colección sin tener que visualizarla.
Incluso usa la cámara y así lo explica: “Tengo que adivinar un poco qué estoy apuntando pero por lo general funciona y luego se ven bien en mi computadora”.
Han pasado ya siete meses y Balmer continúa utilizando su iPhone. Al principio no lo reemplazó porque no tenía dinero; hoy le tiene un cariño especial.
“Puede sonar raro, pero el teléfono es como una parte de mí. No puedo creer lo que me ha durado y me sentiría mal cambiándolo”.
Reparaciones
El caso de Balmber no es infrecuente. En ocasiones, los smartphones solo están “casi muertos”. Uno puede aprender a manejarse con un aparato golpeado, puede llevarlo a un profesional para que lo arregle o puede intentar hacerlo por sí mismo.
Mientras forcejeaba con un niño que gritaba y no quería acomodarse en el auto, Brian Buizer dejó caer su Evo 4G con un mes de uso y la pantalla se destrozó (la lección: los niños son malos para la salud de los smartphones). La compañía quería cobrarle a Buizer 150 dólares el arreglo de un teléfono de 200.
Decidió reemplazar la pantalla él mismo a partir de videos instructivos de Internet, con otra de 20 dólares. La cirugía duró poco más de una hora, pero aún existía un pequeño agujero en el marco que sostenía el vidrio. Durante el último año y medio, polvo se ha acumulado por allí complicando la visión del centro de la pantalla.
“Debe ser por la estática. Lo que sea, ahora tengo un punto blanco en el medio de la pantalla”, dijo Buizer. “No hace falta aclararlo, no puedo esperar más por mi nuevo iPhone”.
Realizar ajustes
Finalmente, están aquellos que provocan el daño.
A la diseñadora Eliza Wee le gusta jugar con sus aparatos, aunque admite que no siempre sabe exactamente qué está haciendo. La primera vez que abrió y exploró un smartphone todo funcionó perfectamente.
Agarró su teléfono Evo y decidió tomar control del sistema operativo, superando las trabas impuestas por la compañía que fabricó el teléfono. Colocó asimismo una memoria nueva (una versión personalizada del sistema Android) y logró hacerlo funcionar.
Su siguiente teléfono fue un Motorola Triumph. Intentó lo mismo que con el Evo y algo sencillamente no salió bien. El disco externo se dañó y el teléfono dejó de responder.
“Genia como soy, hice todo esto dos días antes de un viaje de trabajo”, dijo Wee. “Fui a una tienda y firmé un contrato de dos años”.