(CNN) – Andreas Widmer conoció a los dos hombres, uno fue Papa y el otro sería su sucesor, quienes a pesar de sus inmensas responsabilidades estaban pendientes de las necesidades espirituales de la gente que los rodeaba. Gente que para otros pasaría desapercibida.
Widmer fue una de las personas que se sintieron queridas por ambos.
Pudo conocer de cerca las entrañas del Vaticano como miembro de la guardia suiza cuando Juan Pablo II era el Romano Pontífice. La experiencia le ayudó a apreciar los sacrificios de los papas.
“Nadie quiere ser papa”, dijo. Ser papa es “renunciar a toda privacidad”, agregó. “Básicamente estás encerrado; tienes que ir a donde tienes que ir. Pierdes a tus amigos, pierdes a tu familia, eres un prisionero”.
“Ningún cardenal quiere ser papa”.
El cardenal Joseph Ratzinger, luego Benedicto XVI, ansiaba jubilarse, destacó Widmer.
“Quería regresar y escribir libros” y que lo dejaran tranquilo, declaró Widmer sobre Ratzinger, que tenía 78 años cuando se convirtió en “pastor de la Iglesia Universal”, a cargo de 1.200 millones de personas.
Widmer se hizo miembro de la guardia suiza cuando tenía 20 años. Éstos guardaespaldas son famosos por su proximidad al papa, así como por sus coloridos atuendos. Pero Widmer dice que es un puesto muy competido, ya que los candidatos deben cumplir requisitos muy estrictos, tanto físicos como psicológicos.
No obstante, “me inscribí por las razones equivocadas”, dijo.
“Pensé que lo mejor del mundo era ser guardaespaldas”. Widmer fue guardia suizo de 1986 a 1988.
Cuenta que su fe aumentó gracias a sus conversaciones con Juan Pablo II y el cardenal Ratzinger.
La primera vez que Widmer pasó una Nochebuena de servicio, lejos de su casa, dice que Juan Pablo II notó que sus ojos estaban rojos.
“En aquel momento, salía de su apartamento. Y se dio cuenta, se acercó y me dio las gracias por estar ahí, y eso me dio valor”.
Widmer dice que Juan Pablo II tenía un extraño don para conectar con la gente.
“Cuando estaba contigo, no importaba nada más. Sentías que se levantaba por la mañana para saludarte. Esa es la presencia que tenía este hombre cuando estaba contigo”.
Hoy, Widmer es director de programas de emprendimiento de la Universidad Católica de Estados Unidos y es presidente del Fondo Carpenter, que concede préstamos para construir infraestructuras en países en desarrollo. Describe su experiencia con los papas en su libro “The Pope & The CEO”.
Coincide con muchos analistas que dicen que Juan Pablo II se movía como pez en el agua en público, mientras que Benedicto se desenvolvía mejor con los conceptos y cuestiones de doctrina.
Pero sostiene que Benedicto era una persona muy cálida, y nada huraña ni reservada.
“Era muy accesible”, dijo Widmer sobre Benedicto XVI. “Muchas veces esperaba afuera para ver a Juan Pablo, y uno podía hablar con él. Totalmente abierto, como yo contigo”.
Y cuando Benedicto, siendo todavía cardenal, vio una vez a Whitman leyendo un libro suyo, le expresó su solidaridad por la lectura tan pesada. “Léelo poco a poco”, le dijo Ratzinger. “Se digiere mejor”.
Widmer admira a Benedicto XVI por haber renunciado como lo hizo y dar paso a un pontífice más joven que pueda viajar por el mundo y dar un nuevo aire a la Iglesia Católica.
Pero refuta la idea de que Benedicto se estaba quedando aislado en el Vaticano.
“No podría estar más lejos de la realidad”, dijo. “Ese hombre sabe exactamente lo que está ocurriendo. Está muy conectado”.