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Por Jessica Melville, especial para CNN

Nota del editor: este artículo fue originalmente escrito para la Sociedad Nacional de Síndrome de Down por el Día Mundial del Síndrome de Down.

(CNN) – “¿Qué tipo de zapatos utilizará?”.

Es una de las preguntas que me persiguen por estos días. Es septiembre de 2003 y recién me entero de que mi hija nacerá con síndrome de Down. Tengo apenas 16 años y cumpliré 17 en unos pocos días.

Soy una buena estudiante y hermana y adoro los zapatos (aquí el motivo de mis dudas sobre los zapatos dado el diagnóstico de mi bebé). No quiero tener que debatirme entre cordones o velcro o tener que elegir zapatos ortopédicos. Quiero que mi hija use los últimos estilos y tendencias.

Con el diagnóstico, me enfrento al desafío de redefinir todos los objetivos y sueños que pensé para mi hija. Claro que tengo miedo. Mis amigos están todos festejando el último año de la preparatoria y yo me encuentro aquí preguntándome estupideces.

Después de agonizar unos días, me doy cuenta de que es mi hija. La amo. ¿Qué importa qué zapatos utilice? No importa.

Todavía no ha nacido y ya me ha enseñado una lección. Ya no me preocupo por zapatos o por salir de compras; solo quiero que mi bebé viva. Quiero que nazca saludable y que sea feliz.

Entonces me doy cuenta de que no tengo que olvidarme de todos los sueños que tengo para ella. Podré comprarle zapatos y tenis geniales; quizá tengamos que buscar con un poco más de paciencia.

Pasa un mes y nace Jaylin, una bebé saludable de 2,15 kilogramos con una abundante cabellera negra. Nació con un defecto cardíaco, pero es solucionado a los seis meses. Poco después de eso, comienza a utilizar sus pequeñitos zapatos rosas.

A la mayoría de los bebés los primeros zapatos les quedan chicos al poco tiempo, pero no a mi pequeña Jaylin. El síndrome de Down puede atrasar el desarrollo físico e intelectual. Terminó utilizando esos zapatos unos cuantos meses.

Por estos días, Jaylin anda bien. Salimos juntas a comprar zapatos y hoy suele llevar puestas unas botitas Nike de varios colores. No creo que le importen mucho los zapatos pero disfruta el tiempo que pasamos juntas haciendo compras.

Ella me enseña a mí más de lo que yo le enseño a ella. Lo mismo le pasa a sus maestros. Estoy feliz y sé que ella ha sido una bendición en mi vida.

Si no hubiera nacido con síndrome de Down hoy no sería la persona que soy. Actualmente organizo caminatas solidarias con otras madres y destinamos fondos a familias que deben internar a sus hijos con síndrome de Down.

Jaylin tiene casi seis y este año participó en su quinta caminata solidaria. Empecé las caminatas en su honor y hoy, gracias a ella, tengo contacto con otras familias que atraviesan la misma situación. Tener un bebé con síndrome de Down hizo que yo creciera rápido pero me hizo fuerte.

Jaylin es muy especial. Se toma su tiempo cuando todos parecemos estar acelerados y siempre es la que está sonriendo cuando el resto estamos tristes.

No va a dejar que el mundo la defina. Seguirá haciendo lo que ama, con sus zapatos, solo para que yo sea feliz.