Por Adriana Noreña, especial para CNN en Español
Nota del Editor: Adriana Noreña es Directora General de Google para Hispanoamérica
El mundo está marcado por el avance implacable de la tecnología. En los últimos años la vida cotidiana ha dado un giro de 360° a partir de la masificación de Internet, el avance de la movilidad, y la aparición del cloud computing. Esto era inimaginable hace unas décadas atrás, sin embargo, hoy los usuarios demandan que el desarrollo tecnológico continúe y sea cada vez más rápido.
Para cuando termine la primera mitad de 2013, se espera que existan en el planeta más smartphones que PCs. Los dispositivos móviles hoy ya han superado la cantidad de personas que existen en el mundo. Más allá de cualquier análisis, no se trata solamente de innovación tecnológica, sino de que la demanda de nueva tecnología alcanza hoy un nivel sin precedentes, en el que cada usuario tiene varios dispositivos y aún quiere más.
La demanda se ha acelerado hasta superar el ritmo de la innovación. Esto representa una oportunidad para los negocios, pero también implica una exigencia. La necesidad de actualizarse de los consumidores ha crecido, y ya no estarán satisfechos si el mercado tiene para ellos un dispositivo nuevo cada un año y medio o dos. La ansiedad de los consumidores hoy es más grande que la ley de Moore: si el poder computacional se duplica cada dos años, la demanda se triplica.
No es difícil encontrar el porqué de este fenómeno. Muchos elementos que hoy tenemos en nuestras realidad cotidiana hubieran resultado increíbles hace una década. La información del mundo está disponible para todos, las personas estamos 24 horas conectadas a la web mediante la tecnología móvil que nos ofrecen los celulares. Cualquier persona sin importar en qué lugar del mundo se encuentre, puede acceder a un poder computacional prácticamente infinito, y con bajos costos. Entonces, no es extraño que las consecuencias de esta situación se reflejen en el consumo y en la demanda de elementos tecnológicos.
Y ahora nos preguntamos, ¿Cómo satisfacer a este nuevo consumidor?
Es momento de que las empresas se detengan a escuchar a sus clientes, que aprendan a pensar como ellos, y a advertir sus necesidades con anticipación. Esa será la única manera de satisfacer sus pedidos con la velocidad necesaria. La clave está en moverse a la velocidad de Internet y estar atentos a todas las señales que brinda la audiencia. Los usuarios se expresan todo el tiempo a través de sus búsquedas en Internet, sus +1, sus comentarios en las diferentes redes sociales son una inagotable fuente de información para comprenderlos y saber qué esperan a cada momento.
Estamos ante un mundo en el que todo lo nuevo, enseguida queda obsoleto. Contamos con dispositivos que predicen las necesidades del usuario de forma constante, y estas son fuentes de información inagotables, pero eso ya no resulta sorprendente. Los consumidores hoy desean que todo en su vida sea más sencillo, quizás porque vieron el potencial de la tecnología y saben que es posible.
El desafío de hoy para las compañías es ponerse por delante de la capacidad de consumo. Las necesidades y el deseo de nuevos dispositivos o servicios que hagan la vida más cómoda y placentera no conocen límites. Esto es por un lado, la oportunidad más grande que hayan visto las empresas; y por otra parte representa un enorme riesgo: el no poder seguir seguir el vertiginoso ritmo del consumo.
El éxito de las empresas dependerá de la creatividad y la eficiencia que cada una tenga, pero por sobre todo de dos cosas. Una es la capacidad para escuchar a las audiencias. La otra, la de anticiparse a sus necesidades. La web tiene el poder de funcionar como el gran focus group del mundo, y esto debe aprovecharse como el estudio de mercado más grande que se haya hecho nunca. Esto significa que hoy es posible intentar satisfacer una necesidad antes de que se presente, y eso es lo que se debe hacer. Así, el poder de Internet será realmente aprovechado, y el resultado se traducirá en beneficios para las empresas, pero sobre todo en consumidores felices.
(Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Adriana Noreña)