Por Kathleen Toner
San Francisco (CNN) — Como agente de una correccional de menores en el sur de California, a Teresa Goines le resultaba gratificante trabajar con jóvenes problemáticos y ayudarles a darle un cambio a sus vidas.
La parte más difícil por lo general llega después de que son puestos en libertad.
“Se encontraban demasiado emocionados, listos para comenzar una nueva vida”, dijo. “Eran puestos exactamente en el mismo entorno, por lo que recaían, y volvían a ese tipo de vida”.
A veces, dijo Goines, llamaban y decían que querían volver.
“Eso rompía mi corazón”, dijo. “Era dura durante el día y manejaba hacia casa por la noche y lloraba”.
Goines sintió que al enviar a estos jóvenes a casa sin el apoyo suficiente como para mantenerlos por el buen camino, el sistema fundamentalmente estaba diseñado para fracasar.
Encontrar un trabajo bien pagado puede ser algo difícil cuando se cuenta con antecedentes penales, dijo Goines. Quería brindarles una alternativa a las pandillas, sabiendo que esos grupos a menudo ofrecen una forma de hacer dinero a los jóvenes problemáticos, al tiempo de que les brindan una sensación de apoyo familiar y social.
Con el tiempo, le vino a la mente la idea del Old Skool Cafe, un restaurante al estilo de la década de 1940 operado en su totalidad por jóvenes provenientes de contextos difíciles.
El pequeño restaurante está en uno de los barrios más problemáticos de San Francisco, aunque en su interior, el ambiente es cálido y acogedor. Los clientes llegan de todas partes de la ciudad para disfrutar de la comida, el entretenimiento, y para apoyar la misión Goines, la cual brinda empleos, capacitación profesional y un sistema integrado de apoyo a por lo menos 25 individuos en riesgo al año.
Goines calcula que el 75% de los que llegan a trabajar en el restaurante han estado encarcelados o tienen problemas con la ley.
Jonathan Zavala fue encarcelado por primera vez a los 14 años, y por mucho tiempo estuvo dentro y fuera de los centros correccionales juveniles del sistema de justicia de California. Con sus antecedentes penales, no veía muchas opciones para poder arreglar su vida.
“Pensé: ‘Nadie va a contratarme, ¿qué otra cosa puedo hacer?’”, Dijo Zavala, ahora de 19 años.
Hace un año, su agente de libertad condicional le comentó sobre el restaurante. Actualmente, tres noches a la semana, Zavala trabaja como mesero y se ha convertido en un valioso integrante del equipo de trabajo de Old Skool.
Jóvenes como Zavala ocupan todos los puestos del restaurante. Con la ayuda de un par de mentores adultos, abastecen la cocina, preparan la comida, sirven los alimentos y dirigen el personal. También juegan un papel importante en la creación del menú de “comida internacional afroestadounidense”, la cual ahora contiene varias de sus recetas familiares.
Goines, quien predica la religión cristiana, también comparte su fe religiosa con cualquier participante del programa que se muestre interesado, aunque asegura que es totalmente incluyente y recibe a todos, independientemente de sus creencias.
El concepto del restaurante está inspirado en el Harlem que va de 1920 a 1940, y el personal viste uniformes de color rojo y negro de acuerdo con la época. A Goines le encanta la música y el espíritu de ese tiempo y sabía que sería un ambiente único y relajado que ayudaría a atraer a los clientes, aunque también tenía otro motivo.
“Desde el Renacimiento del Harlem hasta (…) el jazz y el swing, mucho de lo cual fue iniciado por los afroestadounidenses, dijo. “Muchos de nuestros jóvenes provienen de minorías; siento que esa conexión con la época es realmente importante”.
Zavala dice que le gusta su uniforme y su sombrero rojo de fieltro.
“Cuando vienen las personas, dicen, ‘¡se ven bien!’ “, señaló. “No están acostumbrados a ver así a los jóvenes problemáticos. Nos ven de manera diferente”.
El darle a los jóvenes la oportunidad de ser vistos de manera diferente —y de verse a sí mismos de una forma distinta— es de lo que trata el programa. Está abierto para los jóvenes de alto riesgo de entre 16 y 22 años, muchos de los cuales llegan enviados por los trabajadores sociales o los agentes de libertad condicional. Los solicitantes deben presentar cartas de recomendación, un ensayo personal y pasar por dos rondas de entrevistas con líderes juveniles del programa.
Una vez aceptados, comienzan un curso de capacitación de cuatro meses. Durante las sesiones semanales, los empleados enseñan a los aprendices los conceptos básicos de cada puesto en el restaurante. Después los nuevos asisten a los empleados veteranos durante su turno.
“Algunos días, ustedes serán los gerentes. Otros días, atenderán las mesas o serán jefes de cocina”, dijo Goines.
Los aprendices, como los miembros del personal de Old Skool, toman talleres de educación financiera, redacción del currículo y habilidades para entrevistas. También se reúnen con regularidad con un asesor personal que los ayuda a fijar metas y que los pone en contacto con recursos para viviendas o atención médica.
Los participantes que no se han graduado de la preparatoria deben cursar un diplomado o estudiar para el Examen de Desarrollo de Educación General. El programa es muy estricto: Más de una falta injustificada al trabajo es suficiente como para ser despedido.
Los aprendices reciben becas periódicas, y si completan la formación, pueden solicitar un empleo. Los empleados ganan el salario mínimo —10.55 dólares por hora en San Francisco— y las propinas son compartidas por todo el personal. También son animados a asumir más responsabilidades y ayudar a supervisar a los integrantes más nuevos. En última instancia, los jóvenes líderes deciden a quién contratar y a quién despedir.
“Toda la estructura de esta organización está destinada para que los jóvenes sigan creciendo en dirección y gestión”, dijo Goines. “Soy una gran creyente de la apropiación (…) Entre más oportunidades de toma de decisiones tengan, más podrán cambiar sus vidas”.
Tammy Vaitai, de 22 años, era introvertida y callada a consecuencia de la violencia doméstica que presenció mientras crecía. Durante cinco años ha estado involucrada con el programa de Goines, y hoy es la gerente del restaurante, planifica, capacita y coordina el servicio. También recita poesía en el restaurante y hace poco comenzó a cantar con la banda.
“Ahora tengo mi propio coche, tengo un empleo de tiempo completo, y actualmente metí una solicitud para comprar una casa”, dijo. “Estoy muy emocionada por mi futuro”.
Atribuye a Goines la oportunidad de hacer todo esto posible.
“(Goines) te impulsa a dejar tu zona de confort e ir más allá de cualquier límite que uno se imponga”, dijo. “Ella es grandiosa para animarnos a solo soñar en grande. Evidentemente ella misma lo hizo. Este (restaurante) era un gran sueño cuando comenzó (…) y lo convirtió en realidad”.
Para Zavala, el programa ha sido el cambio que necesitaba para seguir en el camino correcto.
“Me he mantenido al margen de los problemas”, dijo. “Ahora, tengo un sistema de apoyo. … Siento que todos somos como una familia que se ayudan los unos a los otros”.
Tiene la esperanza de que el fondo de becas de Old Skool lo ayude para ir a la escuela técnica, lugar en el que quiere crear y patentar sus propias invenciones.
Historias como ésta son lo que motiva a Goines. Quiere poner otros cafés Old Skool en todo el país, y espera que algunos de los jóvenes con quienes ahora trabaja la ayuden.
“Creo que hay algo así como una luz que pasa cuando te percatas de tu potencial”, dijo.
“El objetivo es darles esperanza. … Una vez que la luz se enciende, cualquier cosa que ellos hagan será para emprender el vuelo”.