Por Alex Footman, especial para CNN
Nota del editor: Alex Footman vive en Kabul, Afganistán, en donde realiza documentales sobre temas como los derechos de las mujeres y la liga de futbol afgana. Su debut como director, Weep Like the Waterwheel, se estrenó en los festivales de cine en 2011. Fue uno de los demandantes contra Fox Searchlight Pictures.
(CNN) — En otoño de 2011, vivía en un suburbio de Washington y trabajaba como tramoyista independiente en producciones locales como noticieros y videos corporativos. Habían pasado dos años desde que entré a hacer mis prácticas profesionales en la oficina de producción de la cinta El cisne negro en Manhattan, la única cinta de renombre en la que he trabajado hasta la fecha. Entonces recibí una llamada de mi antiguo compañero de trabajo, Eric Glatt.
Al principio me sorprendió saber de él. Desde el principio estuvimos juntos en las prácticas. Asistimos a la misma universidad y a ambos nos interesaba el cine documental. Sin embargo, yo dejé Nueva York en 2010 y desde entonces perdí el contacto con Eric.
Cuando mencionó a El cisne negro, mi sorpresa se volvió incredulidad. Dijo que pensaba que teníamos argumentos suficientes para demandar al estudio Fox Searchlight con base en nuestra experiencia durante las prácticas profesionales.
Eric hablaba en serio. Había investigado, encontró un bufete de abogados y buscaba a otros compañeros para que se unieran a él en la demanda.
La base de todo era que el estudio había violado las seis reglas de prácticas profesionales estipuladas en la Ley de Estándares para el Trabajo Justo al usarnos para realizar un trabajo que deberían haber hecho empleados pagados sin proporcionar un elemento didáctico o educativo a los practicantes y básicamente había sacado provecho de la mano de obra gratuita. Se supone que esta clase de trabajos tienen el objetivo de beneficiar al becario, no al empleador. De hecho se debe evitar que el patrón se beneficie de la capacitación del practicante.
Tras nuestra conversación, busqué las directrices para prácticas profesionales del Departamento del Trabajo y vi por mí mismo que la ley nos favorecía claramente. Al final, decidí unirme a Eric como demandante.
La decisión fue fácil. No nos desanimamos porque ningún otro practicante hubiera presentado antes una demanda similar. Pero de no haber sido por Eric, yo tal vez nunca hubiera tomado cartas en el asunto.
Algo que aprendí de mi experiencia al tratar con Fox Searchlight es que no puedes dar por hecho que tu jefe piensa en lo que más te conviene y que es esencial conocer tus derechos y defenderte cuando los violen.
Tratamos de convencer a otros practicantes para que se nos unieran, pero nos quedamos solos. ¿Les preocupaba que fuera un suicidio profesional en la industria del cine? ¿No estaban de acuerdo y pensaban que sus experiencias los habían beneficiado? ¿Pensaban acaso que era simplemente una pérdida de tiempo? Hasta ahora, no conozco la respuesta ya que no hemos hablado de ello con nuestros compañeros. Sin embargo, me da curiosidad saber lo que piensan.
Después de que presentamos la demanda, me sorprendieron todos los correos de odio y los comentarios llenos de ira que recibí. No esperaba que el caso suscitara sentimientos tan intensos, pero evidentemente tocó un punto álgido. El público y los medios se burlaban de nosotros.
Hubo una amplia gama de reacciones negativas. Algunas fueron tontas (“Deberían estar felices por haber trabajado con estrellas como Natalie Portman”… como si hubiéramos compartido el camerino y tomado notas sobre actuación mientras trabajábamos) y vengativas (“Espero que esos tipos nunca vuelvan a encontrar trabajo en este sector”).
Pero lo que más frustró fueron las críticas que se resumían en una cosa: las prácticas profesionales sin paga son una realidad de la vida que nunca se debe cuestionar.
Sin embargo, demostramos a los críticos que estaban equivocados. Un tribunal del distrito sur de Nueva York dictaminó que Eric y yo efectivamente habíamos sido empleados y nos habían catalogado erróneamente como becarios. Parte de nuestra demanda también fue considerada una acción colectiva, en la que reconocieron que esto había afectado a muchas personas y con suerte enviaría una advertencia a aquellos que violan la Ley de Estándares para el Trabajo Justo.
Las prácticas profesionales en sectores como el cine y las editoriales probablemente fueron experiencias realmente didácticas, pero las conversaciones con otras personas que han hecho prácticas profesionales —y son muchas— me han dejado ver que ya no es así.
Creo que allá afuera hay oportunidades profesionales significativas y beneficiosas. Nunca hemos negado su existencia, algo que todos los detractores parecen pasar por alto. El fallo de la corte es una advertencia para que las empresas ofrezcan unas prácticas profesionales con apego a las directrices o, si no están dispuestos a hacerlo, que contraten empleados para hacer el trabajo que requieren.
Hoy, me encuentro en una habitación de hotel en Herat, Afganistán, tras un grabar durante 10 días parte de un documental que trata sobre los campeones del futbol afgano, el Toofan Harirod FC. Desde que hice mis prácticas en El cisne negro, he trabajado con cineastas sobresalientes que me han enseñado e impulsado mientras trabajo. Creen que deben desarrollar a la siguiente generación de narradores y nos compensan por nuestro tiempo y trabajo. Sin ellos, nunca habría llegado tan lejos como cineasta.
Desde la primera oleada de retroalimentación negativa, en 2011, la cobertura positiva y los comentarios de apoyo han superado por mucho a los detractores.
Que eso se traduzca en cambios radicales está en las manos de los empleadores y de las agencias responsables de vigilar que se apliquen las leyes laborales.
Eric y yo demostramos que los practicantes pueden defenderse. Ahora queremos que haya más leyes que protejan a los que trabajan gratuitamente. Mejor aún, queremos que las empresas estén mejor autorreguladas para que el peso de la ley no caiga en las personas que tienen menos poder de negociación.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Alex Footman.