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Por Kelly Wallace

(CNN) — Cada vez que un padre grita desde las gradas a su hijo animándolo a que corra más rápido y que haga mejores tiros durante un entrenamiento del equipo de basquetbol de mi hija de cinco años, me pregunto si estará tratando de vivir sus propios sueños deportivos fallidos a través de su hijo.

Cuando veo a este mismo padre salir a la cancha cuando termina el entrenamiento para tratar de tirar como Michael Jordan, pienso que mi teoría es acertada.

Ahora, por primera vez, un estudio la respalda.

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El estudio se publicó en la revista PLOS One y es el primero en el que se investigan las motivaciones de los padres y madres que sin duda has visto en la clase de ballet o de gimnasia.

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Los investigadores trabajaron con 73 padres (el 89% eran mujeres) holandeses que tenían 43 años en promedio con hijos de ocho a 15 años.

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Descubrieron que los padres que consideraban a sus niños como parte de sí mismos se sentían más motivados por sus propios sueños y ambiciones insatisfechos.

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“Esto se ha asumido desde hace mucho tiempo y nunca se había respaldado por medio de una investigación”, dijo la psicóloga Jennifer Hartstein, autora del libro La recuperación de la princesa. Una guía para criar chicas fuertes y poderosas que puedan crear su propio final feliz.

“Es un estudio pequeño, pero es representativo porque subraya cómo esta actitud puede ser perjudicial para los niños”, explica.

Aunque en el estudio no se exploró específicamente si estos padres que presionan a sus hijos pueden perjudicarlos, Hartstein dijo que es posible, especialmente cuando las actividades de los niños les proporcionan tantas recompensas a los padres como a los hijos.

“Si un padre fue un guitarrista fallido, podría presionar a su hijo para que aprenda a tocar la guitarra, para que practique todo el tiempo y se concentre en ser el mejor en esa área”, dijo Hartstein.

“Esto es perjudicial porque minimiza la capacidad del niño para tomar decisiones por sí mismo. El padre cree que el hijo es una extensión de sí, y no una persona independiente”.

Al final, el niño podría sentir menos confianza en su propia capacidad o preocuparse demasiado por su mamá o papá. “Esta clase de presión también ocasiona que el niño tema decepcionar al padre y hasta cierto nivel está consciente de que su padre está viviendo vicariamente a través de él”, dijo Hartstein.

¿Qué tanto presionas?

Aunque muchos de nosotros no seamos padres obsesivos con el desempeño de nuestros hijos (¡o no lo reconozcamos!), a menudo queremos animar a nuestros niños, e incluso los presionamos para que hagan cosas que no quieren hacer.

Pero, ¿cuánto debemos presionar? Mi hija de siete años parece tener talento innato para la gimnasia y la danza, pero no quiere tomar más lecciones de ninguna de las dos. ¿Debo presionarla para que las tome aunque no quiera?

Beth Engelman, cofundadora del blog Mommy on a Shoestring, dijo que si su hijo de siete años hiciera lo que él quiere, sólo jugaría futbol, pero ella lo presiona para que también tome clases de karate y tenis.

“Lo odia, pero lo obligo (…) porque quiero que tenga un desarrollo completo (…) En esta época, es fácil decir: muy bien, de acuerdo, más tiempo libre; pero creo que es bueno presionarlos al menos hasta que vayan a la secundaria, entonces podrán decidir ellos mismos”.

Hartstein dijo que hay una “línea muy delgada” entre animar y presionar, y que como padres tenemos que ser honestos con nosotros mismos al determinar de qué lado de la línea estamos.

“Animar a tu hijo a ser el mejor, a que haga su mejor esfuerzo, a que se imponga el reto de lograr grandes cosas es genial”, comentó.

“Pero presionarlos al límite, donde los sentimientos están siempre a flor de piel, e ignorar cuando se cierran, no es sano y podría ser perjudicial para tu hijo. De hecho, podría provocar problemas de autoestima, depresión, ansiedad y otras condiciones relacionadas con la salud mental”.

Todos hemos escuchado la trágica historia del niño actor que se dejó llevar por el torbellino de las drogas y la disfunción en la adolescencia. O la del joven atleta de élite que no quiere volver a tocar una raqueta en su vida, después de entrenar hasta el límite. Puede ser peligroso presionar a un niño hasta el extremo.

El mejor consejo, dijo Hartstein, es hablar con tu hijo y tomarte el tiempo para escuchar de verdad. Como padres, deberíamos estar atentos a la reacción de nuestros hijos ante nuestra presión y determinar el origen de su renuencia.

Sin embargo, tal vez el mejor consejo es determinar por qué los estamos presionando, para empezar. ¿Lo hacemos por el bien de nuestro hijo o por nosotros mismos?