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Por Josh Levs, CNN

Nota del editor: Josh Levs cubre temas sobre paternidad para el programa Raising America de la cadena estadounidense HLN.

(CNN) — ¿Qué es lo más raro que has pedido en un restaurante?

Quizás no sea tan raro como las cosas que he pedido yo últimamente. Y seguramente lo mismo le ocurre a los muchos hombres como yo: esposos de mujeres embarazadas.

“¿Tiene algo con hierbabuena?”, pregunté al dependiente de una heladería mientras recibía instrucciones vía telefónica de mi esposa, quien estaba en casa en cama. “¿Cerezas? ¿Hierbabuena y cerezas? Ningún otro sabor. Solo hierbabuena y cereza… definitivamente nada más”.

“Emmm… no, señor”, respondió tímidamente.

¿Y qué tal esa llamada a una tienda de alimentos cerca de casa¿

“Hola, ¿tiene algo con manzanas? Algo dulce con manzanas. Algo dulce y caliente, ¿que tenga manzanas o que pueda calentarse? Tiene que estar caliente. Y dulce. Y tener manzanas”.

“Tenemos tarta de moras”.

“¿Tienen tarta de manzana?”.

“No, señor”.

Esas son búsquedas sencillas. Una vez llamé a varios locales de la ciudad porque mi esposa de repente “necesitaba” unos deditos de queso mozzarella. En los años que llevamos juntos, nunca la había visto comerlos. Pero no quería cualquier dedito de mozzarella; pedimos a los desafortunados empleados que tomaron la llamada en varios restaurantes que nos describieran el tamaño aproximado, la cantidad y cuán fritos estaban los deditos de mozzarella en cuestión.

Al encontrar un pub donde milagrosamente nos dieron respuestas que le parecieron apetitosas a mi esposa, ordenamos y corrí —literalmente— a por ellos, mientras ella esperaba en el coche aparcado en doble fila charlando amistosamente con un policía que, gracias al prominente vientre de mi mujer, nos perdonó la multa.

Cuando mi esposa tiene un antojo, hay que ir rápido porque, últimamente, solo pensar en comida le provoca náuseas y sus caprichos pueden cambiar en un instante. Si esperamos demasiado, lo que antes ansiaba comer, comienza a provocarle asco.

Una noche fui a por un plato de carne con chile —que ella nunca había pedido— a un restaurante al que no habíamos ido en meses. A la noche siguiente tenía que comer unos tacos de pescado de una sucursal específica de una cadena específica, pero esa sucursal no era la que nos quedaba más cerca.

A veces he tenido que conducir a un “delicatessen” para pedir un sándwich cuyos ingredientes teníamos en casa. Pensar en el bocadillo que yo le prepararía con los ingredientes que habíamos comprado en ese mismo deli le daba asco, pero el de la sucursal, le parecía maná.

Una noche llegué a casa y descubrí que mi esposa había recurrido a Zifty (un servicio que envía tus compras a domicilio) para pedir seis cáscaras de papa… por 20 dólares.

No me malinterpreten, no me quejo. Lo disfruto. Los tipos como yo están felices de ayudar como puedan. Y después de ver a mi hijo recién nacido en mis brazos después de un parto de emergencia, podría ponerme en fila durante meses para comprar tacos de pescado.

Es horrible ver a nuestras esposas pasar por los desafíos del embarazo sabiendo que no podemos darles alivio.

¿Quieres frustrar a un hombre?: dale un problema que no pueda resolver. Salir a la caza de alimentos superespecíficos contrarresta esa sensación de impotencia.

Y cuando trato de comer alimentos normales, ni siquiera puede soportar el olor dentro de la casa.

Sin importar las razones médicas, ciertos alimentos en cierto momento le dan la fuerza que necesita. Todos los esposos de mujeres embarazadas quieren que la mamá de su bebé tenga toda la fuerza necesaria para la increíble tarea que ella y su cuerpo asumen.

Así que sonríe la próxima vez que veas a un tipo exhausto en la fila, que habla por teléfono o envía mensajes de texto y hace preguntas aparentemente incomprensibles sobre la comida. Tal vez sea porque en alguna parte, una madre y un futuro hijo confían en que papá logre cumplir una misión imposible.