Por Sunshine de Leon
Filipinas (CNN) — Andrea tenía 14 años la primera vez que una voz a través de internet le dijo que se quitara la ropa.
“Estaba muy avergonzada porque no quería que otros vieran mis partes privadas”, dijo. “El cliente me dijo que me quitara la blusa y le mostrara mis pechos”.
Estaba en una casa en Negros Oriental, una provincia en el centro-occidente de Filipinas, conocida por sus playas escénicas, turismo y sitios de buceo.
Andrea (no es su nombre real) dijo que fue un primo quien la sacó de su pueblo rural en las montañas en Filipinas prometiéndole un trabajo bien pagado como niñera en la ciudad. En lugar de eso, se convirtió en otra víctima de la nueva modalidad del tráfico de personas con fines sexuales: la explotación cibersexual.
Engañada
La casa de dos pisos le impactó a su llegada: “Las ventanas estaban cubiertas, así que estaba oscuro. Había una computadora y una cámara donde chicas desnudas decían cosas para seducir a sus clientes, principalmente extranjeros”.
Dijo que los clientes les pedían a las chicas realizar actos sexuales entre sí.
Andrea dijo que durante los siguientes meses, fue una de siete chicas, entre 13 y 18 años, que pasaban día y noche satisfaciendo las fantasías sexuales de hombres de todo el mundo. Los clientes hombres pagaban 56 dólares por minuto, escribían sus instrucciones en una computadora y luego veían a través de una cámara en vivo cómo las chicas realizaban actos sexuales. Dijo que a menudo las chicas eran forzadas a observar en las pantallas a los hombres a quienes servían.
Andrea soñaba con regresar a casa pero su custodio, un tío, dormía en el piso de abajo y mantenía cerrada la puerta. “Me dijeron que si intentaba escapar, la policía me llevaría a la cárcel. Lo creí. Era muy inocente; crecí sin televisión y nunca antes había salido de mi pueblo”, explicó.
“Quería llorar, pero no podía. Quería cubrirme con una sábana. Se me ponía la piel de gallina por la vergüenza. Sentía que flotaba”, recuerda.
Andrea es solo una de muchas víctimas en una nación donde ciertas condiciones facilitan que crímenes como este prosperen: la pobreza generalizada, el comercio sexual establecido, la población técnicamente analfabeta y que predominantemente habla inglés y el acceso generalizado a internet.
Dificultad para detenerlo
Debido a que las guaridas de cibersexo pueden localizarse en cualquier lugar, desde cafés internet hasta casas y oficinas privadas, son extremadamente difíciles de identificar.
Cualquiera que tenga una computadora, internet y una cámara web puede estar en el negocio, explicó Jo Alforque, representante de una ONG que combate la explotación sexual infantil, llamada Termina con la Prostitución Infantil, Pornografía Infantil y Trata de Niños con Propósitos Sexuales (ECPAT).
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De acuerdo con Andrey Sawchenko, director nacional en la Misión de Justicia Internacional Filipinas, la naturaleza privada de la tecnología permite que el crimen ocurra en un lugar al cual la policía no puede acceder fácilmente y eso dificulta reunir evidencia contra los autores.
Aunque no existen estadísticas oficiales, Ruby Ramores, una exejecutiva en el Consejo Interagencias en contra de la Trata (IACAT, por sus siglas en inglés), cree que decenas de miles de mujeres están involucradas en la industria y que la mayoría son reclutadas por amigos o familiares; a veces incluso sus padres.
La pobreza a menudo puede impulsar a los padres a vender los servicios de sus hijos, dijo.
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Presión familiar
Delia (no es su nombre real), quien ahora tiene nueve años, dijo que tenía siete años cuando su madre la obligó a desvestirse frente a su computadora en su casa. “Me quedé parada ahí desnuda. Eso era todo lo que quería hacer, no todas las otras cosas, como cuando mamá me dijo que abriera las piernas. No quise hacerlo”, recordó. “Tenía miedo de mi madre, porque antes no sabía que lo que hacía estaba mal, solo lo supe después”.
Delia fue rescatada tres años después, cuando su padre se enteró de la operación de la madre, y ahora está en un refugio temporal dirigido por el gobierno, para niñas que fueron abusadas y habló con CNN en compañía de su trabajadora social.
De acuerdo con Ramores, los padres que someten a sus hijos al cibersexo, especialmente los que viven en áreas rurales, creen que es algo que no violará a sus hijos de la misma forma en que lo hacen los crímenes sexuales tradicionales, debido a que es solo una cámara y solo se muestra el cuerpo, y no hay contacto físico con alguien más. “Así que, es una mejor opción que ser empujado a la prostitución que tiene una interacción física”, dijo.
Los trabajadores sociales dicen que las familias a menudo solo piensan en el dinero y la supervivencia, y no entienden las repercusiones en sus hijos.
Cicatrices de abuso
Milet Paguio, una trabajadora social que trabaja con niños explotados en Filipinas, dijo que después de pasar años en casas de cibersexo, muchas niñas rescatadas a menudo no cooperan con sus rescatadores y al principio están confundidas. Temen ser castigadas, y en algunos casos en que los miembros de su familia son acusados, las niñas intentan protegerlos. El crimen puede ser virtual, pero las cicatrices emocionales son muy reales.
“Tienen baja autoestima, no se respetan a sí mismas, y las que pasan mucho tiempo en las casas a menudo se comportan de una manera muy seductora… cuando ven hombres, a veces no se pueden controlar”, dijo.
Por sus características, el tráfico cibersexual parece ser el crimen perfecto del siglo XXI. La tecnología facilitó la operación de actividades ilegales en las fronteras y el acceso a y la explotación de los vulnerables y dificultó el descubrimiento de las identidades de quienes están detrás del crimen.
Acciones del gobierno
El tráfico cibersexual pudo haber operado extensivamente bajo el radar en el pasado, pero hay señales de que el gobierno de Filipinas se enfoca más en el asunto.
En 2011, Filipinas procesó exitosamente a dos suecos y tres filipinos, en el primer caso en el que se castigó a alguien específicamente por operaciones de tráfico cibersexual.
El Congreso de Filipinas aprobó la Ley Ampliada contra la Trata de Personas, que ofrece mayor protección a las víctimas y está diseñada para fortalecer la persecución de aquellos que se dedican a la trata de personas.
El gobierno también inició una campaña en todo el país que se enfoca en la concientización y combate al problema de la ciberexplotación, con miembros de la policía, fiscales, agencias gubernamentales y ONG.
Ramores dice que es esencial que el público tenga un nuevo contexto para interpretar cualquier comportamiento sospechoso: “A menos que haya denunciantes, no podremos atraparlos. Necesitamos que las personas estén conscientes y cooperen con nosotros para que podamos rastrear este tipo de crímenes”.
Andrea fue rescatada después de permanecer atrapada durante tres meses, cuando una de las otras chicas escapó y le dijo a las autoridades. Ahora es testigo clave en un caso en contra de sus abusadores, pero dijo que recibió amenazas de muerte y eso impidió que el caso progrese. “Quiero que sean castigados, pero me mudé a Manila porque temo por mi vida”, dijo.
Cuestión global
Eric McLaughlin es parte del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos y trabajan con las autoridades en Filipinas para luchar contra los crímenes cibernéticos.
“Debido a la naturaleza de internet y los crímenes cibernéticos, los criminales sienten que es más fácil operar con anonimato tras estas barreras virtuales (…) Es un reto para la policía identificarlos y asegurarse de que respondan por sus actos”, dijo.
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“Las ciberoperaciones son organizaciones criminales más complejas, pero también hay muchos negocios locales; si eliminas uno podría haber varios en la misma calle que hacen los mismos actos y que podrían no tener conexiones entre sí”.
Incluso los clientes no están seguros en el extranjero; los oficiales en Filipinas trabajan con agencias locales estadounidenses para identificar a los delincuentes.
Recientemente, el testimonio de tres niñas en Filipinas ayudó a condenar a un hombre de Pensilvania, Estados Unidos, que era cliente de explotación sexual infantil. Fue sentenciado a 12 años en una prisión federal estadounidense por pornografía infantil.
“Si observamos el análisis digital y forense de los discos duros, podemos encontrar que se comunicaban con miles de clientes en todo el mundo; esto involucra jurisdicciones diferentes y necesitamos evidencia para perseguir a todos estos individuos”, dijo McLaughlin.
“Rescatar a las víctimas es una prioridad, pero si no continuamos con la investigación de aquellos que compran sus servicios, solo hacemos la mitad del trabajo”, agregó.