Por Sanjay Gupta, CNN
(CNN) – Un día, a la edad de 76 años, Rosa Rodrigo cruzó en la calle equivocada al salir de un centro comercial y después no tenía idea de qué camino tomar.
“Me asusté un poco, porque no recordaba de dónde venía, ni a dónde iba”, recuerda.
Aunque Rodrigo y su familia se alarmaron, no fue sino hasta varios años después que la diagnosticaron con la enfermedad de Alzheimer, luego de haber sufrido pérdida de memoria y el deterioro de su condición mental.
Casi desde que la enfermedad fue identificada en 1906 por el Dr. Alois Alzheimer, los científicos han estado buscando maneras de identificarla más temprano.
Sabemos que el proceso de la enfermedad inicia en el cerebro entre 10 y 15 años antes de que aparezcan los primeros síntomas en el paciente.
Ya para cuando los problemas de memoria se desarrollan, entre el 40% y 50% de las neuronas del paciente ya han sido afectadas o destruidas.
Hay ciertas características particulares del Alzheimer, incluyendo la acumulación de placas seniles en el cerebro, compuestas de la proteína beta-amiloide.
El problema es que la tecnología actual no puede confirmar la existencia de las placas de manera concluyente.
El año pasado, la Agencia de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés), aprobó una prueba de imágenes cerebrales, un tipo de tomografía, para detectar la presencia de proteínas amiloides en el cerebro.
Sin embargo, la FDA aclaró que la prueba en sí no es suficiente para diagnosticar el Alzheimer.
Mientras analizar el líquido de la columna vertebral, o incluso realizar una biopsia cerebral puede ofrecer una mejor perspectiva de lo que está ocurriendo en el cerebro, esto implica procedimientos invasivos, y ni siquiera se sabe con certeza quienes serían buenos candidatos.
En la mayoría de casos, la mejor opción que tenemos ahora es realizar un examen clínico neurológico luego de que el paciente haya sufrido pérdida de memoria.
Ésta es la razón por la que las investigaciones recientes llamaron mi atención.
Al estudiar cadáveres, los investigadores del Centro Médico Cedars-Sinai en Los Ángeles hicieron una observación interesante: La cantidad de proteína beta-amiloide en el cerebro casi equivalía a la cantidad de la misma proteína en la retina, en la parte interior del ojo.
Tiene sentido, ya que a medida que nuestros cuerpos se desarrollan desde que son embriones, la retina se forma del mismo tejido que forma el cerebro.
Basándose en este hallazgo, el equipo de investigación desarrolló una prueba no invasiva para buscar la existencia de las distintivas placas beta-amiloides en la retina.
Ahora, están llevando a cabo un ensayo clínico para ver si la prueba puede identificar pacientes que están empezando a desarrollar Alzheimer, pero que todavía no presentan síntomas.
Rosa Rodrigo sabe que en realidad su enfermedad fue encontrada demasiado tarde.
La mayor parte del tiempo, ella la enfrenta con calma.
“Ni siquiera me preocupo por eso. Si recuerdo algo, bueno. Si no, ¿qué puedo hacer? Que pase lo que tenga que pasar”, dijo.
A pesar de que ella sabe que no obtendrá beneficios directos, accedió a participar en el ensayo del Centro Médico Cedars-Sinai.
“Me alegra mucho pensar que puedo ayudar a alguien”.
Todavía no sabemos si la prueba será una buena herramienta para pronosticar la enfermedad de Alzheimer, pero los oficiales de la Asociación de Alzheimer, ubicada en Chicago, dicen que el trabajo es prometedor.
“Una prueba ocular confiable sería una contribución muy importante”, según Maria Carrillo, Vicepresidenta de Relaciones Médicas y Científicas de la Asociación de Alzheimer.
“Las personas tienden a ir al oftalmólogo con más frecuencia a medida que se hacen mayores. Si se pudiera agregar una prueba rápida para ver si hay algún problema neurógeno en el cerebro, esto ayudaría mucho”.
Esta investigación es importante, porque 1 de cada 8 personas mayores de 65 años sufren de Alzheimer, y se espera que la incidencia de la enfermedad se triplique para el 2050, a medida que aumenta el número de estadounidenses de edad avanzada.
Se calcula que el costo de la atención médica para ese entonces estará por encima de $1 billón al año.
El ensayo que se llevará a cabo en el Centro Médico Cedars-Sinai no es el único que se enfoca en los ojos, según Carrillo.
Otra compañía, Cognoptix, tiene una prueba que busca la existencia de proteínas amiloides en el cristalino del ojo.
“Pensamos que esto nos brindará una mayor sensibilidad y especificidad que analizar la retina”, según Paul Hartung, presidente y director ejecutivo de la compañía.
Cognoptix presentó información inicial en la reunión de la Asociación de Alzheimer que se realizó en junio, y actualmente está llevando a cabo un ensayo clínico con 40 pacientes.
Hartung dice que si resulta efectiva, la prueba tendrá el equivalente a una décima parte del costo del procedimiento de la tomografía.
Otra prueba que se está desarrollando registra sutiles movimientos rápidos del ojo, conocidos como movimientos sacádicos, explica Carrillo.
“Cuando las personas empiezan a experimentar cambios cognitivos, estos movimientos se vuelven más erráticos y lentos”, explica.
Existe también otro enfoque que busca cambios en la infraestructura de los vasos sanguíneos.
“Puede que no se de sólo en el Alzheimer”, aclara Carrillo, “pero gran parte de la iniciativa de esta investigación es encontrar cuál es la diferencia entre éste y otros trastornos neurológicos”.
El Dr. Keith Black, un neurocirujano que dirige el ensayo de Cedars-Sinai, y quien ayudó a fundar una compañía para desarrollar la prueba de las imágenes de la retina, dice que el problema con los tratamientos actuales es que se están dando a pacientes en la última etapa de la enfermedad”.
“Si podemos identificar pacientes de 50 años que estén acumulando estas placas, y logramos detener tal acumulación, aumenta la probabilidad de tener un tratamiento efectivo”, expresó Black.
Sin embargo, quiero tener cuidado de no exagerar la importancia de la detección temprana.
A nosotros los doctores nos encantan los hallazgos en la etapa inicial, pero lo hacemos con la esperanza de lograr un tratamiento oportuno.
Desafortunadamente, en lo que respecta a la enfermedad de Alzheimer, todavía no contamos con un tratamiento para curar o incluso disminuir el progreso de la enfermedad.
Mientras seguramente es posible que una tecnología como ésta pueda presentar una oportunidad para lograr una intervención más temprana, y permita crear estrategias para medir la efectividad de tales intervenciones, el consejo fundamental que se les da a los pacientes puede sonar muy conocido: Coman bien y hagan mucho ejercicio. Esto es algo que en realidad, todos deberíamos hacer.
Creo que esto genera algo más que debe tomarse en cuenta: La perspectiva psicológica.
No estoy tan seguro de querer conocer el destino de mi cerebro con 10 o 15 años de anticipación, a no ser que pudiera hacer algo al respecto.
¿Lo querrías conocer tú?