Por Carlos Alberto Montaner
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Nota del editor: Carlos Alberto Montaner es escritor y analista político de CNN. Sus columnas se publican en decenas de diarios de España, Estados Unidos y América Latina. Montaner es, además, vicepresidente de la Internacional Liberal. Su último libro es la novela “La mujer del coronel”.
El presidente Nicolás Maduro, tras saludar el triunfo cultural de los venezolanos, entre los que muchos de sus compatriotas afirman que no puede incluirse, aseguró que en el país hay “millones y millonas” de Bolívar.
Al día siguiente trató de corregir el disparate pidiéndole a la Academia de la Lengua que incluya su neologismo, pero es difícil que le hagan caso.
Cuando la ministra española Bibiana Aída utilizó la palabra “miembra”, que tampoco existe, el secretario de la Academia, Gregorio Salvador, advirtió que siempre hay locos pidiéndole a la Academia las cosas más peregrinas. Todo este absurdo parte de confundir sexo y género. Las palabras no tienen sexo, sino género, y en ello intervienen el origen y procedencia de los vocablos.
Sin embargo, algunos políticos, por pura demagogia; las feministas radicales por convicciones ideológicas y ciertos comunicadores por evitarse problemas, feminizan muchas palabras como forma de buscar la igualdad.
En todo caso, en España se ha escuchado jóvenes y jóvenas, sustantivo que no creo que jamás prospere, pero donde se han logrado cambios es en las designaciones profesionales. Ya se admiten jueza, presidenta o ministra, por ejemplo.
Cualquier día tal vez se invierta la tendencia y leeremos que “el futbolisto víctimo fue asesinado por una macha celosa mientras huía por el cancho”.
Incluso, es posible que alguna vez me llamarán del oficino del dentisto para hacerme un cito. Los periodistos debemos estar dispuestos para cualquier cosa. Perdón, para cualquier coso.
(Las opiniones expresadas en este artículo corresponden exclusivamente a Carlos Alberto Montaner)