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Por Kelly Wallace

(CNN) — La incertidumbre financiera puede provocar que algunas mamás sean mucho más duras con sus hijos, según un nuevo estudio publicado recientemente en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.

Los investigadores estudiaron a las familias de 5.000 niños antes, durante y después de la recesión económica de 2007 en Estados Unidos. Descubrieron que eran las condiciones económicas cambiantes, no la recesión en sí, lo que conducía a un aumento en los gritos, amenazas y golpes por parte de las madres.

“Al parecer, es la anticipación al desastre, y no los altos niveles de desempleo en sí. Así que las cosas se ponían realmente mal cuando la situación empeoraba, cuando el mercado de valores estaba cayendo”, dijo una de las coautoras del estudio, Sarah McLanahan, profesora de Sociología y Asuntos Públicos en la Universidad Princeton, en Estados Unidos.

“Muy pocas personas” dijeron que nunca había gritado, amenazado o golpeado a sus hijos, dijo McLanahan.

Pero para que se identifique como una “paternidad más severa”, el comportamiento tenía que presentarse varias veces, así que esos padres “estaban haciendo esto mucho”.

Los investigadores se sorprendieron porque, cuando la tasa de desempleo subió, hubo una caída en la llamada “paternidad más severa”, dijo la socióloga.

“Las personas se ajustan a cosas realmente malas cuando saben qué esperar”, explicó McLanahan. “Es la sensación de estar fuera de control lo que es casi peor”.

Vulnerabilidad genética

No todas las madres respondieron a la incertidumbre económica siendo más duras con sus hijos.

Aproximadamente la mitad de las madres estudiadas tenían una variación genética relacionada con la regulación del estado de ánimo y del comportamiento. Únicamente estas madres con la variación genética aumentaron su severidad cuando empeoraban las condiciones económicas.

En contraste, las condiciones económicas conflictivas no afectaron los niveles de gritos, amenazas y nalgadas de las madres que no tenían esta variación genética.

A medida que mejoraban las condiciones económicas, las madres con la variación genética fueron menos propensas que las otras madres a ejecutar una paternidad severa.

“Cuando las cosas mejoraban, este mismo grupo de personas (las madres con la variación genética) en realidad respondió más positivamente, así que no son simplemente personas ‘preocuponas’”, dijo McLanahan.

“(Las madres con la variación genética) solamente son sensibles a lo que pasa. Así que aparentemente, cuando las cosas empeoran, les va peor, y cuando las cosas mejoran, les va mejor”.

Sin embargo, el incremento en la paternidad severa cuanto la economía caía resultó mayor que la posterior disminución de este tipo de paternidad cuando el panorama económico mejoraba. “Es más aterrador cuando pierdes algo”, en comparación con cuán bien te sientes “cuando ganas”, dijo McLanahan.

“(La recesión) afecta a muchas más personas que solamente a las que se quedan desempleadas (y) pierden sus casas”, dijo McLanahan.

Los investigadores no estudiaron el impacto de los gritos, amenazas y golpes en los niños, pero en investigaciones previas se muestra que esas acciones pueden llevar a problemas del comportamiento, incluidos la depresión, timidez y retraimiento, así como un comportamiento excesivamente agresivo, dijo McLanahan.

“Sabemos que la paternidad dura es mala”, dijo. El equipo de investigadores planea seguir observando a las familias del estudio para determinar los efectos en los niños.

Las implicaciones del estudio, para los responsables de crear políticas y para todos nosotros, son percatarse de cuántas personas más podrían resultar afectadas por la incertidumbre económica; no es solo un adulto que pasa por un despido o una ejecución hipotecaria, dijo McLanahan.