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Por Meg Urry, especial para CNN

Nota del editor: Meg Urry es profesora de la cátedra de física y astronomía Israel Munson en la Universidad de Yale, y dirige el Centro Yale para la Astronomía y la Astrofísica.

(CNN) – En 1519, el explorador portugués Fernando de Magallanes inició la expedición que completó la primera vuelta al mundo. Así fue como la humanidad conoció toda la extensión de su mundo.

Esta semana, la revista Science dio a conocer que la cápsula espacial de la NASA Voyager 1 —actualmente el objeto hecho por el hombre que más lejos de la Tierra se encuentra— cruzó una frontera del sistema solar y entró al espacio interestelar en algún punto durante el verano pasado.

Al igual que el viaje de Magallanes, el logro del Voyager es un hito importante en la exploración humana. En un tiempo notablemente corto para los estándares cósmicos (el universo tiene 13.700 millones de años de edad), los seres humanos han evolucionado hasta el punto de enviar misiones diplomáticas robóticas a otros planetas y estrellas.

Este emisario particular de la raza humana lleva una grabación de saludos en 55 idiomas, así como imágenes que explican quiénes somos. Aunque los científicos del Voyager no tenían expectativas específicas respecto a encontrar otras civilizaciones, sabían que la misión se realizaría libre de obstáculos durante milenios. Entonces, prepararon un mensaje para cualquier ser del futuro lejano que se pudiera topar con este artefacto hecho por el hombre.

Si “E.T.” encuentra al Voyager 1, ¿llamaría a casa? Sabemos que son muchos los planetas que orbitan otras estrellas (exoplanetas), y que cuando agua en estado líquido, compuestos basados en carbono y una fuente de energía están presentes, la vida surge con facilidad. Sin embargo, el tipo de vida inteligente que puede construir y lanzar la primera cápsula espacial es, seguramente, mucho menos común. Y si alguien responde al llamado, será mucho más adelante en el futuro, tanto que el mundo terrenal como lo conocemos será irreconocible.

A diferencia de las misiones a los planetas cercanos de Marte o Venus, las cápsulas Voyager 1 y 2 (ambas fueron lanzadas en 1977) y sus hermanos mayores, Pioneer 10 y 11 (lanzados en 1972 y 1973, respectivamente) se dirigieron al espacio exterior desde el inicio. Visitaron Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, tomando fotografías de claridad sin precedentes, y realizando complejas medidas de las partículas y campos magnéticos alrededor de los planetas.

De las cuatro naves espaciales, Voyager 1 es la nave que más rápido se mueve, y que a mayor distancia se encuentra. La información tomada de sus instrumentos restantes ha sido interpretada por científicos, e indica que se ha cruzado la frontera entre nuestro sistema solar y el espacio interestelar (entre las estrellas). No es una frontera exacta, y definitivamente no hay señales, así que ha habido algo de debate en cuanto al momento exacto de la transición.

De hecho, la fecha exacta no importa. Si fue en julio del 2012, en agosto del 2012, o incluso meses antes o después, los humanos han proyectado su presencia de forma incuestionable, más allá de cualquier ubicación previa.

Sin embargo, éste es un viaje un poco distinto al de Magallanes. En aquellos días antiguos, los viajes eran la única forma de investigar el mundo. Hoy inspeccionamos nuestro mundo -y una gran parte del universo observable- utilizando poderosos telescopios, tanto en tierra como en el espacio.

Fotografías profundas tomadas con el Telescopio Espacial Hubble han revelado que la galaxia de la Vía Láctea es sólo una de un billón de galaxias en el universo observable.

Hay cientos de miles de millones de estrellas sólo en la galaxia de la Vía Láctea, cada una de las cuales podría tener un sistema de planetas orbitando a su alrededor. Algunas de estas probablemente albergan vida, aunque de forma primitiva.

En términos de conocer nuestro mundo del siglo XXI, los satélites robóticos científicos de la NASA han logrado hacer grandes avances. Y desde la tierra, hay telescopios que estudian exoplanetas; además, el instituto SETI busca inteligencia extraterrestre utilizando un gran conjunto de radiotelescopios en California. En términos de recibir señales, no hay nada que iguale a los telescopios localizados en la Tierra y cerca de la Tierra.

En términos de comunicación exterior, las señales de televisión creadas hace décadas, han anunciado nuestra presencia desde entonces. De hecho, debido a que tales señales viajan a la velocidad de la luz, salieron del sistema solar sólo días después de la transmisión inicial.

Sin embargo, en términos de las piezas de metal que las manos humanas han tocado, el Voyager 1 es único. Ahora, 36 años y algunos días después de que fue lanzado al espacio, a más de mil millones de millas del sol, viajando a 38.000 mph, el Voyager 1 sin duda seguirá viajando durante las próximas decenas de miles de años.

Su fuente de poder no durará tanto. El Voyager 1 tiene suficiente poder para los instrumentos restantes hasta por lo menos el 2020, y si algunos se apagan para conservar el poder, un único instrumento podría durar otros cinco años después de eso. Sin embargo, después, “la pequeña nave espacial que podría” se quedará en silencio.

Cuarenta mil años a partir de ahora, después de cruzar más o menos 10 billones de millas del espacio interestelar, el Voyager 1 se acercará a la estrella más próxima en ese entonces, AC +79 3888. En ese punto será un barco fantasma, representando una civilización antigua, acabada, pero por siempre consagrada en el disco de oro.

Como lo dijo John Grunsfeld, administrador asociado para la ciencia en Washington: “Tal vez algunos exploradores futuros del espacio profundo se encontrarán con el Voyager, nuestro primer enviado interestelar, y recordarán cómo esta intrépida nave espacial los ayudó a hacer su viaje posible”.