La familia de Cameron Watson recibió una carta de la escuela que decía que era obeso.

Por Ruben Navarrette, colaborador de CNN

(CNN) – Los padres de estudiantes de escuelas primarias en 19 estados, incluyendo Arkansas, Illinois, California y Massachusetts, están recibiendo cartas respecto a algo que no está entre los asuntos de la escuela: el peso de sus hijos.

Dietistas escolares miden la altura y el peso de los estudiantes, toman en cuenta la edad y ¡listo!  Logran calcular su Índice de Masa Corporal.

Las escuelas no pueden costear cursos de idiomas extranjeros, programas de deportes o clases de música. Sin embargo, ¿encontraron fondos para pagar dietistas?

Ademas, los trucos que practican no son una ciencia exacta. Existe un gran debate entre doctores y científicos acerca de qué significa el IMC en realidad. Por una parte, al medir la masa corporal, no se hace distinción entre grasa y músculo.

No obstante, si se considera que un niño tiene un IMC que no está entre el rango saludable, sus papás reciben una carta por parte de la escuela informándoles que el niño podría estar obeso.

¿Y cómo se refieren los estudiantes a estas cartas? “Cartas contra la gordura”.

Vaya, eso es encantador. Te lleva a pensar qué tipo de personas están dándoles clases a tus hijos. Puede ser que muchos educadores hoy en día manejen conocimientos de matemáticas, ciencia y lectura. Sin embargo, no les va bien en la escala de compasión, empatía, tacto y sensibilidad. Los niños ya tienen que lidiar con el bullying (intimidación) por parte de otros niños en la escuela. ¿Ahora también tienen que protegerse de insultos de los adultos que trabajan ahí?

Y no sólo está ocurriendo en escuelas primarias. Eso no está bien. Estas cartas surgieron recientemente en un pre-escolar al sur de California. Eso significa que los estudiantes a quienes pesaron y midieron tenían entre 2 a 5 años de edad.

Imagina que alguien etiquete a un niño de dos años como “obeso”. Estas personas están siendo insensatas. Estas “cartas contra la gordura” deben irse al bote de basura.

En Massachusetts, legisladores estatales están considerando un proyecto de ley para prohibir que las escuelas obtengan información sobre el IMC de los estudiantes.

Estas personas que se han entrometido en las escuelas tienen el descaro de afirmar que están haciendo esto por el bienestar de los estudiantes y sus padres. Los educadores dicen que están llevando la atención de los padres hacia una situación que podría resultar perjudicial.

Eso es una locura. ¿Por qué no sólo ser honestos y admitir que esto no se trata de ayudar a las personas; se trata de lo que la “supervisión de las escuelas” siempre implica: poder y control?

La brecha entre padres y maestros es real, y es más amplia que nunca. Cuando son criticados por el bajo rendimiento de los estudiantes, lo primero que muchos maestros hacen es culpar a los padres por no asegurarse de que sus hijos hagan sus tareas, o por no hacer que la educación sea una prioridad en casa. Pesar a los estudiantes en las escuelas públicas y las cartas que son enviadas a casa sólo le dan a los maestros moralmente superiores, más municiones para dispararle a los padres.

Antes se decía “no eres un buen padre porque no lees libros con tu hijo”. Ahora es “eres un mal padre porque dejas que tu hijo engorde”.

¿No creen que los padres saben que sus hijos tienen sobrepeso, y que los niños lo saben también? ¿En realidad queremos alimentar la tendencia que ya vemos: niños que están a dieta? Según un estudio de la Universidad de Duke, más del 40% de las niñas de 9 y 10 años han estado a dieta.

Es el caso que muchos educadores de escuelas públicas —y los dietistas que están de su lado— en realidad se consideran ser más instruidos que el resto de nosotros. Esa es la razón por la que, irónicamente, muchos de ellos han pasado tanto tiempo insistiendo en que no debemos etiquetar a los niños según su rendimiento académico.

Tenían un buen argumento. Las escuelas han estado etiquetando a los estudiantes desde antes que las pizarras fueran inventadas.

En la década de 1960, si hubieras revisado los registros escolares de niños de origen méxico-americano que asistían a distritos pobres en Texas, Arizona o California, probablemente habrías encontrado las letras “RM” al lado de muchos de sus nombres, para referirse a retraso mental.

Más adelante, a medida que el movimiento en torno al autoestima cobró auge, los estudiantes que alguna vez pudieron ser etiquetados como “perezosos” simplemente se volvieron “desmotivados”. Estudiantes inmigrantes que una vez fueron considerados “de habilidad limitada para el idioma inglés” se convirtieron en “estudiantes de inglés”.

Mi esposa trabajó como maestra y ahora es terapista del lenguaje. Trabaja con estudiantes que tienen dislexia. La primera dificultad que enfrenta al evaluar a un estudiante, y preparar un plan de estudios, es convencer a los padres de que no le deben tener miedo a la palabra “dislexia”.

El tipo de estudiantes que ayuda alguna vez fueron catalogados por tener un “trastorno de aprendizaje”. Ya no decimos eso. Actualmente, al reconocer que los seres humanos procesan información de distintas maneras, decimos que estos niños tienen un “aprendizaje diferente”.

Ahí lo tienes. En el mundo académico, el punto de vista correcto en la actualidad es que todos los estudiantes son diferentes, que sus cerebros son extraños de distintas maneras, y que no está bien tratar de evaluarlos con un patrón único, y establecer estándares rígidos para determinar quién es inteligente y quién no lo es. El nuevo consenso es que los cerebros de los niños vienen en distintas formas y tamaños.

Entonces, ¿por qué no ser verdaderamente instruidos y aprender a pensar de la misma manera respecto a los cuerpos de los niños?