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Por Matthew C. Whitaker, especial para CNN

Nota del editor: Matthew C. Whitaker es profesor de Historia de la Fundación ASU y director del Centro para el Estudio de Raza y Democracia en la Universidad Estatal de Arizona. Puedes seguirlo en Twitter en @Dr_Whitaker.

(CNN) – Una columna reciente en Slate, ampliamente discutida, reavivó un viejo debate acerca de las mujeres, la bebida y la violación. La columna argumentaba que las mujeres jóvenes no deben intoxicarse porque los estudios han demostrado que tomar y la incoherencia que produce, puede conducir a la violación.

La semana pasada, en un artículo de USA Today, los cuerpos policiales identificaron al alcohol como “la droga No. 1 que te lleva de la cita a la violación”, y el personal de atención médica instó a las mujeres a que no se comporten en formas que aumenten la probabilidad de que haya una agresión sexual.

La conclusión que estos artículos sacan de estudios y profesionales de la salud, muestran hasta qué punto no hemos llegado a comprender el vínculo indisoluble que existe entre el poder, la violencia, la misoginia y la cultura de la violación. De hecho, algunos de los que han contribuido a este diálogo han llegado a estar peligrosamente cerca de culpar a las víctimas de violación por su propio ataque.

En The Daily Campus, un periódico dirigido por estudiantes de la Universidad Metodista del Sur, la estudiante Kirby Wiley, la semana pasada argumentó que “si los medios de comunicación centraran más atención en el hecho de que la mayoría de las mujeres que son agredidas sexualmente están intoxicadas, en lugar de afirmar y reiterar lo horrible que es el agresor, entonces tal vez las mujeres jóvenes comenzarían a prestar atención”.

¿Prestar más atención a los hábitos de consumo de las mujeres que a la crueldad de los violadores? Como Jasmine Lester —la fundadora de Sun Devils Against Sexual Assault de la Universidad Estatal de Arizona, un grupo que tiene como objetivo reducir la violencia sexual— me dijo recientemente, “los violadores son violadores, independientemente, y es peligroso centrarse en decirle a las posibles víctimas lo que no deben hacer en lugar de centrarse en formas de castigo para los violadores”.

Advertir a las mujeres sobre el consumo excesivo de alcohol pone la carga de no ser agredidas sexualmente directamente en los hombros de las víctimas y cuando son violadas, esta retorcida dinámica a menudo las lleva a culparse a sí mismas por su propio maltrato. Esto resulta particularmente inquietante porque no hay un patrón de comportamiento femenino que frustre a un agresor que está decidido a hacerles daño. La conclusión es que no se debe esperar que las víctimas de violación hayan prevenido su ataque y nunca se les debe culpar, aún si están ebrias y son un “completo desastre” en la fiesta posterior.

Mi madre y otras mentoras feministas me enseñaron a una edad temprana que la violación se trata de poder, control y los problemas más generalizados implícitos en nuestra perdurable sociedad misógina. Muchos hombres creen que las mujeres, supuestamente seres más débiles, deben ser dominadas y que la violación no es más que una afirmación de la inherente supremacía machista. Muchos hombres simplemente no están de acuerdo con la “noción radical de que las mujeres son”, de hecho, “seres humanos” de la historiadora feminista, Gerda Lerner.

No tenemos que ver más allá en busca de evidencia, que en el incidente ocurrido en Steubenville, Ohio, en 2012 en el que una adolescente fue violada, deshumanizada y luego fue culpada y vilipendiada por algunos en su comunidad y fuera de ella, mientras que otros parecían lamentar que el futuro de sus agresores que eran héroes futbolistas se arruinara a causa de su condena por violación.

En un caso similar en Maryville, Missouri, este año, una adolescente denunció que había sido violada; el sheriff “lo describió como un ‘crimen horrible’”, declaró que los agresores deberían ser “castigados ” y luego el abogado del condado se negó a enjuiciarlos, argumentando que “no era un delito criminal”. (Los cargos fueron retirados, pero después de un gran escándalo, el caso se retomó, afortunadamente).

A pesar de estas realidades y la frecuencia con que las mujeres son objeto de violencia sexual, el diálogo en los últimos tiempos ha recordado las denuncias del movimiento pre-feminista de “chicas malas” que invitan a la agresión sexual con el uso de ropa provocativa, beber demasiado y perder la cordura.

Como padre de una hija pequeña, esto me parece muy preocupante. Afirmar que la agresión sexual en las mujeres se da a causa de que han bebido en exceso es como culpar a alguien que dejó las llaves del auto dentro, por el robo de su vehículo. ¿Es poco prudente dejar las llaves en el auto? Sí. ¿Es ésta la causa de que el auto haya sido robado? No. La persona que robó el auto es el responsable. Además, no necesitan las llaves para llevárselo.

Lamentablemente, la certeza del castigo por el robo de un auto suele ser mucho mayor que la certeza del castigo por violar a alguien; el 97% de los violadores no recibe ningún castigo, de acuerdo con un análisis realizado por RAINN y el Departamento de Justicia.

Incluso si alguien es descuidado, deja su auto abierto, y se lo roban, poca gente va a responder diciendo “no debemos castigar al ladrón del auto, porque quién lo puede culpar por aprovecharse de la situación?”.

Si queremos ayudar a proteger a las mujeres de la agresión sexual, hagámoslo deshaciéndonos de la misoginia y proponiendo algo en contra de la fuente del problema, no de la víctima.