Por Craig Johnson, HLN
(HLN) – ¿Qué hay en un nombre? Para una joven de 19 años, de la ciudad de Kansas, la respuesta a esta pregunta es “todo”.
Keisha Austin dijo que su nombre la hizo ser blanco de burlas, muchas de ellas con matices raciales. A causa de ese nombre, dijo que ha tenido que soportar comentarios fuera de tono por parte de compañeros y hasta maestros.
Austin dice que es por eso que cambió su nombre a Kylie hace una semana en un juzgado del condado de Johnson, Kansas.
“No es algo que tomo a la ligera”, le dijo Kylie al Kansas City Star, sollozando mientras pronunciaba estas palabras.
Su madre aceptó el cambio de nombre como un regalo de navidad anticipado; debieron pagar casi los 200 dólares que cuesta completar el proceso legal, pero ella dijo que el proceso en general fue doloroso.
“Sentí como si era un regalo que yo le había dado, y ella me lo estaba devolviendo” le dijo Cristy Austin al Star. “Keisha fue el único nombre en el que siempre pensé, y cuando le hablaba mientras estaba en mi vientre, le hablaba a Keisha. Pero ella sigue siendo la misma persona, sin importar su nombre”.
Sin embargo, no es así como Kylie Austin se sentía -cuando era Keisha- en los pasillos de Shawnee Mission North High, la escuela de la que se graduó en 2012. Dice que las personas hacían bromas -referencias apenas disimuladas a la cultura de la raza negra y estereotipos- sobre su nombre.
“Es como si asumieran que yo debía ser cierto tipo de chica”, le dijo al Star. “Es como, mi nombre es Keisha, entonces ellos piensan que saben algo sobre mí, y eso siempre lo percibí como negativo”.
La psicoterapeuta y colaboradora de HLN, Tiffanie Davis Henry, conoce muy bien ese sentimiento.
“Crecí con el nombre de Tiffanie LaCourtney Davis; quiero decir, ¿es en serio?” dijo. “Ya de adulta, siempre soy responsable de negar la asunción de que hay una ‘y’ al final de mi nombre. Y de niña, siempre me retorcía con la pronunciación del ‘La’ al principio de mi segundo nombre. Admito que hubo momentos en los que no lo apreciaba”.
Sin embargo, Davis dijo que tuvo que superar cualquier prejuicio –percibido o real – que venía con lo que muchos llamarían un nombre “étnico”. Aunque, para los niños es más difícil, indicó.
“Los jóvenes a menudo no tienen la percepción de que las cosas mejoran ni la fuerza para dejar atrás la oposición y demostrar que son más que un nombre”, dijo Henry. “Con nombres que son sinónimos de arpías que salen en videos, drogas o madres solteras, hace falta un autoestima bastante fuerte para sobrepasar todos los chistes, indirectas sexuales y mezquindades que algunas de nosotras afrontamos”.
Las controversias de nombres “étnicos” no son nada nuevo, incluso para Hollywood. Muchas celebridades a través de los años han cambiado sus nombres para encajar mejor en el mundo del entretenimiento. Sin embargo, hay una diferencia cuando una persona se ve forzada a hacerlo.
Una tormenta de criticas surgió en los Premios Oscar 2012, cuando la niña de 9 años, quien fue nominada ese año, Quvenshané Wallis, varias veces fue llamada “Little Q” por distintas celebridades, incluyendo a Ryan Seacrest. La misma Quvenzhané incluso calló a una reportero de la alfombra roja quien intentó llamarla “Annie” diciéndole a la periodista, “Yo no soy Annie”.
Dejando de lado las controversias sobre nombres, Henry dice que es importante que desconocidos no lleguen a dictaminar quién es realmente la persona. “Conclusión: Nuestro nombre es cómo nos llaman. No es quién somos. Nosotros definimos quiénes somos”.
¿Cuál es tu opinión? Si sintieras que tu nombre te afecta, ¿lo cambiarías?