Por Pepper Schwartz
Nota del editor: Pepper Schwartz es profesora de Sociología en la Universidad de Washington y ha escrito o colaborado en 19 libros; el más reciente es The Normal Bar. Es embajadora del amor y las relaciones para la AARP (American Association of Retired Persons) y escribe la columna Naked Truth para el sitio web AARP.org. Es asociada sénior del Consejo de Familias Contemporáneas, una organización no lucrativa que reúne investigaciones sobre las familias estadounidenses; además es presidente de la junta de consejo del programa de doctorado en Estudios Sexuales del Instituto para la Investigación Integral de California.
(CNN) — No es algo nuevo: la apariencia es importante. De acuerdo con la idea que la gente tiene sobre nuestro atractivo, tal vez nos hayamos encontrado sin citas o abrumados por la atención no solicitada.
Los estudios han demostrado que la gente atribuye más inteligencia y competencia a las personas más altas, a las que se desarrollaron satisfactoriamente o que de alguna forma son atractivas. Sin embargo, un nuevo ensayo informativo del Consejo de Familias Contemporáneas nos revela que la distribución desigual de la belleza tiene influencia en un ámbito más delicado del que habíamos considerado: en las evaluaciones escolares que los maestros y los compañeros hacen de nuestros hijos.
En un reporte informativo que se publicó recientemente —titulado In School, Good Looks Help and Good Looks Hurt, But They Mostly Help (En la escuela, la buena apariencia ayuda y afecta, aunque mayormente ayuda)—, los sociólogos Rachel Gordon y Robert Crosnoe muestran que en la preparatoria, algunos estudiantes —digamos, la reina y el rey del baile de graduación— recibirán mejores calificaciones en cuanto a inteligencia, personalidad y potencial para triunfar solo porque se les considera atractivos. Es más, de hecho recibirán calificaciones más altas y es más probable que se gradúen de la universidad.
De hecho, los autores —cuyo estudio principal lo publicó en un libro la editorial Wiley— señalan que “la diferencia en los promedios de calificaciones y las tasas de graduación universitaria entre los jóvenes a los que los demás consideran atractivos y los que tienen una apariencia común es similar a la diferencia que hay entre los logros académicos de los jóvenes criados en hogares que cuentan con ambos padres y las familias que tienen un solo padre”.
Si te asombra la idea de que los niños obtienen mejores calificaciones con base en el principio de “salir adelante gracias a la apariencia”, esto te enloquecerá: según sus hallazgos, Gordon y Crosnoe creen que los efectos de la belleza (y por ende, de la falta de ella) tal vez perduren después de la graduación.
Los autores dicen que la autoestima crece (o se reduce) de forma acumulativa de acuerdo con nuestra apariencia y que ello se transmite de la preparatoria a la universidad y tal vez dure toda la vida.
Aunque los autores señalan que la belleza tiene sus desventajas (por ejemplo: los hombres y mujeres atractivos salían más en citas y bebían más, lo que tuvo un efecto negativo en sus calificaciones y en su éxito universitario), concluyeron que en general, este periodo de atención a la apariencia en la preparatoria es lo suficientemente importante como para merecer que se hable de crear consciencia a causa de losestereotipos raciales o clasistas injustos.
Si la apariencia se traduce en alabanzas, mejores calificaciones e incluso que se crea que uno es cálido y sensible, como lo descubrieron los autores en sus investigaciones, esta es una ventaja para la gente que tiene un ADN afortunado. Cada ventaja de la que goce un estudiante probablemente haga que un joven se sienta con más confianza, y la confianza es una herramienta elemental para la vida adulta.
Lo preocupante está en la otra cara de la moneda: como muchos padres saben, un adulto joven puede deprimirse o sentir que no vale nada si no se lo considera atractivo en la preparatoria. Es aterrador pensar que esto puede desembocar en una vida de sentimientos de inadecuación, de sentirse indigno de amor e inferior.
Todos nos hemos vuelto más sensibles y participamos más activamente en temas relacionados con la adolescencia que solíamos ignorar. Sabemos lo peligroso que es el bullying, lo destructiva que puede ser la depresión y lo importante que es ajustar nuestra opinión de las personas que tienen discapacidades físicas o mentales.
Aunque no podemos obligar a la gente a que cambie su concepción dequién es atractivo y quién no lo es, podemos pedir a los maestros de nuestros hijos que estén conscientes de su tendencia a otorgar mejores calificaciones o mayor aprobación a un niño atractivo y no a uno que no lo sea. Todos podemos crear consciencia sobre las palabras que los niños usan para evaluar o denigrar la apariencia de otras personas.
¿Acaso esto parece políticamente correcto en exceso? Tal vez. Pero un poco de sensibilidad no sería malo en este caso.
No es necesario etiquetar a nadie con palabras como “gordito”, “flacucha”, “bobo” o algún otro insulto que hayas escuchado. Los jóvenes están muy conscientes cuando no han sido favorecidos y saben que usualmente se relaciona a la popularidad con la apariencia.
Es más, un estudiante ambicioso que sea atractivo tal vez prefiera que lo alaben por lo que dice que por su apariencia. No les sirve de nada permitir que los demás piensen que su apariencia es su principal y mejor atributo; tal vez eso les provoque inseguridad en otros aspectos de su personalidad o comportamiento.
El hablar abiertamente de esto podría dejar en claro a la gente que participa en la vida cotidiana de nuestros niños que sus comentarios casuales pueden tener efectos a largo plazo. También pueden aliviar el dolor de no ser candidato a rey o reina del baile de graduación. Aquí yo diría que los concursos de popularidad y belleza en las escuelas son una idea peligrosa para empezar. Tienen un efecto en las percepciones y el comportamiento de todos en las escuelas, incluso potencialmente en los maestros.
Dedicamos tiempo y esfuerzo a asegurarnos de que se trate justamente a nuestros hijos en la vida. Ayudemos a garantizar que no se les discrimine —ni que se les den ventajas— solo por su apariencia.
Las opiniones en este texto pertenecen exclusivamente a Pepper Schwartz.