Por Mel Robbins
Nota del editor: Mel Robbins es comentarista de CNN y fundó el sitio inspire52.com en el que ofrece “buenas noticias” y videos virales. Es conductora de radio y en 2014 la nombraron Conductora Sobresaliente de Noticieros de Radio en los premios Gracie.
(CNN) — La mayoría de los adultos reconoce que tiene el hábito de poner en pausa la alarma de su despertador cada mañana.
Los expertos han debatido durante años sobre las ventajas y desventajas del hábito y sopesan los efectos que tiene sobre el cuerpo y la mente a largo y corto plazo. En un artículo que se publicó recientemente en el diario estadounidense The Wall Street Journal, titulado Why You Actually Should Hit The Snooze Button (Razones para poner en pausa la alarma de tu despertador), se indica que unos nueve minutos de sueño adicional pueden ayudar a cierta clase de personas a “despertar la mente suavemente”. No lo creo y nunca lo haré.
No soy la clase de chica que pone en pausa la alarma del despertador. Prefiero arrancar el vendaje de una vez y obligarme a salir de la cama en cuanto escucho la alarma.
Salir de una cama tibia nunca es divertido y ciertamente no se facilita tras haber oprimido el botón de pausa varias veces. La verdad es que la culpa te obliga a salir finalmente de la cama aunque todavía no quieras posar tus pies en el piso y aprovechar el día.
Así que el artículo me hizo pensar…
Pausar la alarma tal vez provoque que te retrases o acabe con tus planes de hacer ejercicio, pero no arruinará tu día. Probablemente haces otra cosa (justo antes de obligarte a salir de la cama) que no solo es tu peor hábito, sino que es completamente horrendo para tu bienestar, tu felicidad y tu éxito.
Piensa: ¿Qué fue lo primero que hiciste cuando despertaste esta mañana?
¿Te lavaste los dientes? No. ¿Preparaste café? Piensa otra vez.
Buscaste tu teléfono.
La pregunta es: ¿Por qué? Ni siquiera estás en posición vertical. No has empezado el día siquiera y ahí estás, con el celular en la mano como si el mundo no empezara a girar hasta que te hubieras perdido en la pantalla.
¿Hay algún mensaje de texto tan importante que tengas que ver de inmediato? No. Si hubiera una emergencia de verdad, recibirías una llamada. ¿Necesitas enviar un correo electrónico antes de que te talles los ojos para quitarte el sueño? Claro que no, pero abres tu buzón de cualquier forma.
No eres el único.
Los estudios recientes indican que casi el 83% de los nacidos en el nuevo milenio duermen con sus teléfonos y el Centro de Investigaciones Pew descubrió que el 65% de los adultos duermen con su teléfono en o junto a la cama (el estudio se hizo hace tres años, así que la cifra probablemente haya aumentado).
Entonces, ¿por qué es tan perjudicial tomar el teléfono?
Es simple. No hay nada en tu buzón que te ayude a tomar el control de tu día o que sirva para tus propósitos.
De cualquier forma ¿qué son los correos electrónicos? Los correos electrónicos son la basura de todos los demás: cosas por hacer, cosas qué comprar, cosas que agregar a tu lista de pendientes, reuniones a las que asistir, lugares a dónde ir, recordatorios de plazos. Se suman a una larga lista de cosas a las que “otros” quieren que les pongas atención.
Si lo primero que haces es revisar tus mensajes de texto o tus correos electrónicos, permites que alguien más establezca tus prioridades antes de que hayas desayunado.
La forma en la que inicias el día marca la pauta; al tomar tu teléfono cedes el control a los demás, además de que tu bienestar, tu éxito y tu felicidad se ven afectados. Esos correos electrónicos piden tu tiempo, tu atención, tu ayuda y espacio en tu cerebro. No sorprende que empieces el día sintiéndote abrumado, presionado y en un estado reactivo en vez de proactivo.
Ya no duermo junto a mi teléfono. Está en la cocina, lo suficientemente cerca como para escuchar la alarma y los suficientemente lejos como para que cuando haya llegado a la cocina no regrese a la cama. Apago la alarma y no vuelvo a tomar el teléfono hasta que haya hecho otras cosas para tomar el control y darle importancia a mis prioridades.
Si tu teléfono no recibe correos electrónicos no te has librado. Te garantizo que enciendes la computadora o la tableta tan pronto como sales de la habitación o tan pronto como llegas al trabajo. Eso significa que revisas tu buzón antes de haberte organizado. No vuelvas a hacerlo. Antes de que leas sobre el “25% de descuento en Zappos”, antes de que leas el recordatorio de que tienes que hacer una presentación, antes de que un colega te use como su mandadero, toma el control de tu día.
No revises tus correos electrónicos hasta que hayas tenido la oportunidad de determinar cuáles son las tres prioridades para el día y hayas tomado una taza de café o té para aclarar tu mente.
Haz una “limpieza de cerebro” de cinco minutos al enlistar todos los proyectos, pendientes, recordatorios y prioridades en una hoja de papel. Luego, subraya las tres cosas más importantes que haya que abordar en el día, las cosas que más te importen.
Olvida todo lo demás que hayas escrito. Con esto empezarás el día con el pie derecho. Luego —sin haber revisado aún ese buzón— abre tu calendario (yo uso un calendario semanal tamaño carta) y busca un segmento de 30 minutos en tu día para que puedas concentrarte en tus tres prioridades sin interrupciones.
No importa en qué momento sea. Pueden ser los primeros 30 minutos que estés en la oficina, mientras esperas en el auto a que termine el entrenamiento de futbol de tu hijo o después de que veas un partido esta noche. Encuentra un momento y apártalo.
Si no tomas el teléfono y determinas cuáles son tus tres prioridades para el día, habrás tomado el control de tu día y habrás puesto tus prioridades en primer lugar. Ahora ya puedes abrir tu buzón.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Mel Robbins