Por Jen Christensen
(CNN) — Olvida todo lo que sabes sobre lo que nos engorda.
Escuchamos mucho acerca de que los estadounidenses son personas adictas a la comida chatarra, y mientras eso sí juega un papel en el aumento de personas con sobrepeso en la nación, un nuevo estudio concluye que no es la fuerza impulsora detrás de la epidemia de la obesidad.
En cambio, todos los estadounidenses -sin importar el nivel de ingresos que tengan y sin importar en qué barrio vivan- están engordando porque la comida es más barata que nunca, dicen los autores del estudio. Sencillamente, estamos gastando menos dinero de nuestro presupuesto total en comida, así que estamos comprando más.
El estudio, publicado en la edición de junio de la revista CA Cancer, descubrió que en 1930, las personas gastaban alrededor de un cuarto de sus ingresos en comida. Hoy en día, la comida se lleva alrededor de una décima parte de nuestros ingresos. La comida es además más fácil de preparar y de adquirir que en 1930.
Esto significa que los estadounidenses no solo comen más alimentos altos en calorías, también comen una mayor variedad de alimentos. Por consiguiente, los estadounidenses han consumido, en promedio, un 20% más de calorías desde los años setenta.
Los autores principales del estudio, Roland Sturm y An Rupeng, esperan que éste le pondrá fin a algunos mitos sobre la obesidad.
“Si analizas los datos a lo largo del tiempo, en realidad ves un ligero incremento en el ejercicio. Y los estadounidenses tienen más acceso a frutas y verduras”, dijo Roland Sturm, quien es un economista principal en RAND Corporation. No es la hospitalidad sureña la que dirige esta tendencia, ni los ingresos ni la educación. Realmente nada nos protege de este desafío de la obesidad”.
En promedio, los estadounidenses han estado engordando desde al menos los años cincuenta, quizás incluso desde antes. Aunque los datos no son perfectos, los expertos que analizan los registros de salud de hombres comprendidos entre las edades de 40 y 49 años, ven un constante aumento del índice de masa corporal desde 1900.
La obesidad no es solo un problema para la gente que quiere usar bikinis en la playa. El exceso de grasa corporal puede aumentar el riesgo que una persona tiene de padecer enfermedades del corazón, cáncer, diabetes, infartos o enfermedades crónicas.
“Lo que este articulo refuerza es que necesitamos seguir nuestra investigación para encontrar qué combinación de estrategias será más efectiva a largo plazo para ayudarnos a todos nosotros a vivir vidas más sanas”, dijo Colleen Doyle, directora de nutrición y actividad física de la Sociedad Americana contra el Cáncer.
Doyle sugiere un ambiente mejor construido donde sea más fácil que las personas participen en la actividad física, lo que implica aceras y carriles para bicicletas y calles seguras. También sería beneficioso cambiar las normas sociales, para que las familias esperen comidas escolares más sanas y que el recuento de calorías esté fácilmente disponible en los menús de los restaurantes.
“No hay una única solución para este problema que tenemos”, dijo Doyle.
Este último estudio señala algunos aspectos positivos. Los estadounidenses están haciendo más ejercicio: información de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades muestran un aumento en el número de personas que dicen que hacen 30 minutos de ejercicio moderado 5 días o más a la semana, o 20 minutos de actividad enérgica durante tres días o más (más o menos 51% en 2009, comparado con 46% en 2001).
La disponibilidad de productos frescos también ha aumentado en los últimos 40 años, con un incremento del 27 % en fruta fresca y un incremento del 21 % en verduras frescas per cápita desde 1970 a 2010. Pero el número de personas que en realidad come frutas y verduras se ha mantenido fijo.
Esa puede ser un área donde las políticas públicas podrían ayudar.
La política en agricultura “tiene un enorme impacto en lo que las personas comen”, dijo la coautora del estudio An Ruopeng. Tal vez en lugar de promover los alimentos básicos como el maíz o la soja, podríamos en su lugar incentivar a las pequeñas granjas a cultivar más frutas y verduras.
“No queremos que el precio de la comida llegue a aumentar otra vez; esa no es la respuesta”, dijo Sturm. “Los mercados tuvieron éxito en resolver el problema muy antiguo de la escasez de alimentos. “Ahora se está desarrollando un nuevo problema con la obesidad, así que podríamos necesitar que las fuerzas del mercado nos lleven en una dirección diferente”.
Sturm cree que una política que Sudáfrica ha probado podría ayudar. En unos 800 supermercados del país africano, las comidas saludables fueron subvencionadas y estaban disponibles con un descuento del 25%. El precio “empujó a la gente en la dirección correcta” de comer más saludable.
Un impuesto sobre las comidas azucaradas y los refrescos en México también fue introducido el año pasado, pero los expertos aún están esperando ver el impacto que esa política tendrá en los hábitos alimenticios. Aquí en los Estados Unidos, algunos miembros del Congreso han introducido impuestos similares, pero no han logrado que sean aprobados.
Hará falta más que políticas públicas para ponerle fin a la epidemia de la obesidad, dicen los autores del estudio.
“No hay una solución sencilla”, dijo Sturm. El verdadero cambio tendría que venir desde lo más elemental.
Fumar, por ejemplo, solía ser común en los interiores, pero la actitud social y la política lo ha hecho menos aceptable socialmente.
“Cuando alguien viene de visita, le ofreces una coca cola o galletas recién horneadas”, comentó Sturm. “Esa es la norma social. Pero quizás en el futuro veremos ese comportamiento como vemos ahora el fumar en público”.