Por Christina Zdanowicz
(CNN) — Edgar Hernández no esperaba enterarse que era pre-diabético a la edad de 16 años.
Cuando su madre rompió en llanto en la oficina del doctor, fue un golpe duro para él. Él pesaba 167 kilos y no podía soportar verse a sí mismo.
Fue duro ser un niño gordo, pero las cosas se volvieron insoportables en la secundaria. Edgar estuvo viendo a un terapeuta por síntomas de depresión. Con frecuencia era acosado en la clase de gimnasia. Los niños le señalarían la “grasa que se le movía en todas partes” especialmente mientras se esforzaba por mantener el ritmo.
“Hice todo lo posible para ignorarlo. Pero había veces que simplemente me rendía y empezaba a llorar”, dijo Edgar, quien vive en las afueras de St. Louis y ahora tiene 18 años.
Todos en su familia tenían problemas de peso; sus padres desarrollaron diabetes tipo 2 en sus cuarenta. Pero Edgar era el más grande.
“Solía comer dos burritos o emparedados realmente grandes por día, llenos de queso, crema agria, mucho pan, mantequilla”, dijo su hermano mayor Mario. “Solía estar viendo la televisión o jugando videojuegos”.
Después de recibir el resultado desalentador del análisis de sangre en la clínica médica, Edgar se fue a casa y lloró. Y luego algo nuevo pasó: él se hizo cargo de su problema de peso.
“Era momento de dejar de culpar a otros por mis elecciones y tomar la decisión de asumir la responsabilidad”, dijo él.
Secó sus lágrimas, se puso su chaqueta y empezó a correr. Solo logró alrededor de media milla antes de detenerse y vomitar.
Eso fue hace un año y medio. Edgar, que mide 1.80 metros, continuó para perder la mitad de su peso. Ahora pesa 83 kilos. Ha cambiado sus camisas doble XL y su talla 48 de pantalones por playeras medianas y pantalones de 83 centímetros.
Al principio ocurrió de forma lenta.
Después de esa vez que corrió de forma impulsiva en noviembre del 2012, Edgar empezó a caminar antes y después de la escuela. Conforme podía, agregaba distancia hasta que logró caminar alrededor de dos millas por día (3,2 kilómetros). Empezó a incorporar intervalos para correr hasta que, meses más tarde, podía correr una milla completa (1,6 kilómetros).
El peso empezó a bajar, pero el adolescente no veía tanto progresos como esperaba. Fue su hermano mayor, Mario, quien lo ayudó a acelerar la pérdida de peso.
Mario, quien llevaba 106 kilos en su estructura corporal de 1,74 metros, se inspiró en la voluntad de Edgar para cambiar. Llevó a Edgar a tienda de comestibles y juntos transformaron la despensa de la familia. Las pechugas de pollo y productos frescos reemplazaron las comidas procesadas y las sodas que una vez fueron el alimento básico en el hogar, dijo Mario.
El desayuno típico de Edgar se convirtió en un emparedado de mantequilla de cacahuete con miel y rodajas de banano. En las cenas normalmente preparaban una pechuga de pollo con dos tazas de brócoli. No tenía una dieta específica ni llevaba control de las calorías; todo se trataba del tamaño de las porciones, dijo el adolescente.
Los hermanos se apoyaban el uno al otro. Empezaron a correr juntos en enero del 2013, comprando pantalones de chándal y equipo térmico para mantenerlos calientes en el clima de Illinois.
Mario ha perdido 31 kilos y continúa corriendo al lado de su hermano, dijo Edgar.
Los hermanos, que viven en casa con sus padres, han visto que su pérdida de peso inspira algunos cambios para toda la familia, dijo Mario. La familia ha reducido el comer fuera: una vez cada dos semanas, en vez de cuatro o cinco veces a la semana.
“Como familia, salimos más y caminamos un poco más. Lo que demuestra que tenemos mucha más energía”, dijo Mario. Aunque otros miembros no han perdido tanto peso, tal vez unas cinco libras, lo puedes ver en sus rostros”.
En la actualidad, para Edgar no es suficiente correr. Sus actividades favoritas son el cardio fuerte y el levantamiento de peso. El adolescente incluso corrió su primera media maratón en abril y está planeando otra pronto.
“Correr es lo que me hizo sentir feliz; he obtenido lo que ellos llaman ‘la euforia del corredor’ y ahora correr se ha convertido en un estilo de vida”, dijo él.
Edgar también ha encontrado su vocación en su nuevo estilo de vida saludable. Él comenzará la universidad en Universidad del Sur de Illinois, Edwardsville, en el otoño y planea estudiar ciencias del ejercicio físico.
Para Mario, ver a su hermano pequeño deshacerse de las libras a una edad tan joven ha sido una fuente de orgullo.
“Si me hubieras dicho hace tres años que él estaría corriendo media maratón, no te hubiera creído”, dijo Mario. “Ves a una persona completamente diferente que está mucho más feliz, tiene más energía y es más activa”.
Edgar no podría estar más de acuerdo.
“Ni siquiera pasaría de mi puerta para ir a recoger el correo”, dijo él. “La gente ya no ve mi lado oscuro y triste. Ellos ven a un chico radiante y feliz”.
Para la gente que quiere perder peso, el adolescente tiene el siguiente consejo: no lo postergues. Si dices que vas a correr, hazlo hoy, no mañana.
“No esperes, porque empeorará”, dijo. “Empezarás a postergarlo hasta que algo serio suceda y cuando algo serio sucede, cambiará tu vida”.
Visita la página de Facebook de Edgar Hernández o su Twitter @RunWithEdgar para seguir su travesía.