Por Daphne Sashin, CNN
(CNN) — En otoño de 2010, Roni Tarver estaba de mal humor.
La maestra de 1.67 metros pesaba 106.5 kilogramos y tenía dolor de espalda casi constantemente. Tomaba entre 10 y 15 ibuprofenos diariamente, que dañaron su estómago. No ayudaba que estuviera parada la mayoría del día y lidiara con el estrés y cansancio de ser una maestra relativamente nueva.
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Su esposo nunca dijo nada sobre su peso, lo que la hizo sentirse peor de no cuidarse. Dejó de fumar, pero sabía que necesitaba ser activa porque subir las escaleras la dejaba sin aliento.
“Realmente me casé con el hombre más dulce, maravilloso y compasivo del mundo. Nunca me hizo sentirme mal de eso, así que creo que me sentía más culpable”, dijo Tarver de 29 años, una maestra de agricultura de preparatoria que vive en el área de Fort Worth, Texas, Estados Unidos. Recuerda pensar, “¿por qué no tomas la iniciativa? Este hombre te ama por quién eres”.
Nunca tuvo el cuerpo que quería. Para ese noviembre, se había cansado. Se había hartado de ser solo la chica extrovertida y divertida. Se había cansado de pesar mucho.
“Me encontré llorando en la cama una noche por mi peso, y mi esposo me dijo que creía que era hermosa, pero si era tan infeliz, debía de hacer algo”, escribió Tarver en iReport de CNN. “Esto desencadenó algo en mí”.
Al siguiente día, dijo, comenzó a monitorear sus calorías y a caminar o ejercitarse en la bicicleta estacionaria seis días a la semana. Después de dos meses, fue lo suficientemente valiente para ir a un gimnasio. Eso fue el 3 de enero de 2013. Poco después, se inscribió a su primera clase de Zumba.
Fue el comienzo de su nueva vida.
Tarver comenzó a probar cada clase de baile disponible. Como hija de una instructora de baile aeróbico, los movimientos se presentaban fácilmente. Para la tercera semana, quería estar allí todo el tiempo, bailando hasta el cansancio bajo las luces del club en el salón de grupos del gimnasio. Complementó las clases con ejercicios en la máquina elíptica y levantar pesas dos o tres noches a la semana.
“Mis instructores fueron increíbles, y me hizo sentir que me amaban”, dijo. “Me divertía mucho ejercitándome por primera vez en mi vida”.
Una de sus instructoras, ahora una amiga cercana, la encontró en Facebook y le enviaba mensajes cada que Tarver se perdía una clase. También le ofreció hacerle CDs con música que notaba que a Tarver le gustaba en la clase.
Después de 10 meses, la maestra de Tarver la alentó a certificarse para enseñar sus propias clases.
Tarver ha enseñado zumba y otras clases que combinan actividad física y baile durante los últimos cuatro meses, además de las clases que toma.
“Realmente sientes que estás en un club, bailando con la gente, pero no tienes una resaca en la mañana. Al final, te sientes increíble, estás cansado, y puedes regresar y hacerlo mañana si quieres. Es bueno para tu alma, si me lo preguntas”.
Tarver sabía que el ejercicio no era suficiente para ponerse realmente saludable. Tuvo que cambiar sus hábitos de alimentación también. No siguió una dieta en particular, pero se apegó a algunos principios.
Los primeros meses, raramente salía a comer, y si lo hacía, eliminaba la comida rápida a favor del salmón o pollo a la parrilla con vegetales. En la escuela, tomaba un batido de proteínas o una barra para desayunar, un plátano, manzana, pera o algunas mandarinas de aperitivo, más fruta y una cena congelada baja en calorías para el almuerzo. Utilizaba una aplicación de conteo de calorías en su teléfono para rastrear su ingesta, apegándose a aproximadamente entre 1,500 y 1,700 calorías por día basándose en cuán rápido o lento perdía el peso.
También eliminó los lácteos, que probablemente fue el sacrificio más duro.
“Podía beber todo un galón de leche entera en dos días. Realmente, realmente me gustaban mucho el queso y la leche”, dijo. “Fue difícil al principio porque estaba tan acostumbrada a comer queso, pero me sentía mejor”.
Después de un par de meses, se permitió una comida tramposa una vez a la semana; dos tacos de huevo y tocino de su comida favorita de comida rápida cada martes. Todavía tiene ese ritual, pero es un poco más libre con su dieta los fines de semana.
Cuando Tarver comenzó su viaje de pérdida de peso en noviembre de 2012, con 106.5 kilogramos, vestía pantalones talla 22 y tenía aproximadamente 42% de grasa corporal. Después de 14 meses, bajó a 61.2 kilogramos, talla seis y 21% de grasa corporal. Su dolor de espalda casi se había ido completamente, tiene su cuerpo soñado y es “lo más feliz que ha sido”.
“No puedo creer cuán fácil fue; cuán rápido perdí el peso cuando hacía lo correcto”, dijo. “Estoy muy emocionada con mi cuerpo”.
Su esposo, Tom Tarver, dice que Roni siempre fue hermosa, pero está claro para él qué tan mejor se siente.
“Estoy muy orgullosa de ella, y escogería la forma en que se siente ahora sobre cómo se ve”, dijo. “Es más feliz, y es una persona divertida con la cual estar. Es el tipo de persona con la cual quieres estar casado”.
Tarver fluctúa entre los 58.9 y los 61.2 kilogramos y considera que está en modo de mantenimiento; tiene piel extra de la pérdida de peso, pero aceptará felizmente la piel extra sobre el peso extra.
“Si pudiera aconsejar a alguien que lucha con su peso, sería que encontrara algo activo que ama hacer, y que no se rinda”, dijo Tarver. “La consistencia es la clave para cambiar el estilo de vida. Encuentra un sistema de apoyo y dile a la gente lo que intentas hacer por ti mismo. Cuando lo dices en voz alta, te vuelves responsable”.