Por Heidi Schlumpf
Nota del editor: Heidi Schlumpf es columnista de la publicación estadounidense National Catholic Reporter y da clases de Comunicación en la Universidad de Aurora.
(CNN) — Tras haberse reunido el lunes con seis víctimas de abuso sexual por parte de miembros del clero, el papa Francisco ofreció disculpas por los crímenes que se cometieron en su contra y pidió perdón “por los pecados de omisión de parte de los líderes de la Iglesia que no respondieron adecuadamente a los reportes de abusos”.
Las disculpas están bien y son buenas, pero esta nos recuerda dos dichos trillados: “Demasiado poco y demasiado tarde” y “los actos dicen más que las palabras”. Desafortunadamente, Francisco tiene que hacer más para que los próximos papas no tengan que seguir ofreciendo disculpas por estos crímenes y por el encubrimiento de la Iglesia católica.
Esto no pretende minimizar el importante simbolismo de las disculpas que el líder máximo de la Iglesia ofreció públicamente. De hecho, parece que Francisco es sincero y reconoce la complicidad de la institución eclesiástica en el encubrimiento y no solo los actos de los individuos.
Sin embargo, Francisco no es el primer papa que se reúne con las víctimas de abuso sexual ni el primero en ofrecer una disculpa oficial por lo que ha llegado a ser uno de los mayores males de la Iglesia. Su predecesor, el papa Benedicto XVI, se reunió en varias ocasiones con las víctimas, incluso durante un viaje a Estados Unidos. Tras una de esas reuniones, también ofreció una disculpa formal y dijo que “lamentaba profundamente el dolor y el sufrimiento que las víctimas han soportado”.
En contraste, la disculpa que Francisco ofreció durante una prolongada homilía fue más extensa y enfatizó el dolor psicológico y espiritual que las víctimas han soportado; subrayó que estos “actos despreciables” se han “camuflado con una complicidad inexplicable”.
También fue mejor que el “Sí, pero…” de principios de este año, cuando mencionó que los abusadores son “muy pocos, aunque no se compara con el total” de sacerdotes luego de haberse quejado de que se había señalado injustamente a la Iglesia por el problema del abuso sexual de menores.
No obstante, en vista de la magnitud del problema al que se enfrenta la Iglesia católica, los grupos de defensa de los derechos de las víctimas hacen bien en manifestar que están desilusionados porque el nuevo papa haya tardado tanto en reunirse con ellos (16 meses después de que inició su pontificado). En marzo, los editores de la publicación estadounidense National Catholic Reporter —que ha reportado sobre los abusos sexuales por parte del clero desde hace casi tres décadas— imploraron al papa a través de una carta abierta que diera prioridad a la reunión con las víctimas.
Francisco es alguien que entiende claramente la importancia de sus actos —desde lo que decide ponerse hasta a quiénes les lava los pies el Jueves Santo—, así que debería haberse reunido con las víctimas mucho antes.
Con todo, la disculpa que ofreció el lunes parece ser parte de una maniobra más importante del Vaticano que incluye el nombramiento de una víctima como miembro de un nuevo panel que abordará los abusos sexuales y la separación del clero de un arzobispo polaco y nuncio apostólico acusado de pagar por tener relaciones sexuales con menores.
Pero hay más por hacer, empezando por la destitución del obispo de Kansas City y St. Joseph, Robert Finn, a quien hallaron culpable de no reportar sus sospechas de abuso sexual a la policía ni a las autoridades de protección infantil.
La diócesis recibió recientemente la orden de pagar un millón 100,000 dólares (unos 14 millones 300,000 pesos) por violar las condiciones de un acuerdo previo de indemnización.
Claro que una buena disculpa no solo incluye el reconocer la responsabilidad personal y/o corporativa por el dolor de la víctima, pero también debe comprometerse a reparar las cosas o al menos a no seguir causando ese dolor. La Iglesia —finalmente y tras varias décadas de negar o minimizar el dolor de las víctimas— está reconociendo su responsabilidad. Pero no hemos llegado al punto en que se reparen los daños.
Por eso, se entiende que los grupos de defensa de los derechos de las víctimas estén frustrados por la lentitud con la que la Iglesia aborda este asunto. Barbara Blaine, presidenta de la Red de Sobrevivientes de Abusos de los Sacerdotes, aplaudió el valor de las víctimas que se reunieron con Francisco el lunes, pero se quejó de que se necesitan acciones más decisivas.
“El papa dice que la Iglesia debe ‘compensar’ a las víctimas. Eso es secundario. Primero hay que detener los abusos y proteger a los niños. Tristemente, ningún niño de la Tierra está más a salvo gracias a esta reunión”, escribió en un comunicado.
Hay otro dicho: “Errar es humano; perdonar es divino”. Si eso es cierto, las víctimas serán los verdaderos santos, no aquellos que ofrecen las disculpas.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Heidi Schlumpf