Por Franklin Rausch
Nota del editor: Franklin Raush es profesor auxiliar en la Universidad de Lander en el Departamento de Historia y Filosofía. Acaba de terminar de dar un curso sobre Asia Oriental Moderna como parte de la Escuela Global de Verano de la Universidad Nacional de Kyungpook en Daegu, Corea. Su investigación se enfoca en la relación entre la religión y la violencia, particularmente las persecuciones en contra de los católicos en Corea durante la dinastía Joseon. Obtuvo su doctorado en la Universidad de Columbia Británica, donde se enfocó en la historia del catolicismo en Corea. Las opiniones expresadas en este comentario son exclusivamente las del autor.
(CNN) — La respuesta simple a la pregunta de por qué el papa Francisco viaja a Corea del Sur en la primera visita papal a Asia en 25 años, es una respuesta directa. El Papa va a celebrar el sexto Día de la Juventud Asiática, y va a beatificar a 124 mártires de Corea.
Pero la respuesta más compleja tiene que tomar en consideración la especial historia de la Iglesia Católica Coreana, y los propósitos teológicos del Papa. Estos aspectos nos permiten comprender mejor la razón por la qué está haciendo este viaje.
Si bien Corea del Sur podría no ser considerada como una nación abiertamente católica (en comparación con las Filipinas, la nación más cristiana en Asia), al menos el 10% de la población de Corea del Sur pertenece a la iglesia, según sus estadísticas.
La Iglesia Católica en Corea cuenta con un alto nivel de respeto por parte de quienes no son católicos, mantiene buenas relaciones con otras comunidades religiosas, y tiene una historia de participación social positiva por el bien común. La visita del papa Francisco reconocerá estos logros; se trata de un suceso que no solo agradará a los coreanos, sino establecerá a su iglesia como un modelo de evangelización.
La evangelización en Asia
Debido a que Asia es el continente que tiene el mayor potencial en cuanto al crecimiento del catolicismo, tiene sentido resaltar una historia de éxito asiática y reconocer a la juventud asiática que será llamada a continuar con ese crecimiento.
La evangelización de hecho es una preocupación clave para el papa Francisco. Su exhortación apostólica, Evangelii Gaudium, se enfocó en este tema e hizo un llamado a la transformación de la Iglesia Católica para que se enfocara en “la evangelización del mundo de hoy en día en lugar de en la preservación de ella misma”.
El concepto del Papa de la evangelización no se enfoca simplemente en bautizar nuevos católicos, sino, como se ve en el capítulo de la exhortación titulado “Las dimensiones sociales de la evangelización”, también incluye un llamado a la inclusión de los “indigentes, los adictos, refugiados, los indígenas y las personas mayores que están cada vez más aislados y abandonados”. Además, este Papa, mientras reconoce la importancia del clero ordenado, condenó el “clericalismo” antes de la publicación de esta exhortación, y considera que los laicos tienen un papel activo en la evangelización.
Las preocupaciones del Papa, como las expresa en Evengelii Gaudium, por consiguiente resuenan con los logros históricos de la Iglesia Católica Coreana en el hecho de que se ha convertido en una comunidad católica relativamente grande y saludable, y gran parte de la evangelización se lleva a cabo por parte de los laicos.
No es ningún accidente que durante su viaje el Papa visite Kkottongnae (Aldea de la Flor), una institución católica que se dedica a atender a los grupos marginados como las personas mayores y quienes no tienen hogar, donde se reunirá con los líderes del Apostolado de los Laicos.
Orígenes de la Iglesia Católica Coreana
La Iglesia Católica Romana inició con el bautismo de un erudito coreano llamado Yi Seung-hun en Pekín en 1784, quien había desarrollado un interés en el catolicismo luego de leer libros chinos sobre la religión. Después de su bautismo, Yi regresó a Corea y empezó a bautizar a otros, así que ya habían 4.000 católicos ahí antes de que un misionero (un sacerdote chino llamado Padre James Zhou Wen-mo, quien es uno de los mártires que serán beatificados) llegó en 1794.
El estado coreano no podía tolerar la existencia de una religión extranjera cuyos miembros no reconocían una deidad fuera del control del gobierno y persiguieron a la nueva iglesia. A los católicos se les dio la opción de renunciar a su religión o ser sentenciados a muerte; muchos escogieron la segunda opción y se convirtieron en mártires.
A pesar de estas persecuciones, la iglesia logró sobrevivir y reconstruirse varias veces. Mientras los misioneros extranjeros jugaron un papel importante, gran parte del trabajo de mantener la comunidad y hablarle a otros de la fe se llevó a cabo por los laicos.
La llegada de la tolerancia religiosa a finales del siglo XIX llevó a un aumento en el número de católicos, pero no fue sino hasta los años sesenta que la Iglesia Católica Coreana empezó a crecer rápidamente. Mientras ese crecimiento ha disminuido en años recientes, la iglesia está bastante saludable, con sus aproximadamente cinco millones de miembros, según la iglesia.
Al mismo tiempo, es necesario enfatizar que la Iglesia Católica Coreana enfrenta retos. El crecimiento ha disminuido, y muchos de los católicos recién bautizados abandonan la fe o pierden el fervor. Asimismo, la sociedad coreana tiene muchas de las dificultades que las sociedades post-industriales de Occidente enfrentan, como el “desenfrenado consumismo” que el Papa condenó en su exhortación apostólica. Es aquí donde uno puede ver la importancia de los mártires que el Papa beatificará. En sus historias, vemos católicos que renunciaron a la riqueza, el sexo e incluso la vida misma a causa de su amor por otros y por Dios.
El Papa sin duda resaltará cómo su devoción a la fe llevó al crecimiento y el desarrollo de la Comunidad Católica en Corea, lo que le permite hacer eco de los temas mencionados en su exhortación. El hecho de que beatificará a estos mártires en Corea el día después que los coreanos celebran su independencia de Japón, será importante para los coreanos.
El Papa probablemente espera que este reconocimiento, y la oportunidad de enseñanza que ofrece, renueve la evangelización en Corea, y a través de ella, del mundo.