Por Dario Klein, CNN Español

Valle del Bekaa, Líbano (CNN) – Día tras día, cientos de refugiados escapan de la guerra de Siria. Según la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), ya son más de 3 millones de personas que han huido de Siria y que se consideran refugiados: la mitad de ellos está en el Líbano.

La gran mayoría de los refugiados sirios se ubican en el llamado Valle del Bekaa, donde instalan campamentos improvisados. De allí provienen varios de los refugiados que Uruguay pretende acoger.

En el lugar, el viento caliente golpea y el polvo del suelo seco se impregna en la cara. El olor a ajo y orín lo inunda todo.

CNN en Español visitó uno de los asentamiento en el Valle del Bekaa en el que viven 500 refugiados. El lugar funciona al mismo tiempo como fábrica de pelar ajos. Por dos dólares diarios, mujeres y niños pelan un ajo tras otro. Así lo hace una joven que tiene 8 hijos. Ella se hace llamar la mamá de Alí.

“Lo dejamos todo lo que teníamos en Siria y no tenemos dinero para otra cosa”, dice.

El Valle del Bekaa, en el este del Líbano, es la zona más rica y más fértil del país. Pero también es la puerta de entrada desde Siria, a donde escapan cientos de miles de refugiados que huyen de la guerra.

Líbano los recibe en asentamientos precarios. Viven en carpas de lona o de nylon, en un lugar donde las temperaturas en verano son muy altas, y en invierno el frío, según la expresión en árabe, “corta los clavos”.

Por esta razón, la mamá de Alí desearía no tener que pasar allí el invierno, que comienza en diciembre.

“¿No ves esta carpa?”, dice la mujer. “Ahora hay un poco de brisa y entra por todos lados, si llueve entra el agua… pero no podemos conseguir otra cosa”.

Pero hay situaciones más complicadas que la suya, como por ejemplo la de una mujer que teme mostrar su rostro. Le cuenta a CNN que su marido murió en la guerra civil de Siria, y que ella sola tiene que mantener a cinco niños porque desde hace un año no recibe ningún tipo de ayuda. Agrega que le debe unos dos mil dólares a un comercio local en donde compra lo poco que ella y su familia logran comer.

La bebida la sacan de un pozo de dos metros con una fina capa de agua al fondo.

En otro campamento la situación es aún más difícil. No solo carecen de pozo para sacar agua; tampoco tienen un sistema de saneamiento.

La ACNUR estima que, lejos de mejorar, la situación seguirá empeorando.

“He estado trabajando en la región desde 2005 y me da miedo lo que estoy viendo. Me da miedo porque veo que sigue, la violencia sigue incrementándose pero a un nivel que no es nada (comparado) con lo que hemos visto en otras emergencias”, cuenta Michele Alfaro, directora regional de ACNUR.

Alfaro asegura que la ayuda debe seguir fluyendo.

“Esto es algo muy especial. En este momento todos los países del mundo tienen que prestar atención y apoyar a los refugiados y a las (personas) de estos países”, agregó.

Los refugiados sirios esperan esa ayuda.

“No se olviden de nosotros”, dice la mamá de Alí, antes de regresar a su carpa para seguir pelando ajos.