Por Andrew Hammond, especial para CNN
Nota del editor: Andrew Hammond es investigador en el centro IDEAS de la Escuela de Economía de Londres y fue asesor especial del gobierno de Reino Unido.
(CNN) — La noticia de que Escocia rechazó independizarse de Reino Unido (en una reñida votación de 55% a favor y 45% en contra) dio confianza a los mercados financieros y a muchos gobiernos de todo el mundo.
No solo garantiza el futuro (al menos por ahora) de una de las uniones políticas más antiguas y exitosas del mundo, sino que también reduce las probabilidades de que Reino Unido se separe de la Unión Europea en los próximos años.
Varios líderes mundiales, como el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el primer ministro de Australia, Tony Abbott, reiteraron que lo mejor para la comunidad mundial es que Reino Unido siga unido. Esto indica que aunque ya no es una de las grandes potencias, Reino Unido sigue teniendo un rol significativo en el escenario mundial con sus variados intereses internacionales.
Sin embargo, persiste la incertidumbre en vista de la cantidad considerable de votos por la independencia y de la posibilidad de que se celebre otro referéndum en las próximas décadas. Estas incertidumbres podrían afectar la capacidad de Reino Unido para seguir teniendo prominencia en el escenario mundial y dejará inquietos a los aliados.
A nivel internacional, Estados Unidos, Europa y otros aliados clave de Reino Unido fueron los más atentos a los resultados de la votación. Esto se debe a que la política exterior de Reino Unido se ha centrado, en el periodo de la posguerra, en la importancia estratégica de su alianza con Estados Unidos y la integración con Europa.
Obama indicó repetidamente que se oponía a la independencia de Escocia y Estados Unidos probablemente era el más preocupado por el resultado de la votación del 18 de septiembre. Aunque Estados Unidos se sentirá aliviado con el resultado, persistirán algunas dudas, particularmente sobre las capacidades militares de Reino Unido y el futuro de su arsenal nuclear, que se encuentra en Escocia.
Esto es particularmente notorio en el marco de la actual Revisión de Defensa y Seguridad Estratégica de Reino Unido 2015-2016, en la que se contemplan más recortes. Algunas personas en Washington (además de otros aliados) seguirán preocupados por el futuro de la flota nuclear de disuasión Trident, cuya renovación podría estar contemplada para los próximos años.
Otra complicación en este asunto es que el primer ministro de Escocia, Alex Salmond, dirigió la campaña por la independencia con el compromiso de que Escocia se volvería un país no nuclear a los cinco años de haberse independizado. En vista de que su propuesta recibió gran apoyo y de que la mayoría de los submarinos Trident de Reino Unido están en Escocia, tal vez crezca la presión para reubicar la flota en los próximos años con el fin de asegurar la mayoría a pesar de que el movimiento de independencia haya fracasado.
Una maniobra de esa clase sería muy costosa y prolongada; el Ministerio de Defensa de Reino Unido afirma que costará miles de millones de dólares y tomaría al menos una década. Es posible que esto, aunado a los recortes al presupuesto de defensa, influya considerablemente en el debate británico sobre la renovación de los Trident en los próximos años. Esta incertidumbre acrecentará el nerviosismo en Washington y de otros aliados de Reino Unido, incluida la OTAN.
En Bruselas y las capitales europeas, la decisión a la que se llegó será bien recibida. Primero, porque ahora es mucho menos probable que Reino Unido celebre un referéndum para abandonar la Unión Europea.
Esto se debe a que los escoceses en general favorecen más la permanencia en la Unión Europea que los ingleses, que representan la mayoría de la población de Reino Unido. Por eso, si Escocia hubiera votado por la independencia y no hubiera participado en un plebiscito posterior relativo a la Unión Europea, habría sido más probable que Reino Unido abandonara la UE tras una votación reñida.
En segundo lugar, este resultado complacerá a los líderes de los países europeos en los que existen movimientos separatistas de importancia. España, por ejemplo, está bajo presión por la celebración de unreferéndum sobre la independencia de los catalanes en los próximos meses. Si Escocia hubiera votado por independizarse, habría impulsado las ambiciones separatistas de los independentistas flamencos en Bélgica, de la Liga del Norte en Italia y de los no menos importantes separatistas franceses.
Aunque los aliados de todo el mundo se sentirán parcialmente aliviados, cuando menos, la votación estuvo muy reñida, sin mencionar que con la inminente devolución de facultades al gobierno escocés, es probable que Reino Unido se transforme. Además, existe la posibilidad de que Escocia celebre otro referéndum sobre la independencia en las próximas décadas, lo que significa que la integridad territorial de Reino Unido no puede darse por sentada a mediano o largo plazo.
La persistente posibilidad de que Reino Unido se desmiembre podría socavar su posición internacional a ojos de muchos observadores de todo el mundo. Esto se debe a que la reputación de Reino Unido descansa, en gran medida, en su estabilidad como Estado unificado, como lo señaló Barack Obama.
Estas inquietudes se exacerbarán porque ahora habrá mayor presión por parte de Gales e Irlanda del Norte para recibir mayores facultades. Muchos extranjeros, especialmente los aliados clave, se preguntarán si una de esas regiones o ambas seguirán formando parte de la unión a largo plazo.
En general, la votación dará confianza a los aliados clave de Reino Unido, especialmente a Estados Unidos y Europa, a pesar de que persisten las inquietudes acerca del futuro de la capacidad militar de Reino Unido. Aunque la integridad territorial del país está asegurada a corto plazo, no se puede descartar la posibilidad de un segundo referéndum en Escocia.
Las opiniones expresadas en este texto pertenecen exclusivamente a Andrew Hammond