Por Calestous Juma

Nota del editor: Calestous Juma es el profesor invitado Dr. Martin Luther King Jr. en el Departamento de Estudios Urbanos y Planificación en el Instituto de Tecnología de Massachusetts. Actualmente se ha ausentado de la Escuela Kennedy de Harvard, donde es profesor de la Práctica de Desarrollo Internacional y presidente de la facultad del Programa de Innovación y Desarrollo Económico, así como del Programa Edward S. Mason Fellows. Es el autor de “The New Harvest: Agricultural Innovation in Africa”. Síguelo en Twitter @Calestous y @AfriCrop. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivamente las del autor.

(CNN) — Los analistas tienen razón en evaluar el nivel de preparación nacional frente al cambio climático. Sin embargo, los esfuerzos bien intencionados por clasificar a los países pueden inadvertidamente sembrar desesperanza entre quienes se considera, no están bien preparados.

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Un reciente Índice de Adaptación Global de la Universidad de Notre Dame (ND-GAI) clasifica a Noruega, Nueva Zelanda, Finlandia y Dinamarca como las naciones mejor preparadas del mundo. En las últimas posiciones del índice de adaptación se encuentra la República Democrática del Congo, (RDC), la República Centroafricana, Eritrea, Burundi y por último, Chad.

El informe dice que los países que tienen la clasificación más alta “enfrentan una exposición moderada al cambio climático, pero tienen buenas capacidades para hacerle frente a los posibles riesgos relacionados al clima, entre ellos un buen acceso a servicios como electricidad, condiciones de salubridad y agua potable de buena calidad. En general, también son menos dependientes del capital natural, están mejor preparadas para los desastres naturales y practican un buen gobierno”.

Tales evaluaciones sobre la preparación se enfocan en las condiciones y capacidades existentes, y no representan las oportunidades tecnológicas emergentes que podrían ser adaptadas con facilidad por quienes tengan el menor acceso a infraestructura y capacidades convencionales.

Esta narrativa pasa por alto el hecho de que estos mismos países también han desarrollado un amplio rango de capacidades locales que les permiten adaptarse a grandes desastres naturales, como lo ilustra el caso de la región del Sahel.

Como lo afirma Simon Batterbury (Universidad de Melbourne, Australia) y Michael Mortimore (Drylands Research, Reino Unido), la adaptación saheliana a las sequías es “una combinación de habilidades y técnicas, tanto aprendidas como inventadas, y ha sido combinada con esfuerzos deliberados por parte de los hogares y las comunidades para reducir su vulnerabilidad”.

Los autores concluyen que las lecciones de la adaptación saheliana ofrecen fuertes indicios de la capacidad que las comunidades tienen de adaptarse a los retos de la futura variabilidad e incertidumbre respecto al clima. Su adaptación “debería ser facilitada en lugar de impulsada desde afuera”, concluyen.

El reto es fortalecer las capacidades locales por medio de la innovación tecnológica endógena en campos como la energía, la agricultura, la salud y el manejo ambiental. Pero para hacer esto será necesario reconocer las capacidades proactivas, creativas e innovadoras de las comunidades locales.

Aprovechando la tecnología

El segundo elemento importante de la innovación es la capacidad que las comunidades con menos recursos tienen para aprovechar las tecnologías emergentes y darles usos creativos. En los años setenta, África fue catalogada como una región para la innovación tecnológica y fue definida como un destino para los aparatos simples y económicos conocidos como “tecnología apropiada”.

La celebrada historia del uso generalizado de los teléfonos móviles le ha dado una nueva imagen al continente como un lugar donde las tecnologías emergentes pueden encontrar usos novedosos e inesperados. La invención de las transferencias de dinero por celular en Kenia es un buen ejemplo de una respuesta africana a una mala infraestructura del sector bancario.

El mercado global del dinero actualmente está valorado en 15.000 millones de dólares y se proyecta que dicho valor aumentará a 278.900 millones para 2018; la tasa de crecimiento anual será de aproximadamente un 82,4%. La importancia de esta creación africana radica en su impacto global. La huella de carbono de los teléfonos móviles relativa a los teléfonos fijos aún no ha sido calculada. Cuando esto se haga le añadirá una nueva dimensión a las contribuciones de África respecto al uso de tecnologías más respetuosas del ambiente.

Otros ejemplos de grandes avances tecnológicos son evidentes en países como la República Democrática del Congo, la cual está catalogada como la menos capaz de adaptarse al cambio climático. El país, más o menos del tamaño de Europa Occidental, tenía la misma longitud de una red de carreteras asfaltadas que Ruanda, un país aproximadamente 80 veces más pequeño.

La rápida expansión de la red de carreteras y el crecimiento económico en la República Democrática del Congo dio lugar a un caos en el tráfico urbano. El país, a través del trabajo de mujeres ingenieras, ha respondido al avanzar hacia el uso de tecnología robótica para controlar el tráfico en Kinshasa.

Recursos energéticos alternativos

Hay otras áreas de relevancia directa en relación al cambio climático que indica que las economías africanas podrían proporcionar liderazgo. La primera es la energía renovable. Los avances en la tecnología de la energía solar y la energía eólica (y los relacionados sistemas inteligentes para el manejo de energía) están haciendo que la energía renovable sea competitiva con combustibles fósiles. Su adopción generalizada probablemente favorecerá a las naciones pobres en el trópico que no están comprometidas con una infraestructura tradicional de energía.

El acceso a la información sobre tecnologías emergentes a menudo limita las capacidades de África para sobreponerse. Esto está siendo remediado por la expansión de la educación técnica y la conectividad a Internet. Los futuros esfuerzos para adaptarse al cambio climático estarán guiados por estrategias africanas emergentes que se enfocarán en hacer uso de la innovación tecnológica para alcanzar un desarrollo sostenible.

Comparar la preparación de los países frente al cambio climático ayuda a enfocar la atención en la necesidad de que haya estrategias nacionales de adaptación coordinadas. Pero fracasar en representar el potencial de adaptación de todas las naciones puede crear desesperación entre los pobres y complacencia entre los ricos.

Es posible que algunas de las ideas que podrían ayudar a la comunidad global a adaptarse al cambio climático vengan de los pobres.