Por Miles O’Brien
(CNN) — Winston Churchill alguna vez dijo: “Si estás atravesando un infierno, sigue adelante”. Siempre me ha resonado esa cita, pero nunca tanto como durante este último año. Desde que perdí mi brazo en un extraño accidente en febrero de 2014, he intentado enormemente poner esas palabras en práctica, enfocándome constantemente en seguir adelante.
A pesar de que esta es la historia de mi vida en muchos aspectos, no me interesaba mucho contarla… o que alguien más la contara. Hacer eso equivaldría a continuar viviendo a una pérdida en lugar de evaluar lo que tengo. Estaría yendo en la dirección equivocada.
Así que cuando mi amigo y excolega, Sanjay Gupta, me preguntó si estaría de acuerdo en cooperar contando la historia de lo ocurrido durante el último año, yo estaba muy renuente. Sin embargo, el Dr. Gupta puede ser muy persuasivo y me convenció de que era importante, ya que, de alguna manera, podría enseñarle a otros. Mordí el anzuelo y luego la entrevista se convirtió en una película de una hora.
“A Life Lost and Found” es una película muy impactante. Verla me haría llorar de forma exagerada aunque no se tratara de mi propia historia. Verla fue también mucho más difícil de lo que imaginé, lo cual podría parecer hipócrita considerando que me dedico a hacer todo tipo de preguntas personales que se entrometen en las vidas privadas de las personas. Hacer un giro radical es justo, ¿correcto?
Olvidando
La mente humana es buena para volver a escribir una historia. Como Barbra Streisand cantó suavemente: “Simplemente elegimos olvidar lo que es demasiado doloroso recordar”. Nuestra capacidad para suprimir los recuerdos dolorosos es un grandioso mecanismo de defensa; permite que muchos de nosotros sobrevivamos nuestra vida cotidiana, que sigamos adelante después de la pérdida y que continuemos en pos de nuestros sueños. Pero, ¿en qué momento la saludable capacidad para olvidar se convierte en una forma poco saludable de negación?
Es una pregunta en la que reflexiono con frecuencia. A lo largo del año pasado, he aprendido que la gente no se avergüenza de decirme cómo hacerle frente a mi pérdida. Algunos sugieren que no me he tomado el tiempo necesario para detenerme, reflexionar y trabajar a través de las denominadas etapas del duelo.
Ellos dan a entender que estoy en una etapa de negación, pero no estoy seguro de saber la diferencia entre la negación y la supervivencia. Sé que no existe un manual sobre cómo pasar por el proceso del duelo. Todos debemos encontrar nuestro propio camino en la vida y, francamente, todos en gran medida estamos definidos por la manera en la que enfrentamos una pérdida.
Cuando me desperté de la cirugía hace un año, pensé que mi brazo todavía estaba allí. Era un fantasma que aún siente hoy. Una vez que me di cuenta de mi dura situación, fue difícil mantener mis pensamientos claros. Demasiadas preguntas acerca del futuro al mismo tiempo.
¿Acaso podría ser el padre, proveedor y amigo que solía ser?
¿Podría atarme los zapatos y untarle mantequilla a mi tostada?
Cosas por las que vale la pena vivir
Mientras más pensaba en estas preguntas, más oscuras parecían mis perspectivas. En este punto, hubiera sido muy fácil rendirme ante todo. Sin embargo, luego pensé en mis hijos, en mis amigos y mi carrera, así que me di cuenta que no estaba dispuesto a rendirme. En lo absoluto. Para mí, lo mejor que podía hacer era volver al trabajo. Además, el buceo me ayudó a superar esa difícil situación y me hizo darme cuenta de que aún no era el tiempo para rendirme. Amo a mi familia. Amo a mis amigos. Me encanta lo que hago. Vale la pena vivir por todo eso, no importa cuántas extremidades tenga.
Quizá lo más importante que he aprendido desde mi accidente (además de cómo conducir con mis rodillas, para poder beber al mismo tiempo mi latte grande) es que ganas fortaleza cuando admites que necesitas ayuda.
Al principio, esto parecía contrario a la intuición. Nunca lo hice porque estaba convencido de lo contrario: buscar ayuda era admitir debilidad y rendir mi autoestima.
Juntamente con los que creen que yo debería tomar tiempo libre para “recuperarme”, ha habido muchos otros que me han animado a volar… tanto de forma literal como figurativa. Me encontré con una gran cantidad de ayuda, algunas veces solicitada, algunas otras del inesperado servicio de Internet, la cual finalmente ha reforzado y habilitado mi deseo por seguir adelante en este envoltorio de un solo brazo.
Los profesionales del Hospital Nacional de Rehabilitación en Washington eran mi último recurso en mi batalla para recuperar mi vida. Aunque los impresioné en varias ocasiones. Un día, entré con cámaras, lentes, baterías, trípodes, monopods, arneses y les avisé a mis terapeutas ocupacionales que mi primera tarea en el campo con “una sola mano” sería viajar al Ártico, acompañado de cuatro días en una tienda de campaña en la capa de hielo de Denali. Se les habría perdonado si se hubieran reído ante eso y si me hubieran referido con un psiquiatra para una consulta de emergencia.
En su lugar, abrazaron el reto y se cambiaron al modo de resolución de problemas. Más tarde, cuando les dije que quería montar mi bicicleta 300 millas a través de Michigan durante dos días, a pesar de que yo ya no era capaz de andar en dos ruedas de manera segura, de nuevo respondieron: “No hay problema”. Mi técnico ortopédico invirtió un fin de semana completo para elaborar un brazo que me permitió montar de nuevo mi bicicleta y lanzarme al recorrido.
En estos días, tanto él como yo hemos estado hablando acerca de la mejor estrategia para lograr que yo vuelva a la cabina de un avión. He volado muchas (si se quiere) veces y estoy seguro de que solo será cuestión de tiempo antes de que la Administración Federal de Aviación me dé su visto bueno para volver a ser piloto privado.
La verdad es que he aprendido que mi desafío realmente no es más que un inconveniente. Cuando voy a la terapia y veo lo que otros están superando, no pienso mucho en lo que he perdido, sino más bien en lo que aún tengo y en lo que he logrado. Soy una mejor persona que antes, porque he aprendido a recibir amor, cuidado y ayuda.
Soy la prueba de que la vida puede cambiar en un instante. Y nadie sabe realmente cómo manejaría algo como esto; nadie puede decirle a otra persona la mejor manera de atravesar una situación difícil.
No creo que tengas que ser un súper humano para recuperarte de estas cosas. Creo que es algo que todos tenemos dentro de nosotros. La pregunta es si queremos alcanzar esa capacidad.