Nota del editor: La ciencia y la arqueología ofrecen una percepción de artefactos antiguos que podrían estar ligados a Jesucristo. Finding Jesus: Fact, Faith, Forgery, se transmite los domingos por la noche a las 21:00 horas, tiempo del este de EU en CNN US.
(CNN) — En julio de 2013, la historia más antigua sobre las reliquias de Jesús renació de nuevo cuando arqueólogos turcos descubrieron un baúl de piedra en una iglesia de 1350 años que parecía contener un pedazo de la cruz de Jesús.
“Hemos encontrado algo sagrado en un cofre. Es una parte de una cruz”, dijo el líder del equipo de excavación Gülgün Köroğlu, un historiador del arte y arqueólogo. En ese momento, ella pensó que el cofre fungía como un ataúd simbólico para las reliquias sagradas de una persona, reliquias conectadas a la crucifixión de Jesús.
Después, el silencio.
La historia de la última reliquia de la cruz en la que murió Jesús se estancó pues como luego mencionó Köroğlu, la caja que supuestamente contenía los objetos sagrados estaba de pronto misteriosamente vacía.
El último episodio de la búsqueda por la “cruz verdadera” es símbolo de los deslices que se han dado en la búsqueda de las reliquias de Jesús y más cuando se trata de la verdadera cruz, la cual representa la fe de más de 2.000 millones de cristianos.
Decir que algo huele a la “cruz verdadera” puede significar que es algo de certeza divina o de fraude absoluto. ¿Podría haber fragmentos de la cruz de Jesús entre nosotros? ¿Los fragmentos de un árbol podrían sobrevivir un milenio? O ¿se trata de fragmentos falsificados que nos hablan de nuestra necesidad de creer?
El fenómeno de la cruz verdadera comienza con el emperador Constantino, el primer emperador romano en convertirse al cristianismo. Él envió a su madre Santa Helena (246-330 de los años en curso) a buscar los objetos de Jesús en la Tierra Sagrada.
Cuando Helena viajó a Jerusalén en 326, la ciudad seguía sufriendo la destrucción causada por la última guerra judía en los años de 132-135. Tras derrotar a Israel, el emperador romano Adriano construyó un templo pagano sobre la tumba de Jesús, cerca de Calvario, un grave insulto a la nueva religión.
Helena ordenó que se derrumbara el templo pagano y comenzó a excavar para encontrar las reliquias de Jesús. Sus obreros encontraron tres cruces distintas, un descubrimiento relacionado directamente con los salmos que nos dicen que Jesús fue crucificado junto a dos criminales.
El historiador Rufino (340-410) reveló que para poder diferenciar cual cruz era la de Jesús, Helena hizo que llevaran a una mujer desahuciada al sitio. La mujer tocó dos de las cruces, pero nada sucedió. Después tocó la tercera… y se recuperó. La verdadera cruz de Jesús había sido revelada.
Helena la talló, dejando un poco de ella en Jerusalén y transportó un pedazo a Europa, en donde al parecer se multiplicó, tanto así que el reformador protestante Juan Calvino dijo “… si todas las piezas que se puedan encontrar fueran puestas juntas, se podría construir un gran buque de carga. Y aún así los salmos dicen que un solo hombre fue capaz de cargarla”.
Pero, ¿Calvino exageraba para apoyar sus propias reformas al catolicismo? ¿Cómo podemos saber de qué estaba hecha la verdadera cruz, o cómo se veía, si ni los salmos —ni los romanos— se molestaron en decirnos?
Aquí es donde entra la ciencia.
En 1870, el arquitecto francés Charles Rohault de Fleury catalogó todos los fragmentos conocidos de la cruz verdadera. Él determinó que la cruz pesaba 74.8 kilogramos, tenía tres o cuatro metros de alto y dos metros de ancho.
Si todos los fragmentos de la cruz se reunieran, no alcanzarían ni la tercera parte de la cruz en la que murió Jesús. Y basado en fragmentos que le permitieron examinar bajo microscopio, de Fleury concluyó que la cruz estaba hecha con madera de pino.
Más tarde, cuatro partículas de la cruz fueron examinadas con el microscopio —parte de 10 piezas de la cruz verdadera—, acompañada por evidencia física de los emperadores bizantinos. Estos fragmentos venían de grandes iglesias europeas: Santa Croce en Roma, Notre Dame en París,y las Catedrales de Pisa y Florencia. Pero los científicos descubrieron que estaban hechas con madera de olivo.
Así fue que la pregunta clave se convirtió en ¿de qué estaba hecha la cruz de Jesús, de pino o de olivo?
Una de las realidades desconcertantes para los arqueólogos es la carencia de residuos de madera de las crucifixiones romanas masivas. A pesar de que los romanos mataron decenas de miles de personas por medio de la crucifixión —tantas como 500 al día durante la toma de Jerusalén en los años 66-70—,la única evidencia conectada con este terrible castigo fue descubierta en 1968, cuando unos arqueólogos encontraron el hueso del talón de un hombre con el clavo aún intacto.
En el museo de Israel en Jerusalén, Israel Hershkovitz, quien enseña anatomía y arqueología en la Universidad de Tel Aviv, dijo que el hueso del talón del hombre crucificado fue encontrado en una tumba judía en un suburbio del norte de Jerusalén, cerca de Gólgota, la colina donde los romanos crucificaban personas.
El hombre, cuyo osario o ataúd lo identificaba como Yehohanan, se encontraba en sus 20 años cuando murió en la cruz. Su buena dentadura y la falta de musculatura indican que probablemente provenía de una familia adinerada, puesto que la mayoría de las víctimas de la crucifixión eran de orígenes humildes y no terminaban en una tumba, a excepción de Jesús, quien fue puesto en una tumba por el adinerado José de Arimatea.
Otros enterrados en la misma tumba que Yehohanan tenían conexiones con el templo, así que es posible que fuera asesinado por los romanos por alguna transgresión política.
Yehohanan fue bajado de la cruz con un clavo de 11 centímetros aún en el hueso de su talón derecho y con un pedazo de madera todavía anclado a la cabeza del clavo. Hershkovitz cree que la longitud relativamente corta del clavo revela mucho sobre los métodos de crucifixión romanos. “El clavo era muy pequeño para atravesar dos talones, así que sin duda cada pie era clavado a la cruz por separado”.
Hershkovitz está convencido que las cruces no estaban hechas con olivo pues la gente dependía de los olivos para consumo así que no los cortarían para hacer cruces.
Lo que es más importante, no serían muy útiles para ese propósito por la estructura misma del árbol.
Los olivos no crecen altos y rectos, les salen ramas por doquier y la madera tiene muchos huecos, haciendo muy difícil que los clavos aguanten el peso de la víctima.
“El olivo es el árbol menos apropiado. Tenemos diferentes tipos de robles que serían mejores para ese propósito.”
Actualmente hay aún más fragmentos de la “cruz verdadera” en exhibición alrededor del mundo: en el Monte Athos, en Roma, Bruselas, Venecia, Ghent, París, España, Serbia e incluso en Boalsburg, Pennsylvania, donde llegó un fragmento como parte de una capilla familiar importada y reconstruida por Theodore Boal para su esposa francesa.
Si quiere su propia astilla de la cruz en la que murió Jesús, el sitio eBay ofrece varias opciones, algunas con su propio sello de cera para preservar su integridad y algunas con documentos que atestiguan sobre su autenticidad.
Mark Goodacre, un profesor del Departamento de Religión de la Universidad de Duke, dice que el énfasis continuo en la genuinidad de los fragmentos de cruz verdadera es usualmente a costa del significado de la cruz misma.
“Lo que pasa con la cruz es que debes recordar siempre que se trata de la persona que colgó de ella, la madera misma es al final solo el instrumento de tortura”.
Michael McKinley es coautor, con Davis Gibson, de Finding Jesus: Fact, Faith, Forgery, Six Holy Objects That Tell the Remarkable Story of the Gospels”.