Nota del editor: Juliette Kayyem, analista de seguridad nacional de CNN, es profesora de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard, exsubsecretaria del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos y fundadora de Kayyem Solutions, una firma de consultoría de seguridad. Ella también es la anfitriona del podcast Security Mom. Las opiniones expresadas en este comentario son exclusivamente las de ella.
(CNN) – Tenemos una tendencia a visualizar ciertos asuntos de política pública como guerras. Al igual que en “la guerra contra el…”, llena el espacio en blanco con: drogas, cáncer y pobreza.
A menudo se trata de una analogía engañosa, pero tiene la intención de hacer que el público responda a una necesidad extrema, tal como lo harían en tiempos de guerra. Sin embargo, la terminología es totalmente precisa —y literal— cuando se trata de nuestra necesidad de abordar el entorno cambiante como “la guerra contra el cambio climático”.
El miércoles, el presidente Obama le dio mayor importancia a un tema que tiende a enfrentar a los ambientalistas contra las grandes petroleras, lo cual muchos también consideran una pelea interna. El presidente Obama se dirigió a los graduados de la Academia de la Guardia Costera de Estados Unidos, los hombres y mujeres uniformados que serán afectados de forma más directa por los patrones climáticos del calentamiento del planeta y el aumento de los mares, afirmando que el cambio climático es un desafío inmediato a la seguridad nacional.
Desde hace varios años, el gobierno ha hecho referencias al cambio climático como una amenaza a la seguridad. Sin embargo, no fue sino hasta ahora que el presidente planteó lo que eso realmente significa para nuestros uniformados y qué representa negar esos cambios para la seguridad de la nación. Ya era hora.
Como alguien involucrada en la seguridad nacional, a menudo me preguntan cuál es mi mayor temor: ¿acaso una pandemia, un terrorista o un arma nuclear disponible? Por supuesto, todo eso representa riesgos, pero el fenómeno más probable que puede tener la capacidad de alterar la estabilidad mundial y que podríamos enfrentar en un momento dado, está relacionado con la Madre Naturaleza. De hecho, el argumento que el presidente planteó el miércoles es más sofisticado que el hecho de que las guerras a menudo tienen lugar a causa de la lucha por los recursos limitados.
Lo que es único acerca de este mensaje es el reconocimiento de que las aguas y atmósfera cambiantes ejercerán presión sobre las comunidades y con el tiempo conducirán a disturbios. Ese malestar podría ser la guerra, pero también podría manifestarse en distintas formas; por ejemplo, una crisis de refugiados, una inmigración abrumadora o esfuerzos de ayuda humanitaria luego de un desastre. Y todo ello a menudo requerirá una acción militar de las tropas estadounidenses.
En las evaluaciones militares, Estados Unidos ahora admite que la seguridad de las naciones está “siendo afectada por las condiciones climáticas que se salen de los estándares históricos, entre ellos las inundaciones más frecuentes y extremas, sequías, incendios forestales, tornados, niveles elevados de las aguas costeras y olas de calor”. Estos han tenido un impacto en el suministro de alimentos y las tendencias demográficas.
Se espera que la población mundial alcance los 8.300 millones en 2030. Alrededor del 60% (frente al 50% actual) de las personas vivirán en las ciudades, ejerciendo aún más presión sobre la agricultura, la energía, el transporte y el suministro de agua.
No estamos solos en nuestra evaluación. De China a Ruanda y de Bielorrusia a Brasil, más del 70% de las naciones consideran el cambio climático como la principal amenaza a su seguridad nacional. ¿Por qué? El desplazamiento de un gran número de personas —en búsqueda de comida, agua y otros recursos naturales o en búsqueda de climas más favorables— ejercerá presión sobre la estabilidad internacional de formas que difícilmente podríamos imaginar. Esa inestabilidad dará lugar a disturbios o, peor aún, a una posible radicalización de aquellos que podrían no encontrar futuro en sus circunstancias actuales.
El mundo está cambiando físicamente y eso representará una mayor demanda para los futuros oficiales militares de Estados Unidos. Para la Guardia Costera, en particular, los cambios en el agua —desde la apertura del Océano Ártico, debido al calentamiento ambiental, hasta la devastación que hemos visto (y veremos) en las naciones costeras— conducirá a un nuevo tipo de orden mundial. Este gobierno lo debería saber. Ahora que el Ártico está relativamente libre de hielo durante varios meses al año —algo nuevo y duradero que ha ocurrido— el gobierno aprobó recientemente la perforación en alta mar en el Ártico, representando un nuevo desafío para los esfuerzos de respuesta y recuperación de la Guardia Costera.
Después de haber hecho el argumento, el gobierno podría querer reconsiderar el presupuesto que recientemente le asignó a la Guardia Costera, en el cual se reduce el gasto de adquisición en un 17%. Sin embargo, no está equivocado en hacer un llamado a aquellos que aún niegan la inestabilidad del clima de la Tierra.
Los escépticos de estos cambios sísmicos globales no solo simplemente niegan la ciencia, sino que niegan la seguridad. Hasta que reconozcamos —con la urgencia que tendríamos que hacerlo si una nación lanza misiles contra nuestras ciudades— que el cambio climático no es algo que pueda ser objeto de debate, sino que debe ser mitigado o, en su defecto, adaptarnos al mismo, no invertiremos esfuerzos o recursos para prepararnos para el fenómeno que sabemos que se aproxima: simplemente, el nivel de las aguas están subiendo y esto es una guerra.