Richard Sheehan es profesor de finanzas en la Universidad de Notre Dame. Se especializa en la economía del deporte y es el autor de “Keeping Score: The Economics of Big-Time Sports”. Las opiniones expresadas son solo suyas.
(CNN) – Cualquier persona que tenga la esperanza de que las acusaciones de corrupción en torno al ente regulador del fútbol den lugar a una reforma solo necesita ver los titulares de este fin de semana para darse cuenta de la realidad.
“Blatter: EE.UU y Europa están detrás de los problemas de la FIFA”, fue un titular de CNN el sábado, al dar a conocer la noticia de que el presidente de la FIFA, Sepp Blatter, acababa de ser reelecto para otro período de cuatro años. Esto a pesar de que nueve funcionarios de la FIFA fueron acusados por supuestos sobornos que ascendían a más de 150 millones de dólares.
La explicación de Blatter parece ser que eso es el resultado de las acciones de “unos cuantos individuos” en conjunto de algunos grupos frustrados de EE.UU. y Europa. “Hay señales inequívocas: los estadounidenses eran candidatos para la Copa del Mundo de 2022 y perdieron”, dijo Blatter. “Los ingleses eran candidatos para la Copa del Mundo de 2018. Perdieron”.
Esas no son las palabras de un hombre que considera la reforma en serio. Si va a haber algún cambio para una organización que se ha visto afectada durante años por afirmaciones de sobornos y otro tipo de corrupción —por ejemplo en torno a las decisiones de otorgarle la Copa Mundial a Rusia en 2018 y a Catar en 2022— necesitará tener motivaciones externas. Y la naturaleza de esas reformas bien podría llevar a la desaparición de la FIFA.
Pero ¿qué pasará en realidad con una reforma como esa? Después de todo, los incentivos económicos simplemente no permiten una reforma interna, debido a la naturaleza única de la FIFA.
Si bien es fácil comparar a la FIFA con la NFL de Estados Unidos, existe una mejor comparación con el comité de juego de tazón de la National Collegiate Athletic Association (NCAA), donde los ingresos son generados por juego, las ganancias se quedan con el organizador, y los equipos reciben un pago predeterminado. Entonces, cualquier aumento en los ingresos se queda con la organización.
Con el fútbol, la FIFA maneja los derechos de televisión y mercadeo, las fuentes de la mayor cantidad de ingresos. Mientras tanto, el país anfitrión ofrece las instalaciones e incurre en la mayor parte de los costos, pero recibe mucha publicidad. Las selecciones, por su parte, compiten por el prestigio y una recompensa financiera relativamente pequeña.
Bajo este sistema, cualquier aumento en los derechos de medios de comunicación, por ejemplo, va para la FIFA y la FIFA puede gastarlo como quiera. Para la Copa del Mundo más reciente, los ingresos fueron de más o menos 4.800 millones de dólares, mientras los costos de los juegos fueron de más o menos 2.200 millones, lo que dejó otros 2.600 millones para los salarios de la FIFA, los viajes y el desarrollo general del fútbol.
Entonces, ¿gasta la FIFA el remanente de manera efectiva para el desarrollo del fútbol? Los mismos documentos financieros de la FIFA ofrecen la respuesta. Solo considera el ejemplo de Indonesia, la cuarta nación más poblada del mundo, donde el fútbol es popular, pero parece no recibir más asistencia a fin de desarrollar el fútbol que un pequeño país como las Islas Caimán. Tal situación es facilitada por la regla de la FIFA de un país, un voto, lo que significa que Benin tendría tanta influencia como Brasil.
Así que la reforma tendrá que venir de afuera.
El problema es que aunque la discordancia entre los países responsables de generar la mayor parte de los ingresos de la FIFA, y los países que más se benefician de la generosidad de la FIFA a la larga generarán un cambio en el sistema, “a la larga” podría ser dentro de mucho tiempo.
Mientras tanto, los interesados tienen los votos para mantener el sistema tal como está; los encargados no.
Esto no quiere decir que cierto tipo de redistribución no sea algo bueno. Pero a medida que se acumulan acusaciones de compra de votos y condiciones laborales mortales en los sitios de construcción, los encargados a la larga tienen que preguntar si la continua participación en la FIFA —o incluso la cooperación con la FIFA— vale la pena por el costo.
E incluso si los llamados a una reforma se intensifican, Estados Unidos probablemente no tomará la delantera, a pesar de la intervención de esta semana por el Departamento de Justicia. Esto no debería ser sorprendente; a pesar de su tamaño y contribución con las arcas de la FIFA, aún tiene solo un voto, no es uno de los poderes tradicionales del fútbol, y tiene una base de seguidores más marginal en comparación con otros deportes.
Sin embargo, si la federación europea, UEFA, decide que la reforma no vendrá desde adentro, entonces todo está definido. Una Copa del Mundo sin Europa simplemente no es una Copa del Mundo, y eso le da a Europa un peso considerable. Pero simplemente retirarse de la FIFA en sí resolvería el problema de fondo. En cambio, dos cosas son necesarias para lograr un cambio de manera exitosa.
Primero, los países que están a favor de la reforma deben estar dispuestos a retirarse de la FIFA, una posibilidad que se acercó un paso más el sábado, cuando el director de la Asociación de Fútbol del Reino Unido supuestamente dijo que él apoyaría un boicot de la UEFA contra la Copa del Mundo. Segundo, esos países deben presionar a las corporaciones que ofrecen los ingresos de televisión y mercadeo a que no trabajen con la FIFA. A corto plazo, la FIFA podría sobrevivir a que la UEFA se retirara. Lo que la FIFA no sobreviviría es que se cierren las fuentes de ingresos.
Podría ser demasiado tarde como para esperar que grandes corporaciones se retiren de la Copa Mundial de 2018, la cual se llevará a cabo en Rusia; los derechos de televisión ya han sido asignados y los acuerdos de mercadeo están siendo negociados. Por lo tanto, los patrocinadores y posibles patrocinadores podrían tener pocas ganas de retirarse. Aun así, sin la participación de Europa y Estados Unidos, el valor de dichos contratos se reduciría radicalmente. Y si Europa y Estados Unidos se retiraran, y ocurriera lo mismo con el dinero de patrocinio de esas naciones, la FIFA se vería en problemas con el manejo de su presupuesto.
Otro cambio que tendrá que venir es la reforma de los llamados fondos de desarrollo para los países más pequeños. Las naciones como las Islas Caimán podrían no estar contentas con las implicaciones. Pero lo cierto es que el hecho de que las naciones más pequeñas se nieguen a participar en la reforma —lo cual se evidenció con la rotunda victoria de Blatter el viernes— es lo que habría animado a EE.UU. y Europa de retirarse en primer lugar.
En respuesta a los acontecimientos de la semana pasada, Blatter efectivamente ha acusado a Europa y a Estados Unidos de crear la crisis actual, y puso en duda la integridad de ambos en el proceso. Esto sugiere que por ahora, el nombre del juego será agitación en lugar de fútbol. Pero a la larga, la UEFA tiene el poder de quitarle el respaldo a la FIFA.
La gestión de Blatter sobre la FIFA le ha costado demasiado a Europa. La pregunta ahora es si se alzará ante el desafío que él ha establecido.