Nota del editor: Camilo Egaña es el conductor de Encuentro. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.
(CNN Español) – Con una afirmación, que parece una declaración de principios, el papa sentó sus reales en Ecuador: “No vengo a cobrarles nada”.
La verdad verdadera es que a partir de ahora deberán medir sus palabras los que preconizan, a toda costa, la asepsia ideológica en el papa.
Berglolio ha vuelto a demostrar que para él los asuntos más trascendentales son los asuntos más terrenales.
El papa se despide de Ecuador, dejando tras sí, un ramillete de frases y gestos, inequívocamente terrenales. Y no sé si lo habrán notado, pero el término revolución y revolucionario, lo ha esgrimido una y otra vez. Como para dejar claro quién es y en qué cree, Francisco ha dicho con todas sus letras en una misa en Quito: “Nuestra fe es revolucionaria”.
Y justo cuando los jubilados griegos no saben cómo mirar a sus nietos sin que parezcan muñecos rotos, el papa ha pedido que el crecimiento económico sea un verdadero patrimonio público “y no se quede en las estadísticas macroeconómicas”.
Y ha pedido responsabilidad ecológica y respeto por la gente joven que según ha recordado, cuando no tienen “se ven abocados a la depresión, el suicidio o a proyectos de locura social”.
Es más, en la Universidad Pontificia de Ecuador, se superó a si mismo cuando pregunto a los profesores si de veras están ayudando a que los chicos tengan ‘’un espíritu crítico, un espíritu libre’’.
La visita a Sudamérica tiene de telón de fondo: una buena dosis de contestación social, por eso se agradece que este papa no haya eludido los rigores de la contingencia política y se haya instalado en el laberinto teológico. Haberlo hecho, no habría tenido perdón de Dios.