El Servicio de Vida Silvestre de Kenia trabaja para proteger a los elefantes que están en peligro de extinción.

(CNN) – Este 12 de agosto se celebra el Día Mundial del Elefante, una especie que se encuentra en vía de extensión por las altas demandas de marfil en la región asiática. Sin embargo, una organización trabaja por el bienestar de estos animales para evitar su desaparición.

El pequeño Simotua, dolorosamente delgado y con sangrientas marcas de posibles cazadores furtivos, apenas vivía cuando fue hallado deambulando, perdido y solo en bosque Rumuruti de la región central de Kenia.

Con una herida de lanza en su frente y una profunda cortadura en su pierna ocasionada por la trampa de un cazador, el elefante bebé, el cual se cree, tiene más de un año, no se encontraba bien.

Pero a pesar de sus heridas, Simotua es uno de los afortunados; él fue encontrado justo a tiempo y gracias al trabajo de los conservacionistas, por lo que su futuro es esperanzador.

Para miles de elefantes no existe un final feliz: los expertos afirman que 96 elefantes son asesinados en África todos los días.

Las cifras de los majestuosos animales han disminuido drásticamente en África en el transcurso de los últimos 75 años; de tres millones en 1940 pasaron a ser 1,5 millones en 1980, y solo 300.000 hoy en día, según el David Sheldrick Trust.

Los elefantes que pierden a su madre son rehabilitados y se les enseña a vivir en su hábitat natural  (CNN).

La fundadora de la organización benéfica, Daphne Sheldrick, ha dedicado su vida a ayudar a los elefantes, pero dice que a pesar del arduo trabajo de su equipo y de otros conservacionistas, ella siente un profundo temor por el futuro de los animales.

“Dudo que mis bisnietos en realidad puedan ver a los elefantes salvajes llevando una vida normal”, le dice a CNN. “Están desapareciendo muy rápido; uno cada 15 minutos”.

Las prohibiciones internacionales sobre la venta de marfil desde 1989 no han logrado detener a los cazadores. Debido a que un solo colmillo de elefante se vende en el mercado negro de China por hasta 100.000 a 200.000 dólares, los cazadores tienen una fuerte motivación financiera para seguir con la matanza.

Sheldrick cree que la amenaza de los cazadores ilegales no terminará hasta que se acabe el apetito insaciable de Asia por el marfil.

“Es necesario hacer algo en el otro extremo”, dice. “No hay bienestar en África; hay pobreza y desempleo, así que siempre que un hombre pueda hacer dinero si mata a un elefante, lo hará”.

El alto riesgo involucrado significa que quienes luchan contra los cazadores furtivos podrían verse en peligro para salvar a los elefantes, pero ellos insisten en que su trabajo es una vocación.

“Nuestro trabajo es un llamado”, dice el guarda Willy Kemoi. “Es peligroso, pero hacemos nuestro mejor esfuerzo. Este trabajo no es tan fácil, así que si no tienes la pasión para hacerlo, no puedes seguir”.

Kemoi y sus colegas del Servicio de Vida Silvestre de Kenia trabajan con equipos del David Sheldtrick Trust para eliminar trampas de alambre y otras trampas colocadas por cazadores, y tratan de buscar animales heridos.

En una reciente misión en el Parque Nacional Tsavo, ellos encontraron un elefante de seis toneladas con una herida grave e infectada en su costado izquierdo, ocasionada por la flecha envenenada de un cazador.

"Heman", un elefante asiático de 47 años juega con su bola de 35 kilogramos en el zoológico de Sidney.

Luego de rastrear y tranquilizar al elefante de 40 años de edad, el Dr. Jeremiah Poghon, un veterinario del Servicio de Vida Silvestre de Kenia, pudo limpiar y vendarle la herida; la trató con antibióticos y la cubrió con arcilla verde para que no se diera otra infección.

Se cree que tenía tres semanas de haberla sufrido. Si hubiera pasado otra semana más sin ser tratado, el resultado habría sido fatal, dice el Dr. Poghon: “El pus entra en la cavidad abdominal y lo mata”.

Este elefante fue devuelto a su manada y se espera que pueda recuperarse por completo, pero los animales más jóvenes, como Simotua, no pueden cuidar de sí mismos.

En cambio, son trasladados a uno de los “orfanatos” de la organización, en Nairobi e Ithumba, donde cuidadores especialmente capacitados como Julius Letoyia y Benjamin Kyalo se ocupan de ellos, y los alimentan con hasta 24 litros de leche al día.

Letoyia ha estado criando elefantes huérfanos durante 16 años, y se ve como un padre adoptivo para los animales: “Aquí hacemos el papel de madres”, dice.

Kyalo trabajaba como mecánico cuando hizo una visita al refugio de elefantes y se enamoró de los animales. Inspirado en lo que había visto, solicitó un empleo.

“Cuando fui a mi entrevista, me dijeron ‘Ponte un uniforme y los elefantes te entrevistarán’”, dice. “Fue ahí cuando realmente entendí que los elefantes pueden leer los corazones de los humanos”.

Johti, una elefante de 44 años juega con su bebé recién nacido en el zoológico de Ostrava, en República Checa.

Una vez los elefantes rescatados como Simotua se recuperan de sus heridas, ellos son rehabilitados y se les enseña a vivir en su hábitat natural nuevamente; la organización ha liberado a unos 200 animales en el transcurso de los años.

Sin embargo, la lucha puede ser cuesta arriba… para los elefantes y sus cuidadores.

“El dolor, la situación en la que se encuentra ha sido ocasionada por seres humanos”, explica Julius Shivenga. “Así que ganarse la confianza del elefante es muy difícil”.

Hasta ahora, Simotua se encuentra bien, disfruta de la compañía de otros elefantes huérfanos, deambula por los matorrales y se da baños de lodo y tierra con ellos.

Debido a su corta edad, pasarán muchos años antes de que pueda valerse por sí mismo; hasta entonces, sus cuidadores harán todo lo posible para protegerlo.

Datos

  • El elefante africano se encuentra en 37 países
  • Se estima que sólo queden 400.000 especies
  • Tiene un peso de entre seis a ocho toneladas
  • El elefante asiático se encuentra en 13 diferentes países
  • Se estima que queden unos 40.000 ejemplares
  • Uno de cada tres elefantes asiáticos viven en cautiverio
  • Los elefantes machos tienen colmillos; las hembras, no