Nota de editor: Sturt W. Manning es el presidente del Departamento de Clásicos en la Universidad de Cornell. Las opiniones expresadas en este comentario son solamente de las del autor.
(CNN) - En el libro “El arte de la guerra”, Sun Tzu comenta que “todo el secreto radica en confundir al enemigo para que no pueda comprender nuestra intención real”.
ISIS está desarrollando esta lógica de manera obscena y seductora, haciendo uso de los medios de comunicación del mundo para cultivar su imagen primitiva y reclutar nuevos miembros.
Las hermosas y austeras ruinas del templo de Baalshamin en Palmira, en la Siria central, son las víctimas más recientes de una profanación cultural organizada, y los organismos como la UNESCO han reaccionado como ISIS esperaba, denunciándolo como un crimen de guerra. ISIS obtiene publicidad, atención, vilipendio.
Los medios de comunicación del mundo reaccionan y nosotros le damos a ISIS combustible para su reclutamiento y publicidad gratuita para que más antigüedades ilícitas pronto estén en venta en el mercado negro.
La destrucción y el saqueo del patrimonio de Siria e Iraq es a una escala industrial. La Syrian Heritage Initiative of the American Schools of Oriental Research (Iniciativa del patrimonio sirio de la Escuela Estadounidense de Investigación Oriental), entre otras, trata de documentar este saqueo y pérdida.
La verdad es muy poca en todos los sentidos. La destrucción de Baalshamin fue anunciada el lunes; ISIS publicó fotos el martes que supuestamente mostraban explosivos armados, una explosión y escombros. Pero otros reportes indican que la destrucción ocurrió hace un mes. Las imágenes publicadas horrorizan pero no documentan por completo.
Es casi como si la horrible y patética decapitación de Khaled al-As’ad –el octogenario experto en antigüedades en Palmira que al parecer se negó a darle a ISIS información sobre los tesoros de Palmira–, la semana pasada, no hubiera logrado la suficiente atención (o ingresos) y careciera del valor del impacto estético de la demolición de un templo de columnas.
Hay competencia y estafa, incluso en esta tragedia. Los anuncios de estas atrocidades y las posteriores declaraciones de verificación, provienen del débil gobierno sirio del dictador Bachar al Asad y forman parte de sus esfuerzos por parecer aceptable –como los opositores de ISIS y de la iconoclasia– y parte de la lucha contra el terrorismo.
“El enemigo de mi enemigo es mi amigo” llega a lo absurdo literal y peligroso cuando Occidente se encuentra que sus aliados de facto en esto son Hezbolá y otros improbables asociados que comprenden una agrupación chiíta contra los extremistas sunitas de ISIS.
A ISIS le gustaría borrar la rica historia de Palmira, así que vamos a hacer una pausa aquí para explorarla brevemente.
La ciudad, drásticamente recortada contra un telón de fondo del desierto, primero capturó la atención occidental a través del muy leído libro “The Ruins, or Meditations on the Revolutions of Empires” por Constantin Francois de Volney, y que inspiró incluso poesía, como “Palmyra” (1806) de Thomas Love Peacock’.
La ciudad, un oasis y nexo estratégico de comercio, estalló hacia una mayor prominencia cuando un cambio en las rutas comerciales trajo gran prosperidad además de construcción cívica, como parte del mundo romano en los siglos I y II. El emperador romano Adriano, incluso visitó alrededor del año 129, de lo cual dio fe una inscripción bilingüe del ahora destruido templo de Baalshamin.
Conocida como un hogar tolerante para diferentes religiones y grupos étnicos donde la cultura grecorromana y las culturas locales se fusionaron, Palmira se situó brevemente en el papel protagónico en la historia cuando sacó partido de un período de debilidad en los años 260 para revelarse bajo la reina Zenobia, para controlar casi un tercio del imperio romano en el 271.
Las reinas guerreras son esos personajes impactantes de nuestra historia centrada en el hombre occidental que impone y que necesariamente terminan mal. La violencia gráfica tampoco es nueva para la historia: el gobernador romano de Egipto, Probo, fue decapitado por las fuerzas de Zenobia. El emperador romano Aureliano se trasladó al este y conquistó Palmira; la ciudad se rebeló de nuevo y, esta vez, en el 273, Aureliano saqueó Palmira y su papel histórico como líder se apagó.
La ciudad era entonces la protagonista de menor importancia en los mundos bizantinos y árabes. De hecho, la reutilización de algunos monumentos, como por ejemplo el Baalshamin como iglesia, es la razón por la que estaban tan impresionantemente conservado hasta ahora. Timur (Tamerlán) saqueó la ciudad de nuevo alrededor del año 1400.
El oasis de Palmira es un lugar estratégico, por desgracia, casi esperando atención y, por lo tanto, el desastre. Por lo general, ISIS justifica la destrucción reclamando que el arte representativo es idólatra y que los objetos o estructuras religiosas preislámicas son sacrílegas. Busca destruir la diversidad y hacer cumplir la homogeneidad limitante. La evidencia de un pasado diverso y tolerante es anatema. De manera prosaica, las antigüedades saqueadas le proporcionan a ISIS fondos clave.
Dicha limpieza cultural merece una condena, pero lo que ISIS ansía es la atención. A lo que le teme es a los recuerdos y al conocimiento, lo cual le es imposible destruir. La respuesta del Occidente debería ser recordar y proporcionar recursos educativos para mantener vivas y disponibles las ricas y pluralistas historias de Siria e Iraq, especialmente para aquellos que actualmente están atrapados bajo el paraguas de ignorancia que ISIS hace respetar.
La ironía trágica para Palmira es que los escritores árabes vieron la revuelta de Zenobia como un precursor proto árabe de las conquistas musulmanas a partir del siglo VII. ISIS podría ni siquiera conocer su propia historia, pero como dijo Confucio, deberíamos “estudiar el pasado si quieres definir el futuro”.