Ahora, en lugar de cantar canciones de amor y pérdida, Xate Shingali  envía un grito de guerra contra el Estado Islámico.

(CNN) – “Nos rompieron el corazón, nos separaron y ahora vivimos sin esperanza”; la letra suena lastimeramente mientras la cantante Xate Shingali se presenta contra un telón de fondo de ondulantes colinas.

Pero la estrella de música tradicional no podría haberse imaginado cuán proféticas serían sus palabras, al reflexionar sobre la complicada historia del pueblo yazidí.

Solo un año después que esta canción fuera subida a YouTube, los combatientes de ISIS asaltaron la provincia de Sinjar en Iraq, hogar de la pequeña minoría yazidí del país, y desataron el terror en toda la región.

Ahora, en lugar de cantar canciones de amor y pérdida, Shingali envía un grito de guerra.

Ella ha dejado sus instrumentos y ha tomado armas para luchar en contra de quienes han sido acusados de cometer genocidio contra su pueblo, como la líder de la Brigada del Sol, una unidad conformada solo por mujeres de los Peshmerga, las fuerzas armadas kurdas.

Shingali dice que ella normalmente no aprobaría la violencia, pero que la brutalidad de los militantes islámicos no le ha dado otra opción a ella y a sus compañeras.

“No debería haber matanzas en el mundo”, dice. “El libro yazidí dice que debemos tener un corazón limpio. Todas las personas deben hacer esto”.

“Pero, ¿qué haces cuando necesitas pelear, cuando no hay nadie que te defienda a ti y a tu familia?”

ISIS considera a los yazidíes —monoteístas que creen que la Tierra ha sido dejada al cuidado de un ángel de pavo real— como adoradores del diablo, y los han sometido a una persecución a gran escala.

En agosto de 2014, miles de yazidíes huyeron de sus hogares luego de que los militantes atacaran Sinjar y les ordenaran que se convirtieran al Islam o se fueran; cientos de hombres fueron asesinados y muchas mujeres y niñas fueron secuestradas y vendidas como esclavas.

Las historias de las mujeres que lograron escapar, quienes trajeron consigo relatos aterradores de sus propias experiencias a manos de ISIS, generaron un sentimiento de furia en aquellas que fueron lo suficientemente afortunadas como para escapar.

Esa furia —y una determinación para tomar acciones, a fin de defender al pueblo yazidí— ayudó a inspirar a Shingali para que creara la Brigada del Sol.

Sus más recientes reclutas, jóvenes yazidíes, orgullosas con sus uniformes almidonados e impecables y con sus botas brillantes, tienen mensajes desafiantes para ISIS.

“Somos yazidíes. Somos mujeres. Y los destruiremos a ustedes y a cualquier persona que toque a nuestras mujeres y ensucie nuestras tierras”, le dice una de ellas a CNN.

“Somos Peshmerga y les sacaremos los ojos de cualquiera que toque a nuestras niñas”.

“Nunca podrán quitarnos nuestro honor”, insiste otra. “Nosotros liberaremos nuestra patria”.

Las miembros de la Brigada del Sol dicen que nunca pensaron que ellas se convertirían en soldados.

“Pero después de que Daesh llegó a Sinjar, dejamos nuestros trabajos, nuestras escuelas, lo dejamos todo”, explica una de las reclutas, usando el término despectivo en árabe para ISIS. “Esto no es sobre dinero o poder. Se trata de proteger nuestro cuerpo como mujeres”.

La Brigada del Sol actualmente está recibiendo entrenamiento básico. Aún no la pondrán en la línea de frente —esa decisión debe ser tomada por el gobierno kurdo— pero el plan es que apoye a las fuerzas kurdas con la esperanza de retomar el territorio que perdieron a manos de ISIS.

“Daesh nos tendrá miedo”, dice una de las mujeres, utilizando un nombre alternativo para el grupo terrorista. “Porque vamos a entrar como Peshmerga y lucharemos contra ellos directamente”.

Las mujeres no han sido probadas en batalla; la mayoría nunca había tenido un arma en sus manos antes de enrolarse. Pero no hay escasez de voluntarias.

“Muchas mujeres y niñas nos han contactado, con el deseo de unirse a nosotros”, dice Shingali. “Tienes que ir con su padre o madre, para que les den permiso, y ellos dicen ‘Ahí está mi hija; pueden llevársela a luchar a cualquier lugar’”.

“Todas las familias se sienten orgullosas porque su hija sea parte de los Peshmerga”.

Las soldadas aprendices dicen que se unieron “para salvar a nuestra familia, nuestra ciudad y nuestro cuerpo… para salvarnos a nosotras mismas. Las personas quieren matarnos, y nosotros queremos salvarnos a nosotras mismas”.

Ellas dicen que han experimentado cambios profundos por lo que ISIS hizo en sus países de origen y con su pueblo… y que están decididas a hacer que los militantes paguen por eso.

“Soy la hermana de las chicas que secuestraron, la hija de las madres que tienen cautivas”, dice una de ellas, en un mensaje dirigido a ISIS y a su líder, Abu Bakr al-Baghdadi.

“No soy la misma persona que era cuando Daesh entró a Sinjar. Soy Peshmerga. Quiero luchar, y liberar a nuestras hermanas y madres de sus manos inmundas”.

Y ellas insisten que no le temen a lo que podrían enfrentar en el campo de batalla: “No tenemos miedo”, dice una. “Nos sentiremos muy felices de usar el uniforme Peshmerga”.

Shingali también insiste en que no piensa en el riesgo de morir o resultar herida; ella tiene un solo objetivo: traer a casa a salvo a las mujeres que fueron secuestradas por ISIS y son objeto de violaciones brutales y un abuso terrible.

“Un día regresarás con tu familia”, les promete a las desaparecidas. “No nos rendiremos”.