Nota del editor: Michael Desch es profesor de ciencias políticas en la Universidad de Notre Dame y codirector del Centro para la Seguridad Internacional de la universidad. Las opiniones expresadas aquí son suyas.
(CNN) – El presidente Barack Obama aprovechó el hecho que tanto él como Vladimir Putin se encontraban en París para las conversaciones multilaterales sobre el clima para darle al presidente ruso algunos consejos estratégicos sobre la intervención militar rusa en Siria. El consejo es particularmente oportuno dado que Turquía, un aliado estadounidense de la OTAN, derribó un avión ruso la semana pasada, cerca de la frontera entre Turquía y Siria.
“Pienso que el Sr. Putin entiende que dado que el asunto de Afganistán aún está fresco en la memoria, el hecho de simplemente quedar envuelto en un conflicto civil inconcluso y paralizado no es el resultado que busca”, dijo el presidente Obama.
Sin duda, este es un buen consejo. Sin embargo, me pregunto si nosotros mismos deberíamos seguirlo. Después de todo, si estamos hablando de las recientes intervenciones militares, es difícil ver cómo nuestras nefastas experiencias en Iraq, Afganistán o Siria pueden hacer que el presidente Obama crea que tenemos un mejor sentido de estrategia para esta parte siniestramente complicada del mundo que su contraparte en Moscú.
Cierto, Obama era escéptico a la intervención original de Estados Unidos en Iraq en el 2003, y prudentemente aceptó retirarse en el 2011 cuando el régimen pro-Irán de Nuri al-Maliki en Bagdad nos mostró una oportunidad para hacerlo. Pero ahora parece estar reconsiderando el hecho de haberse retirado y lentamente está regresando a personal militar de Estados Unidos para ayudar a contener al gigante de ISIS en la “tierra entre los ríos”. Sin duda, debimos aprender de nuestra intervención que mientras tengamos la presencia de un gran número de tropas estadounidenses en tierra podemos mantener la unidad y ese éxito solo durará mientras estemos dispuestos a permanecer allí.
Recuerda, en Afganistán, la administración de Bush expandió una guerra justificable para derrocar a al Qaeda y sus huestes talibanes en un ejercicio masivo para edificar una nación e intentar convertir un estado históricamente rebelde y débil en una democracia funcional. Es como construir un castillo en la arena.
Sin embargo, en lugar de reducir las pérdidas de Estados Unidos, el presidente Obama duplicó sus propias tropas en el 2009 y luego se retiró, para lograr una retirada completa de las fuerzas estadounidenses a finales del 2016. Pero si Afganistán no puede funcionar sin la importante presencia de la milicia de Estados Unidos, es difícil ver cómo podemos considerar el aumento efectivo del 2009.
Mientras tanto, en Siria, la administración de Obama fue barrida en la euforia de la Primavera Árabe, y decidió animar un movimiento opositor naciente anti-Bashar al-Assad. Sin embargo, aunque nadie puede negar que al principio habría sido preferible que el régimen minorista de Assad quede fuera de las páginas de la historia, ¿acaso habríamos pedido que fuera reemplazado por algo peor, como ISIS?
Desafortunadamente, en vez de tener una idea clara en cuanto al probable curso de la rebelión en contra de Assad, continuamos persiguiendo la engañosa esperanza de una oposición siria “moderada” para reemplazar a Assad. Lamentablemente, si existe alguno, además de los kurdos —otro grupo minoritario que seguramente no puede gobernar al resto del país— aún no lo hemos encontrado. Posiblemente es porque no existe.
Putin, por su parte, acusó esta semana a Turquía de apoyar a ISIS en Siria. Por supuesto, esa acusación no es justa, pero no cambia el hecho de que las fuerzas anti-Assad, las cuales están siendo apoyadas por el gobierno del presidente Recep Tayyip Erdogan, son apenas más moderadas que ISIS. Ese es el dilema que nos rehusamos a enfrentar al buscar que cambie el régimen, como parte de la solución de la crisis Siria: “más moderado” no es lo mismo que “moderado”.
El martes se anunció que Estados Unidos volverá a desplegar su presencia en tierra, tanto en Iraq como en Siria, y el secretario de Defensa, Ash Carter, dijo que estaremos enviando “una fuerza expedicionaria enfocada en el objetivo” que incluirá más ataques en Iraq. Sin embargo, es difícil armonizar la propia historia turbulenta de este país en la región con consejos ofrecidos a Putin y otros en relación a qué deberían y no deberían estar haciendo.
En pocas palabras, es difícil imaginar que el presidente Putin quiera consejos de Obama sobre la estrategia rusa en Siria. Tampoco estoy seguro de que él realmente los necesite… el presidente ruso no es democrático y él no permite que las sutilizas de las leyes internacionales y diplomacia se interpongan en su camino.
Sin embargo, todo esto también plantea una pregunta interesante e importante… ¿quién tiene una visión más realista de la situación en Siria? Obama cree que es posible derrotar a ISIS y deshacerse de Assad; Putin entiende que esas dos metas, cada una quizás conveniente, tienen muy pocas probabilidades de suceder simultáneamente. Quizás Siria sea es uno de esos problemas que requieren un realismo despiadado e inescrupuloso para pensar con claridad.
Vladimir Putin tiene eso en abundancia. Barack Obama carece de ello por completo.