(CNN)– Parece casi pintoresco, realmente, volver al principio de esta campaña presidencial cuando la cuestión era si Chris “solo siéntate y cállate” Christie era un gran bully para convertirse en presidente. Al parecer, el temperamento era un requisito.
O incluso volver al escarnio de 2008 de Hillary Clinton contra Barack Obama cuando dijo que no estaba preparado para ser presidente y tomar esa llamada telefónica de las 3 a.m. acerca de una crisis de seguridad nacional. La experiencia y la profundidad del conocimiento también era un problema.
Pero esa es historia antigua. De alguna manera, las ideas del temperamento y la experiencia han sido superadas por el deseo –al menos según las encuestas, hasta el momento, en la contienda del Partido Republicano– por lo que pasa como una demostración de fuerza, desatada por convencionalismos e independiente de la complejidad. Donald Trump, el favorito indiscutible, es el rey soberano, sin importar las soluciones a medio formar, como en: los musulmanes están tratando de matarnos, así que mantengámoslos afuera. Los inmigrantes ilegales están “violando” y tomando nuestros puestos de trabajo, así que vamos a mantenerlos fuera. La civilidad –a la que ahora se refieren como corrección política– está arruinando nuestra conversación nacional, así que abandonémosla.
El cliché es que las elecciones presidenciales están por cambiar, y eso es verdad. Solo que este puede que sea un cambio radical.
Esto no es algo inesperado, de la nada. Los estadounidenses están verdaderamente asustados, y tienen buenas razones. Según nuestras encuestas de CNN, casi dos terceras partes creen que es probable que ocurra un acto de terrorismo en el país… y esa encuesta fue tomada antes de la matanza de San Bernardino. El 81% está convencido de que los terroristas están aquí, que viven entre nosotros… una conclusión completamente racional.
Aún más importante –y aquí está la clave para el reino de Donald Trump– es que los votantes creen que el sistema político, incluyendo (y quizá sobre todo) al presidente, ha fracasado completa y absolutamente en cuanto a controlar, o incluso aparentar tener una estrategia para la seguridad. ¿Y por qué se culparía a alguien por pensar eso? 78% dice que la respuesta de Estados Unidos frente a ISIS no ha sido lo suficientemente fuerte, y un número ligeramente más pequeño dice que cuando de hecho tomamos medidas (en Iraq y Siria), fracasamos. Y esto no es solo entre los republicanos: la mayoría en ambos partidos dice que Estados Unidos ha sido ineficaz en su respuesta frente a la amenaza terrorista. Esta no es una trama nueva.
Así que esta historia particular en un año electoral tiene todo lo siguiente: votantes marginados y frustrados. Un presidente ineficaz. Un nivel de miedo público que ha estado creciendo a un ritmo constante al menos durante un puñado de años. Un estallido de ira contra el sistema político que colapsa, el ‘establishment’ y los medios de comunicación, y Trump que aparece en el escenario como una visión que emerge de las nubes: el caballero oscuro de nuestra política.
Donald Trump no es ningún tonto. Él es un oportunista experimentado. Él sabe muy bien que ha entrado en un vacío de liderazgo que existe en la política estadounidense, y que ha existido desde hace algún tiempo: ¿Por qué el público estadounidense debería de mostrar algún respeto frente a sus instituciones cuando estas han estado fracasando?… ¿cuando el Congreso no puede legislar ni comportarse siquiera?… ¿cuando el presidente –elegido con tantas esperanzas– deja de inspirar, conectar o incluso explicar la estrategia?…¿cuando otros que contienden por la presidencia a menudo parece como cortados con la misma tijera, solo que con distintos moldes?
Trump se burla de los convencionalismos y juega con los temores. Pero al menos por el momento, no importa. En un gran campo de candidatos del Partido Republicano, el núcleo sólido de apoyo a favor de Trump entre una tercera parte de los republicanos –una minoría– es suficiente como para mantenerlo en la parte superior, y a cualquier republicano que se haya postulado le gustaría tener sus números. A raíz de su última maniobra –una propuesta vaga para mantener a los musulmanes fuera del país hasta que “los representantes de nuestro país puedan averiguar lo que está pasando” es pura grandilocuencia con el propósito de congregar a los fieles–, él probablemente obtendrá una sacudida en las encuestas. Jeb Bush se refiere a ella como “trastornada”. Sus compañeros republicanos también arremeten contra ella, en diversos grados.
Pero, por ahora al menos, solo están golpeando gelatina… esperando a que no rompa el molde.