Casas se extienden a lo largo del canal Nyhavn en Copenhagen.

(CNN) – Abre un periódico cualquier día, aquí en esta pequeña nación europea conocida por sus altos impuestos, generosos servicios gubernamentales y sus obstinadamente felices ciudadanos, y seguramente encontrarás un artículo sobre la elección presidencial de Estados Unidos.

Los daneses están siguiendo la contienda con un increíble nivel de entusiasmo e interés, en parte porque Bernie Sanders, uno de los candidatos líderes para la nominación demócrata, no deja de hablar de ellos.

Sanders ha adoptado orgullosamente la etiqueta de un “demócrata socialista”, y ha señalado a Dinamarca como un modelo de su visión de un futuro estadounidense ideal.

En Dinamarca, hay una interpretación muy diferente de lo que significa “libertad”… ellos han recorrido un largo camino para terminar con la enorme ansiedad que se deriva de la inseguridad económica.

En un debate presidencial presentado por CNN en octubre, Sanders habló de Dinamarca y de los estados escandinavos que lo rodean, cuando se le pidió describir qué significaba para él “socialismo democrático”.

“Creo que debemos ver a países como Dinamarca, como Suecia y Noruega”, dijo Sanders, “y aprender sobre lo que han logrado para su gente trabajadora”.

“No somos Dinamarca”, respondió Hillary Clinton.

La afinidad del senador por la sociedad danesa se remonta años atrás. En el 2013, después de acompañar al primer ministro danés en un recorrido de su estado natal de Vermont, Sanders escribió un ensayo elogiando el modelo del gobierno.

“En Dinamarca, hay una interpretación muy diferente de lo que significa ‘libertad’”, escribió Sanders, argumentando que Estados Unidos podría aprender de la forma en que los daneses han “avanzado para ponerle fin a la enorme ansiedad que se deriva de la inseguridad económica”.

“En lugar de promover un sistema que permite que unos pocos gocen de una enorme riqueza, ellos han desarrollado un sistema que garantiza un robusto estándar mínimo de vida para todos, incluyendo a los niños, los ancianos y discapacitados”, añadió Sanders.

Aunque los daneses se sienten alagados por toda la atención, ellos quieren asegurarse de que el cariño por parte de Sanders no confunda a la gente y crea que ellos también se describen como “socialistas”. Sanders ha aclarado que su socialismo democrático no es el mismo “socialismo” en el sentido tradicional de una economía totalmente controlada por el gobierno. Pero eso no ha impedido que los líderes daneses se aseguren que no se cree una falsa idea de su propio sistema.

“Me gustaría dejar algo en claro”, dijo el primer ministro danés, Lars Lokke Rasmussen, recientemente en un discurso en la Escuela de Gobierno Kennedy de Harvard. “Dinamarca está lejos de una economía socialista planificada. Dinamarca es una economía de mercado”.

Pero es un mercado con muchas diferencias al de Estados Unidos. Todos los ciudadanos daneses tienen acceso a guarderías, a licencias médicas y por paternidad en el trabajo que son garantizadas por el estado, educación universitaria gratuita en la que los estudiantes reciben un pago por parte del gobierno durante su inscripción, asistencia médica gratuita y pensiones generosas, todo lo cual es apoyado por Sanders.

De hecho, “gratuito” es la palabra equivocada para describir estos servicios. Los daneses pagan unos de los impuestos más altos del mundo, incluyendo un 25% en todos los bienes y servicios, una tasa de impuesto marginal de casi el 60%. La tasa de impuesto más alta en Estados Unidos, en comparación, es menor al 40%.

Pero hay aspectos del modelo danés que nunca podremos ver en la plataforma política de Sanders. Como una pequeña nación que depende en gran medida del comercio, Dinamarca impone tarifas mínimas a los bienes extranjeros. Los negocios aquí solo están ligeramente regulados. La tasa de impuesto corporativa es mucho más baja que en Estados Unidos, el cual tiene una de las más altas del mundo. Ni siquiera hay un sueldo mínimo en Dinamarca, aunque muchos de los trabajadores tienen altos salarios en parte debido a la fuerza de los sindicatos. Y en los años anteriores, los votantes daneses eligieron un gobierno de centro-derecha, el cual ha estado estableciendo reformas que han impuesto fuertes restricciones al acceso a la red de seguridad de hace mucho tiempo.

Los cambios recientes han atraído la atención de los comités de expertos conservadores y libertarios norteamericanos que clasifican la libertad económica alrededor del mundo. Durante los últimos años, estudios llevados a cabo por la Fundación Heritage, el Wall Street Journal, el Instituto Cato y el Canadian Fraser Institute han clasificado a Dinamarca como una economía más libre que la de Estados Unidos.

“Existe la idea de que regulamos fuertemente la sociedad con una economía cerrada. La verdad es lo opuesto”, dijo Bo Lidegaard, el director ejecutivo en jefe de Politiken, uno de los principales periódicos en Dinamarca. “Si por socialista quieres decir regulado, restrictivo, el individuo no tiene la libertad para hacer lo que quiera, eso no es lo que tenemos aquí. Tenemos una sociedad en la que los individuos posiblemente son más libres en comparación a otras sociedades porque el gobierno está asegurando que el contrato social sea comprensible”.

En términos puramente semánticos, pocos políticos daneses se calificarían hoy en día como “socialistas” —incluso un “socialista democrático”— como Sanders lo ha hecho. La palabra ha caído en desuso en las últimas décadas.

“Cuando escucho a Bernie Sanders hablar de sí mismo como un socialista democrático, de cierto modo esa algo al estilo de la década de 1970”, dijo Lars Christensen, un economista danés conocido aquí como un crítico directo del modelo de su tierra natal. “Los principales partidos políticos de centro- izquierda y centro-derecha podrían oponerse al propósito de Bernie Sanders en cuanto a las regulaciones por ser demasiado izquierdista”.

¿Podría Estados Unidos adoptar el modelo danés?

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Tal como Sanders lo ha reconocido, las diferencias entre Estados Unidos y Dinamarca son notables. En muchos sentidos, el éxito de Dinamarca depende de su pequeño tamaño. El país tiene una población de solo 5,6 millones de habitantes —casi la misma extensión de Minnesota— y su territorio tiene una extensión de 41.400 kilómetros cuadrados, aproximadamente la mitad del tamaño de Carolina del Sur. En comparación, Estados Unidos tiene una población de más de 300 millones de habitantes y abarca un poco menos de 10 millones de kilómetros cuadrados.

A diferencia de la diversa población de inmigrantes de Estados Unidos, Dinamarca es étnicamente homogénea —casi el 90% tiene ascendencia danesa, de acuerdo con el ministerio danés de Asuntos Sociales e Integración— lo cual permite que el consenso político sea más fácil que en Estados Unidos.

“Creo que este sistema solo es posible porque esencialmente somos iguales”, dijo Christensen. “Tal vez si quisieras introducir un esquema como ese en Utah, podrías hacerlo. Pero hacerlo en todo Estados Unidos, creo que es completa y totalmente imposible por el simple hecho de que los estadounidenses son todos muy diferentes”.

Los ciudadanos daneses también parecen tener un nivel de comodidad y confianza más alto en su gobierno que en Estados Unidos. Tendríamos que esforzarnos mucho para encontrar a un político tradicional danés que estuviera de acuerdo con el axioma de Ronald Reagan de que “las nueve palabras más aterradoras en el idioma inglés son “I’m from the government and I’m here to help” (Pertenezco al gobierno y quiero ayudar).

Aunque los estadounidenses tienen un profundo sentido de desconfianza en el gobierno, el cual fue grabado en el alma de la nación en la Declaración de Derechos, los daneses simplemente no consideran el tamaño de su gobierno como una receta para la tiranía.

“La pregunta no es cuántos impuestos pagas o qué tan grande es tu gobierno, sino si este funciona”, dijo Lidegaard. “Es si recibes retribución por tu pago. Nosotros pagamos muchos impuestos, pero recibimos mucho a cambio”.

Los daneses también participan en el proceso democrático en una escala inaudita para Estados Unidos. Más del 85% de los ciudadanos daneses participaron en las elecciones nacionales generales en el 2015; solo el 55% de los estadounidenses fueron a las urnas en el 2012.

Un sistema desafiado por un mundo cambiante

Sanders también podría tener preocupaciones sobre la forma en que Dinamarca ha manejado la crisis migratoria en Europa.

Aunque Dinamarca está acostumbrada a que los medios internacionales alaguen su red de seguridad y que de forma consistente las organizaciones de investigación lo clasifiquen como uno de los países con los ciudadanos más felices del mundo, el gobierno ha sido severamente criticado por la forma en que ha manejado la reciente ola de migrantes que ha surgido de la guerra del Medio Oriente.

Por miedo a que los miles de refugiados que llegan a la Unión Europea desde Iraq y Siria puedan amenazar su sociedad, el gobierno danés ha tomado severas —y controvertidas— medidas para disuadir a los migrantes de establecerse en su país.

El movimiento más problemático tuvo lugar cuando el gobierno aprobó una ley que le otorgaría al estado el derecho de tomar las posesiones que valieran más del equivalente de 1.500 dólares de los refugiados que se establecieran en Dinamarca y que buscaran ayuda del gobierno. La ley incluye separar los objetos que “tienen un valor sentimental especial”, pero la reacción crítica por parte de los grupos de derechos humanos fue rápida y sancionaban la medida.

La ley también aumenta el número de años en que los refugiados podrán llevar a sus familiares al país, y dificultó aún más el proceso para obtener la residencia permanente. La aprobación de la misma surge en medio del crecimiento del Partido Popular Danés del ala derecha, el cual le ha dado prioridad al combate de la inmigración.

“Existe una contradicción inherente entre el estado de bienestar en el que toda tu vida pagas impuestos para obtener cobertura —salud, gastos sociales, etc.— y, luego, estar en el país como inmigrante solo parte de tu vida”, dijo Lidegaard. “El problema con la ley —y hay una— es que está tratando de enviar un mensaje: inmigrantes en Europa, no vengan aquí. No vengan a Dinamarca. El mensaje enviado de ese modo es un estúpido mensaje para enviar. Ese es el propósito de la ley. No es una medida práctica”.

Antes de la ley, el Ministerio de Inmigración, Integración y Vivienda de Dinamarca publicó anuncios en árabe e inglés en los periódicos del Líbano, donde vive más de un millón de refugiados sirios, advirtiéndoles a los inmigrantes que Dinamarca será un lugar poco acogedor para ellos.

El miedo, por lo general, es que la cultura extranjera que llevan los refugiados podría no alinearse con las costumbres tradicionales danesas y perturbe la receta que permite que el estado de bienestar sea posible.

“Existe un límite sobre cuántos migrantes podemos acoger de diferentes culturas que no hablan el idioma y qué tan rápido podemos convertirlos en ciudadanos que sean parte de la sociedad para que puedan funcionar y contribuir a la riqueza de nuestra sociedad”, dijo Lidegaard. “Entonces, ahora estamos más enfocados en cómo integrar a los recién llegados. Cómo convertimos a los migrantes en ciudadanos que son parte de la producción, parte de las contribuciones y que ayuden a pagar la cuenta”.

Los daneses nos están observando

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Aunque los daneses participan de forma entusiasta en sus propias elecciones, la cantidad de tiempo que invierten viendo y discutiendo nuestras elecciones es un fenómeno que debemos contemplar.

“Las políticas estadounidenses son realmente populares en Dinamarca”, dijo Anders Agner Pedersen, un periodista danés que es editor de Kongressen, una agencia de noticias enfocada exclusivamente a las políticas estadounidenses para la audiencia danesa. “Prácticamente está en las noticias todos los días”.

Pedersen, quien se ha mantenido despierto toda la noche viendo los debates presidenciales estadounidenses y las primarias estatales desde Dinamarca, está inundado de reservas en la televisión danesa y programas de radio para explicar el proceso de elección y analizar la contienda diaria. Recientemente presentó lo que pensó que sería una pequeña sesión en un salón para discutir las primarias en un restaurante de Copenhagen y se sorprendió cuando más de 100 daneses acudieron para informarse sobre la política estadounidense.

“Ustedes, presentan un espectáculo bastante bueno”, dijo sobre el proceso de elección estadounidense.

Sanders no es el único candidato del que los daneses están hablando. Donald Trump es una fuente de constante fascinación —y posiblemente de cierto terror— en la región nórdica. En enero, cuando tres niños pequeños que se autodenominaban “niños libres de Estados Unidos de América” se vistieron de rojo, blanco y azul e interpretaron un número de canto y baile sobre Trump en una de sus concentraciones en Florida, el video se disparó en las redes sociales danesas.

Y solo este mes, Ted Cruz arrasó con los medios daneses cuando sugirió que Donald Trump estaba tan trastornado que podría lanzar una bomba atómica en Dinamarca. Los daneses se sintieron desconcertados: ¿Por qué nosotros?

A medida que la campaña avanza con Donald Trump aún muy arriba en las encuestas, su éxito se está comenzando a convertir en una preocupación aquí.

“Al inicio creí que era una broma. Luego nos dimos cuenta de que la gente estaba votando por Trump”, dijo Jonas Pedersen, un estudiante de medicina de la Universidad de Copenhagen. “Que algunas personas de hecho podrían votar por Trump y que en el mismo país algunos podrían votar por alguien a quien le gusta el sistema que tenemos en Dinamarca, eso realmente dice algo sobre Estados Unidos”.