Al final, Marco Rubio ganó solo en un estado, Minnesota, además de Washington D.C. y Puerto Rico, y su noche final de campaña fue un desastre completo.

Nota del editor: Errol Louis es el presentador de “Inside City Hall”, un programa político emitido todas las noches en NY1, un canal de noticias de Nueva York. Las opiniones expresadas en este comentario son suyas.

(CNN) – El senador Marco Rubio se veía tan sorprendido como sus seguidores al ver cómo colapsó por completo su campaña presidencial. “No está en el plan de Dios que yo sea presidente en el 2016, o tal vez nunca”, le dijo a una multitud de unos 1.000 seguidores mientras suspendía su contienda presidencial.

No sé qué papel jugó el Todopoderoso, pero es evidente que el equipo Rubio careció de un plan coherente y una organización política que funcionara para vender su visión a los votantes. Y eso resultó ser fatal.

Muchos analistas, y el mismo Rubio, podrían atribuir sus muchas pérdidas a un ardiente enojo entre los votantes que están optando por Donald Trump y evitar a toda costa a un funcionario tradicional electo. Eso sin duda es parte de la imagen… pero Rubio infringió muchas de las normas políticas de hace mucho tiempo y pagó el precio por ello.

En un viaje a Iowa a principios de enero, me sorprendió ver que Rubio, prácticamente el único entre los principales candidatos a la presidencia, no tenía casi nada en cuanto a oficinas de campo. La campaña, en cambio, solo tenía un puesto en los suburbios, muy distante de la accesible zona de Des Moine, donde otros candidatos establecieron su oficina.

Esto no fue por casualidad o accidente, sino una decisión deliberada por parte de la campaña. Según las funestas palabras del subdirector de campaña, Rich Beeson, en octubre pasado (palabras que seguramente lo perseguirán): “Los días en los que debías tener 50 empleados y 25 oficinas de campo se han acabado. Podemos tener una oficina de campo y empleados establecidos en un Starbucks con conexión inalámbrica y hacer lo mismo que haríamos en una oficina física con teléfonos fijos”.

Los políticos escépticos señalaron el error de inmediato. Como lo señalara un experto en datos de FiveThirtyEight.com: “De acuerdo con la investigación en ciencias políticas, Rubio evita el establecimiento de una campaña en tierra a su propio riesgo. …Tocar a las puertas puede incrementar el número de votantes en casi el 10%, y las llamadas telefónicas efectivas pueden animar a un 4% adicional de votantes a acudir a las urnas. Sin una oficina de campo en una área, a los candidatos les resultará mucho más difícil traducir estas tácticas en una victoria”.

El equipo de Rubio no le prestó atención al consejo, invirtiendo dinero en anuncios de televisión en Iowa en lugar de hacerlo en las operaciones de campo. La teoría, como lo describió el director de campaña Terry Sullivan al New York Times, era que “más personas en Iowa ve a Marco en ‘Fox and Friends’ que los que ven a Marco cuando está en Iowa”.

Mientras tanto, el senador Ted Cruz atravesaba los 99 condados del estado, abrió múltiples oficinas y organizó a miles de voluntarios para tocar puertas, modelando conscientemente los esfuerzos que usó el senador Barack Obama, al abrir 34 oficinas de campo en Iowa y cuidadosamente utilizó sus esfuerzos de operaciones en tierra para alcanzar una sorpresiva victoria en el 2008.

La organización de Cruz al estilo de Obama lo llevó a la victoria en el estado, mientras que Rubio terminó en tercer lugar.

La campaña de Rubio en realidad nunca abandonó su teoría errónea, incluso cuando se hizo evidente que Donald Trump podría monopolizar la cobertura de noticias y hacer más difícil que la estrategia de Rubio impulsada por los medios de comunicación se consolidara. Rubio terminó en quinto lugar en Nuevo Hampshire y quedó excluido de ganar algún delegado en Carolina del Sur, un estado donde el equipo de Rubio había prometido terminar en primer lugar.

Al final, Rubio ganó solo en un estado, Minnesota, además de Washington D.C. y Puerto Rico, y su noche final de campaña fue un desastre completo: Rubio terminó en último lugar en cuatro de los cinco estados en los que se llevaron a cabo las primarias y fue aplastado por más de 20 puntos en su estado natal, perdiendo todos los condados en Florida, a excepción de Miami-Dade.

Los oponentes conservadores de Rubio le adjudicarán su pérdida a las relaciones amigables del joven senador con los donantes y los líderes del partido en un momento en que los votantes desconfían de cualquier cosa que esté asociada con la clase dirigente.

Pero la verdad es que su estrategia impulsada por la televisión lo habría llevado a la derrota sin importar cuál fuera el mensaje.

No importa cuán elegantes se vuelvan nuestras pantallas y aparatos, no hay sustituto para un buen contacto anticuado de vecino a vecino y que el candidato se presente en persona. Si Rubio ha aprendido esa lección, aún puede tener un brillante futuro con los votantes que no lo rechazaron, mientras se preguntaban quién realmente era él.