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Nota del editor: Juan Hernández es estratega republicano, fundador del Centro de Estudios Estados Unidos-México de la Universidad de Texas, autor de The New American Pioneers y analista político de CNN en Español.

Soy hispano, soy republicano, y me avergüenza que Donald Trump declare ser lo segundo.

Trump se presentó el ultimo supermartes el pasado 7 de junio con un discurso menos incendiario pero no perdió oportunidad para lanzar otro ataque contra los hispanos, insinuando que algunas mujeres han enterrado a sus hijos por causa de los migrantes. Terminada esa jornada me encontré con algunos colegas republicanos, hijos de mexicanos, que parece que tienen mala memoria. Me cuesta trabajo creerlo, pero hubo incluso quién pidió mi opinión sobre la posibilidad de que trabajáramos a favor de la candidatura de Trump. Especialmente para ellos, ofrezco estas reflexiones.

¡Qué pronto se les olvidó que estamos ante el candidato americano más racista de toda la historia!

Bien pronto se les olvidó que cuando se refirió a nuestros familiares mexicanos los llamó violadores, traficantes de drogas, criminales. Perdón, pero ¿ya no les cala?

Muy pronto han olvidado que ha prometido levantar un muro en la frontera entre México y Estados Unidos y que, además, pretende obligar a México a pagarlo. Qué manera de cancelar de antemano todo nexo con México y anular el Tratado de Libre Comercio. ¡Qué insultante al socio número dos de EE.UU.!

Qué pronto olvidaron el desprecio de Trump por las personas con discapacidad, a quienes, en la persona del periodista Serge Kovaleski del diarioThe New York Timesagredió en noviembre pasado durante un evento de campañaimitando burdamente los movimientos involuntarios que le genera la atrogriposis que padece.

Qué rápido olvidaron que ha llamado cerdas, perras y animales repugnantes a las mujeres y que se ha burlado groseramente de la pre candidata republicana Carly Fiorina, de quién expresó “¡Mira esa cara! ¿Acaso alguien votaría por eso?”  ¡Vaya! ¿No les parece misógino?

Qué pronto han olvidado su solución para abatir el terrorismo: “Volaría todo en pedazos. Volaría las refinerías. Volaría los oleoductos. Volaría cada pulgada”, dijo en noviembre de 2015 durante un discurso en Iowa. Y prometió “mandar al Estado Islámico al carajo a base de bombazos”. ¡Caray! por más esfuerzos que hago para no ser pesimista, el único escenario que puedo vislumbrar es una masacre.

¿Ya olvidaron que pretende crear una base de datos para controlar a todos los musulmanes en EE.UU.? [Trump propuso prohibir de forma temporal la entrada de musulmanes a EE.UU.] ¡Cielos! Como si a ese grupo le hiciera falta ser etiquetado y generar en su contra un odio en el que sigan pagando justos por pecadores.

Fue terrible el suceso que acabamos de atestiguar en Orlando contra una discoteca gay y qué mal hizo su trabajo nuestro gobierno actual al no detener al autor de la masacre cuandoel FBI ya investigó en 2013 y 2014 por sucesos que lo relacionaban con intereses terroristas. Pero la estrategia no puede basarse en etiquetarlos a todos, exacerbando el odio contra cualquiera cuyo origen sea musulmán, como pretende Donald Trump, quien para colmo se ha “felicitado por tener la razón”, al referirse a tan doloroso atentado. ¿No es en verdad demasiado, colegas republicanos?

Y ¿qué decir de su despreciable descalificación hacia el juez Gonzalo Curiel? Su buen juicio lo puso en tela de duda porque sus padres son originarios de México. ¿Eres descendiente de mexicanos? Para Trump, ¡tu juicio y tu carácter están en duda!

Recuerdo como un profesor me decía que Shakespeare era el conjunto de todos los libros escritos por y sobre él. Pues Trump es el conjunto de disparates espetados con ironía, desprecio, burla, desfachatez, autoelogio, amenaza y descaro. Sus discursos revelan un egoísmo enfermo, en donde el centro de su atención es él mismo, a tal grado, que se atreve a señalar “Yo podría estar parado en medio de la Quinta Avenida y disparar contra alguien, y no perdería ningún votante”,   y responde con un soberbio “yo le gano a China todo el tiempo. Todo el tiempo”, cuando se le cuestiona sobre política exterior.

No, amigos. No podemos ser como el líder de la Cámara Baja, Paul Ryan, quien por un lado reconoce que los comentarios de Trump son racistas “de libro de texto” pero le manifiesta su apoyo. No seamos como el senador Marco Rubio y el gobernador Chris Christie que como candidatos atacaron a Trump por sus polémicos comentarios pero ahora lo halagan. Seamos congruentes con nuestros principios como lo son los dos expresidentes Bush, Michael Reagan (hijo del presidente Ronald Reagan) y los excandidatos Mitt Romney y Jeb Bush quienes se niegan votar por Trump aunque sea el candidato de su partido.

Colegas republicanos, espero que el recuento anterior les ayude a recordar  y, una vez que encuentren junto conmigo las razones, únanse a esta vergüenza convertida en acciones de rechazo. Entre que otras posibilidades se nos presentan (y estoy seguro que sí se presentarán),  no olvidemos tantas razones por las que nos es imposible apoyar a Trump y trabajemos juntos en un mismo sentido: #NeverTrump.