Nota del editor: Michael D’Antonio es el autor del nuevo libro The Truth About Trump (La verdad sobre Trump). Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN) – El columnista del New York Times David Brooks dice que el candidato republicano a la presidencia parece tener “múltiples trastornos de la personalidad”. Michael Bloomberg prefiere dar a entender que él no está “cuerdo”. Y el multimillonario Mark Cuban llamó a Donald Trump “completamente demente”.
Aunque difícilmente es una expresión técnica cuando se trata de la salud mental, el comentario de Cuban refleja la preocupación general por la estabilidad del candidato republicano a la presidencia. Trump ha inspirado esa especulación a lo largo de su campaña para presidente, la cual comenzó con una perorata tipo monólogo sobre los inmigrantes indocumentados, llamando a muchos violadores, narcotraficantes y asesinos. Luego procedió a dar bandazos de una presentación extrema a la otra, rechazando la posibilidad de hacerse “presidencial” y sonando la alarma de todo el espectro político.
Pero luego de que 16 oponentes en las primarias republicanas no pudieron detener el impulso de Trump, la idea de que está loco pareció errónea. La palabra “loco” evoca a una persona que está tan plagada de ideas delirantes, o quizás alucinaciones, que no tiene hace sentido en absoluto.
Considera su éxito, tanto antes como durante su búsqueda de la presidencia, y es difícil argumentar que Trump sufra de una visión tan profundamente distorsionada de la realidad.
De hecho, siempre ha demostrado un profundo conocimiento de cómo la sociedad estadounidense adora la celebridad y premia a aquellos que pueden atraer el centro de atención y mantener su enfoque. Desde la década de 1970, Trump ha ganado ese juego. Ambicioso, centrado en sí mismo y aparentemente carente de moral, Trump se convirtió en una de las personas más famosas del mundo, muchas veces multimillonario, y ahora, el candidato de uno de los dos principales partidos políticos en Estados Unidos para la presidencia de los Estados Unidos.
Clave del éxito
Trump estableció claramente el momento en que se dio cuenta de la clave del éxito. Era el año 1964 y, a los 18 años de edad, acompañó a su padre a la ceremonia de apertura del puente de Verrazano-Narrows de Nueva York. Se dio cuenta de que el principal responsable de esta pieza estupenda de la ingeniería, Othmar Ammann, estaba presente, pero era ignorado por los políticos y otros oradores. Llegó a la conclusión de que Ammann era demasiado débil como para aprovechar el crédito que se merecía y se prometió que él nunca sería convertido en el “tonto de nadie”.
Poco en la formación de Trump superó el conjunto de valores que lo guiaron hacia adelante desde ese día en el puente. En el ejemplo de su padre, Fred, vio a un hombre que trabajaba siete días a la semana para acumular riqueza a través de negocios de bienes raíces y conexiones políticas.
En la escuela militar a la que asistió antes de la universidad nada importaba más que la competencia y ganar, y a medida que Trump dominaba a sus compañeros, avanzó en las filas. El fundamento de su educación religiosa provino del predicador Norman Vincent Peale, autor del popular libro The Power of Positive Thinking. Peale le enseñó que Dios premia a los luchadores con riqueza y que ese alto estatus era la prueba de la superioridad espiritual de un hombre o una mujer.
Para cuando construyó su famosa torre en la Quinta Avenida de Nueva York, Trump ya había asentado una visión coherente con la trágica realidad imaginada por el filósofo del siglo XVII Thomas Hobbes, quien advirtió que la humanidad podría descender en una “guerra de todos contra todos” en la cual el miedo reinaría a medida que los individuos competían por los recursos limitados.
“El hombre es el más vicioso de todos los animales”, dijo Trump a la revista People en 1981, “y la vida es una serie de batallas que terminan en la victoria o derrota”. Un ejemplo inmediato y siniestro de lo que espera a los perdedores en estas batallas se produjo ese mismo año con la muerte de su hermano mayor, Fred, quien era un bebedor empedernido.
A pesar de que la adicción tuvo muchas causas, a la vista de Donald, Fred fue una víctima de la competencia, de acuerdo con Donald Trump: The Candidate. Dijo: “Nuestro entorno familiar, la competitividad, era negativo para Fred”.
Durante toda su vida, Trump ha expresado la creencia de que ganar es lo que importa y que perder es un destino que debe evitarse a toda costa. Trump siempre ha utilizado cualquier medio necesario para conseguir lo que quiere, sin reconocer que apostarlo todo no siempre es necesario y que a veces puede hacerle daño. Esto se debe a que su visión de la humanidad es extremadamente oscura. Como me dijo en una entrevista: “En su mayor parte, no se puede respetar a la gente porque la mayoría de la gente no es digna de respeto”.
¿Loco como un lobo?
Si Trump está loco, entonces está loco como un zorro… o tal vez un lobo. Trump es más lobo que zorro. Los zorros viven en pequeños grupos familiares o por su cuenta. Los lobos son generalmente considerados como más sociales y jerárquicos. Los lobos alfa utilizan muestras de fuerza para dominar y comandar en un entorno de considerable estrés y lucha. Trump, que marca su territorio —edificios, productos, aviones, etc— con su nombre en letras gigantes, es un macho dominante que exige lealtad absoluta y considera que el éxito es la prueba de la superioridad.
Para él, como el lobo alfa, cualquier muestra de debilidad, como una disculpa o una admisión pública de error, puede significar su caída y la pérdida de todo lo que le importa.
Si visitas a Trump en su guarida en la Torre Trump, verás a un macho alfa trabajando. Los asistentes y ejecutivos de Trump son infaliblemente respetuosos a su alrededor, pero agresivos cuando combaten en su nombre. Después de que Ted Cruz le negó su respaldo en la convención del partido republicano, el abogado de Trump, Michael Cohen, llamó al senador un “bebé llorón” que debe ser expulsado del partido.
Cuando un padre cuyo hijo murió en Iraq criticó las declaraciones del candidato contra los musulmanes, el longevo asesor de Trump, Roger Stone, dijo que Khizr Khan era un intento de un “agente de la Hermandad Musulmana” de ayudar a la candidata demócrata Hillary Clinton, aunque más tarde abandonó esa afirmación. Como uno de los estafadores sucios de Richard Nixon en 1972, Stone ha asesorado a Trump en la política desde al menos 1987. Bien conocido por su retórica y tácticas extremas, Stone no está más loco que Trump. Su carrera incluso incluyó un periodo como socio de una firma con el actual director de campaña de Trump, Paul Manafort.
En los días transcurridos desde que Khan criticó a Trump en un discurso en la Convención Nacional Demócrata, él y su esposa, Ghazala, han ganado creciente apoyo de otros padres de soldados muertos en acción y muchos republicanos que se irritaron por las respuestas de Trump a sus críticas.
En su respuesta inmediata al discurso de Khan, Trump ofreció su habitual agresividad de lobo alfa. Sugirió que Ghazala Khan no había hablado en la convención porque fue silenciada a causa de su fe musulmana. Ella explicó que estaba demasiado agobiada por el dolor como para decir algo. En respuesta a la declaración de Khizr Khan de que “usted no ha sacrificado nada ni a nadie”, y cuando se le preguntó si había hecho sacrificios, Trump señaló, de forma ineficaz, los empleos que había creado como hombre de negocios.
Atrapados en los “dimes y diretes”, Trump no tomó los consejos que le ofrecieron sus compañeros republicanos que lo instaron a cambiar de tema y dejar de hablar de los Khan. Recurrió a Twitter el lunes por la mañana para quejarse: “El Sr. Khan, que no me conoce, me atacó con saña desde el escenario de la convención nacional demócrata y ahora está en todos lados en televisión haciendo lo mismo. ¡Bien!”. Minutos después Trump intentó cambiar de tema, una táctica que ha funcionado en el pasado, al tuitear: “Esta historia no es sobre el Sr. Khan, que está por todos lados dando entrevistas, sino sobre el terrorismo islámico radical y que Estados Unidos actúe de manera inteligente”.
Khan apareció en el programa de CNN New Day, en el que llamó a poner fin a la discusión, diciendo: “No queremos continuar. Ese no es nuestro estilo”.
¿El secreto para luchar contra Trump?
A pesar de que puede no haber buscado una pelea con Trump, Khan ha demostrado ser uno de sus críticos más eficaces. Los métodos habituales de Trump, tan efectivos cuando son usados contra políticos de toda la vida, no pudieron despachar a un hombre que lo criticó, no por razones políticas, sino con base en los valores y la moral.
En su discurso ante la convención demócrata, Khan no descendió al nivel de Trump llamándolo loco, ni tampoco lo desafió como hombre de negocios. Ello habría sido engancharse con su oponente en su propio terreno. En lugar de eso, Khan cuestionó si Trump había leído alguna vez el documento fundacional de la democracia estadounidense, la Constitución, y se ofreció a prestarle su copia, que sacó de su bolsillo y sostuvo en el aire.
El domingo, Khan fue un paso más allá al decir que Trump tenía un “alma negra”, que carecía de una “brújula moral” y que no tenía la “empatía” necesaria para dirigir. También dijo que esperaba que la familia de Trump “le enseñara alguna empatía”.
Cuando hizo un llamamiento a la familia de Trump para enseñarle un poco de empatía, Khan demostró que podía reconocer la humanidad de su antagonista, y mientras lo hacía, reveló la verdadera deficiencia de Trump. El hombre no es irracional, o loco, sino que está atrapado en su propio impulso de imponerse dominando a los demás.
Antes de Khizr Khan nadie había demostrado a Donald Trump que había valores antagonistas, como la moral y empatía, que pueden ser desplegados en contra de su voluntad de poder.
Trump no fue avergonzado por bancarrotas masivas, por el escándalo sexual que acabó con su primer matrimonio o por el alboroto que se produjo cuando rebajó a Megyn Kelly después de uno de los debates republicanos. Esa es la razón por la que Trump dijo, en medio de la campaña por las primarias, que él podía “dispararle a alguien en la Quinta Avenida” y no perder votos. Pero Khan ha tenido éxito donde otros han fallado porque no es un lobo, sino un ejemplo de lo que Robert Wright llama El animal moral, en su libro de 1994.
Khan ha sacado a Trump del lugar donde se siente cómodo y lo ha expuesto a la intemperie y, al menos por ahora, él no sabe cómo ganar la lucha.