Nota del editor: Brad Riley es el fundador y presidente de iEmphatize, una ONG que combate los crímenes contra los niños, con un enfoque preventivo. Su programa de empoderamiento juvenil les da herramientas a jóvenes y adultos para reconocer los problemas de la explotación. Las opiniones aquí expresadas son solo suyas.
(CNN) – En todo Estados Unidos hay un movimiento que prioriza la prevención del tráfico de personas en nuestras comunidades. Colegios, programas de servicio para la juventud, servicios de corrección de menores, hogares de grupo y otros espacios orientados a los jóvenes han empezado a reconocer su enorme potencial para empoderar a la juventud y permitirle mantenerse a salvo de la explotación.
Porque nuestros jóvenes están experimentando esos abusos ahora, tenemos que priorizar la prevención ahora. Tenemos que prevenirlos antes de que crezcan. Y si queremos erradicar la explotación definitivamente, hay que atacar las raíces del problema.
La explotación y el tráfico humano no son solo problemas criminales, son culturales. Si fueran solo criminales podríamos delegar nuestra reacción a las autoridades policiales. Sin embargo, nuestros aliados en las fuerzas policiales dicen que nunca podremos salir así del problema. Ese acercamiento es reactivo, pero necesitamos ser proactivos. Estos problemas solo cambiarán cuando nuestras comunidades redoblen sus esfuerzos para asegurar que puedan prevenirse.
Viendo a través del disfraz
Los explotadores, incluyendo a los traficantes, usan la manipulación psicológica como su principal forma de control. Se acercan a las vidas de niñas y niños vulnerables a través de redes sociales, en persona en lugares como el colegio y el centro comercial y a través de las relaciones que los jóvenes tienen establecidas con sus familias y comunidades.
Los explotadores logran conocer las debilidades de los niños y jóvenes para convertirse en la persona que ellos quieren tener en su vida. Una vez que se ganan la confianza, comienza la explotación.
iEmphatize está comprometida con prevenir que ocurran esos crímenes contra nuestros jóvenes y con darles una alternativa distinta a la del crimen. Nuestra fuente de prevención, el Programa de Empoderamiento Juvenil, les da herramientas a jóvenes y adultos para que tengan una conversación que necesitan tener, justamente en los espacios que comparten.
Hemos identificado cinco ‘disfraces’ que una persona que busca explotar a alguien podría usar para ganarse la confianza de su víctima.
- El impostor. Alguien que pretende ser algo que no es, como un novio, una hermana mayor, un padre, etcétera.
- El proveedor. Alguien que se ofrece para encargarse de las necesidades de la persona, como el vestuario, la comida y el lugar donde vivir, o de sus deseos, como tener los mejores celulares y carteras, asistir a las mejores fiestas, etcétera.
- El que promete: Alguien que promete acceso a grandes cosas, como un trabajo increíble, un elegante estilo de vida, viajes, etcétera.
- El protector: Alguien que usa el poder físico o la intimidación para proteger (pero también para controlar) a una persona.
- El castigador: Alguien que usa la violencia y las amenazas para controlar a una persona. Cuando los disfraces anteriores ya se han agotado, un explotador suele convertirse en este último personaje para mantener el control.
El programa no sólo ayuda a los jóvenes y adultos a reconocer esos disfraces sino que les enseña a los jóvenes cómo cultivar relaciones sanas y auténticas que permitan que tengan una vida exitosa en el futuro.
El poder de la empatía
Como músico, cuando tenía 20 años o algo así, fui invitado a ser mentor de un acercamiento con rap y hip hop a miembros de pandillas de Nueva York y jóvenes en riesgo. Muchos de ellos habían sido explotados bajo la forma del reclutamiento, y a medida que iba conociendo sus historias, deseaba haberlos encontrado antes de que hubieran caído en el crimen.
Nuestros jóvenes experimentan situaciones que no pueden controlar y los victimarios se aprovechan de ello para tomar ventaja. A medida que aprendíamos de las formas de presión y atracción de los demás, comenzábamos un intercambio de empatía. Nos hicimos amigos, empezamos a colaborarnos mutuamente y a ponernos en los zapatos del otro.
Para entender la empatía hay que compararla con la apatía y la simpatía. La apatía es la indiferencia frente al sufrimiento de alguien. Conduce a un estancamiento social que hace que los problemas que enfrentamos como comunidad sean prácticamente imposibles de resolver. La simpatía es sentirse mal por el sufrimiento de otros. Pareciera ser una buena respuesta, pero sentirse mal por alguien no arregla el problema porque no es algo activo. La empatía, en cambio, es una respuesta activa al sufrimiento de los otros. No podemos resolver la explotación y el tráfico humano mirando para otra parte. Sólo podremos combatirlos si participamos de la solución.
Tanto niños como niñas necesitan entender los deseos y presiones de los otros. Las mismas presiones que pueden hacer que una niña sea vulnerable a la explotación pueden hacer que un niño lo sea también. Ambos pueden ser víctimas. Ambos pueden convertirse en los victimarios. En ambos casos, llevar una conversación con base en la empatía ayuda a niños y niñas a entender y empatizar con el otro.
Podemos lidiar con la injusticia en nuestras comunidades poniendo sacos de arena hacia abajo y reaccionando al problema, o podemos usar de manera intencional estrategias hacia arriba, antes de que el problema se agrave.
La buena noticia es que cuando la explotación se encuentra con una comunidad de empatía, pierden la apatía y la explotación, y la justicia gana. En las próximas décadas, veremos al problema de la explotación infantil y nos tendremos que preguntar: ¿Atacamos las raíces del problema para proteger a nuestro jóvenes?