Una nueva “relación especial” entre Estados Unidos y Gran Bretaña ha nacido: se trata de la amistad entre Donald Trump y Nigel Farage, el principal impulsor del brexit.
Ambos hombres convirtieron la insatisfacción de los votantes en un triunfo electoral.
Farage lo hizo en el hoy impopular brexit, con el que Reino Unido salió de la Unión Europea; y Trump lo hizo al ganar la presidencia de Estados Unidos.
Ambos hombres se identificaron el uno al otro como compañeros de armas durante todo el camino. Tanto que en un reciente evento de campaña Trump les dijo a sus seguidores: “Vamos a hacer algo muy especial. Será muy especial. Será un día increíble. Será conocido como el súper súper súper brexit”.
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La misma gente que no esperaba el triunfo del brexit se burló. Hoy, ambos —tanto Farage como Trump— deben sentirse reivindicados.
Hace 70 años Wisnton Churchill, en su famoso discurso de “la cortina de hierro”, acuñó una nueva frase calificando la relación entre Reino Unido y Estados Unidos como una “relación especial”.
‘Almas gemelas’
Luego del voto por el brexit, Trump y Farage vieron un tipo de sinergia transatlántica diferente: una en la que el mensaje político de ambos podría alimentarse mutuamente.
Al aparecer en un evento presidencial con Trump, Farage le dijo a las multitudes republicanas exactamente lo que les dijo a los británicos antes del brexit: “Recuerden que todo es posible si la cantidad suficiente de personas decentes están preparadas para enfrentarse al establecimiento”.
Trump y Farage son almas gemelas. Ambos han galvanizado una oleada de sentimientos anti establecimiento y la han convertido en un cambio para definir una era.
Ambos le han hablado a aquellos que han sentido que una élite liberal los ha marginado.
En Reino Unido, Farage fue durante una década una voz alternativa que pocos en el establecimiento tomaban en serio. Su Partido Independiente de Reino Unido (UKIP) siempre se vio fracturado y frágil. Muchos creían que él nunca iba a pasar de ser un candidato más.
Trump también fue subestimado; el éxito de Farage pudo haberle dado esperanza al magnate de Nueva York. Con el líder del UKIP de su lado, Trump dijo en un evento de campaña: “pronto me llamarán Mr. Brexit”.
Haciendo campaña juntos, Farage le dio a Trump más municiones para su carrera a la Casa Blanca, diciéndoles a sus seguidores cómo Obama había ido a Reino Unido dos meses antes de que se votara el brexit, instando a los británicos a que votaran en contra de Farage: “nos trató con altivez, nos trató como si no fuéramos nada”.
Mensaje común de miedo
Para los dos hombres el mensaje que resonó fue el de miedo, de los inmigrantes, de la élite política, de expertos, de estar olvidados en un desconocido mundo posindustrial donde la fuerza cuenta menos que el cerebro y el trabajo de todo el mundo puede ser subcontratado.
Ambos hombres engatusaron y acorralaron al electorado con medias verdades y mentiras. En la victoria, Farage se apresuró a decir que uno de los los eslóganes de campaña del brexit —una devolución de 350 millones de libras de la Unión Europea una vez Reino Unido dejara el bloque— era mentira.
La “relación especial” de Churchill con Estados Unidos era acercar a los dos países para hacer de Europa y Estados Unidos un lugar seguro en el incierto periodo de la Guerra Fría.
Ni Trump ni Farage —que dejó la política inglesa tras el brexit— tienen una fracción de la experiencia política de Churchill. El mundo, sin embargo, está entrando de nuevo en un territorio desconocido, acumulando amenazas e incertidumbre.