Marrakech (CNN) – La energía renovable está despegando en Marruecos.
En el 2014, el país abrió la planta eólica más grande de África, avaluada en 1.400 millones de dólares, ubicada en la ciudad de Tarfaya, en el suroeste del país.
En febrero del 2016, encendió el primer complejo de la planta de energía termosolar más grande del mundo, Noor-1, ubicada a las puertas del desierto del Sahara. Cuando toda la planta esté en funcionamiento, en el 2018, iluminará un millón de hogares y hará de Marruecos una superpotencia solar.
Y aunque el país sigue dependiendo mucho de la importación de energía (90% en el 2013, de acuerdo con el Banco Mundial), planea que para el 2020 el 40% de su energía sea de fuentes renovables.
Por todo esto, Marruecos es ahora la sede de la cumbre anual de cambio climático de Naciones Unidas, la COP22, que se lleva a cabo en Marrakech.
Reducir el consumo de energía
Marruecos ocupa el séptimo lugar en el Índice Mundial de Resultados contra el Cambio Climático del 2016 y es el único país no europeo en el top 20.
Además, es uno de los únicos cinco países que han logrado una calificación “adecuada” por sus esfuerzos para mantener el calentamiento debajo de los 2°C en el llamado Climate Action Tracker.
Este dato no es menor, pues todavía ningún país ha alcanzado la calificación de “ejemplo a seguir”, así que la calificación “adecuada” es por ahora la mejor posible.
¿En qué momento se convirtió Marruecos en líder de la lucha contra el cambio climático? ¿Cómo ha sido posible?
“Empezamos por una pregunta: ¿cómo podemos reducir nuestro consumo de energía?”, le explica a CNN el director de la Agencia Nacional para el Desarrollo de la Energía Renovable y la Eficiencia Energética, Said Mouline.
“Marruecos es un país muy dependiente de energía. En el 2009, ese consumo ascendió a 10.000 millones de dólares”.
Por eso, en el 2011, Marruecos modificó su Constitución para incluir el desarrollo sostenible, dejó de subsidiar combustibles fósiles para hacer más competitivas a las fuentes de energía renovable y le abrió las puertas a la inversión privada relacionada con energías no contaminantes.
La clave es la eficiencia
“La transición tiene dos caminos y el de las energías renovables es solo uno de ellos. El otro es el de la eficiencia energética. Los dos deben desarrollarse al tiempo”, dice Mouline.
Una acción clave es reducir el despilfarro: la empresa estatal de energía, ONEE, comenzó un programa para reemplazar los viejos bombillos incandescentes en las casas de Marruecos por 10 millones de lámparas fluorescentes compactas (CFL, por sus siglas en inglés), que son mucho más eficientes.
Para compensar el costo inicial -las CFL valen seis veces más que los bombillos tradicionales- la empresa permite que los usuarios las paguen a plazos a través de la factura que, por sí misma, ya llega más barata por la eficiencia en el gasto de energía.
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente calcula que solo con hacer ese cambio en el 40% de los hogares, el consumo de energía caería un 20%, lo que a su vez reduciría en 2,74 millones de toneladas la emisión de CO2 para el año 2021, tanto como lo que se crearía con el consumo de 308 millones de galones de combustible, de acuerdo con la calculadora verde de la Agencia de Protección Medioambiental de Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés).
Como parte de sus esfuerzos para construir un futuro más verde, Marruecos también comenzó ya a hacer la transición a energía renovable de sus 15.000 mezquitas y en julio pasado prohibió la producción, venta y uso de bolsas plásticas, de las cuales utilizaba 3.000 millones cada año.
Un gran impulso para la economía
Mouline, que también es miembro del Comité Directivo de la COP22, asegura que la eficiencia energética es la forma más barata que tienen los países de cumplir con las metas trazadas en el histórico acuerdo de París, que se firmó el año pasado.
“El Gobierno se trazó varias metas ambiciosas. El 52% de nuestra capacidad energética debe provenir de fuentes renovables para el 2030 y para esa misma época tenemos que mejorar en un 20% la eficiencia energética de todos los sectores: transporte, vivienda, agricultura. Eso significa que si nuestro consumo de energía se duplica para el 2030, queremos consumir el 20% menos que eso. Queremos dejar de desperdiciar y malgastar la energía”, asegura.
Y Marruecos podría funcionar solo con energía limpia (o verde, como también se le dice) para el 2050, de acuerdo con un estudio de la Universidad de Stanford, realizado en 139 países.
Eso representará cerca de 3.500 millones de dólares para la economía del país y permitirá la creación de unos 88.000 puestos de trabajo permanentes, según el estudio.
Un ejemplo para África
En uno de los eventos sobre energía solar en África llevados a cabo en la COP22, los esfuerzos de Marruecos fueron puestos como ejemplo de cómo el continente subsahariano puede capitalizar el hecho de ser una de las zonas con mayor radiación solar del mundo, incluso si la energía solar solo representa el 0,5% de la producción total de energía en esa zona.
El evento también destacó los esfuerzos del Banco Mundial y de la Corporación Financiera Internacional para invertir 1.600 millones de dólares en proyectos de energía solar, hidráulica y geotermal en todo el continente.
Según Mouline, la transición será inevitable: “Estamos cambiando, en todo el mundo. El año pasado, por primera vez se invirtió más dinero en energías no contaminantes que en combustibles fósiles. Mira cuántos empleos, almacenamiento de energía y movilidad eléctrica se ha creado”.
La planta eólica de Marruecos en Tarfaya, que produce 850MW, ha creado también una nueva industria en el país, dado que el 70% de los repuestos de las turbinas son fabricados allí mismo, con mano de obra local.
“La electricidad es solo una parte de una gran estrategia”.
Seguridad hídrica
Dado que el 78% de Marruecos pertenece a desierto o zonas secas, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el país enfrenta retos especiales en su lucha contra el cambio climático.
“En la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, en 1992, Marruecos fue uno de los primeros países en ratificar el acuerdo sobre biodiversidad, desertificación y cambio climático”, dice Abdelâdim Lhafi, Alto Comisionado para el Agua, los Bosques y la Lucha contra la Desertificación de Marruecos.
“Mucho antes de 1992, comenzando en los años 60, existían sólidas políticas públicas sobre el agua y Marruecos tiene ahora cerca de 140 embalses, con una capacidad de almacenamiento de 18.000 millones de metros cúbicos, algo crucial para un país que está siendo golpeado por sequías extremas”.
Debido al incremento en la demanda, los cambios demográficos y el turismo, algunas áreas del país enfrentan ahora escasez de agua. “Pero hemos progresado mucho en el uso del agua, especialmente en la agricultura, que absorbe el 85% de la oferta. Es por eso que estamos buscando nuevas tecnologías para las 1,2 millones de hectáreas irrigadas que tenemos, para preservar la seguridad alimentaria”, dice Lhafi.
“Hemos hecho mucho, pero todavía tenemos mucho por hacer en los años que vienen”.