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(CNN) – Si te llena de estrés encontrar los regalos perfectos para tu familia y amigos en esta temporada de Navidad, lo mejor será que les preguntes directamente lo que quieren. Al final, te ahorrarás muchos problemas: así lo afirma este nuevo estudio.
Incluso las personas mejor intencionadas a la hora de dar obsequios, no siempre terminan escogiendo lo que sus amigos o seres queridos realmente deseaban. Pero no es porque no lo hayan intentado lo suficiente: de hecho se trata de un dilema de “expectativas vs. realidad”, según los investigadores de la Universidad Carnegie Mellon y de la Universidad de Indiana.
Este escenario será bastante familiar para la mayoría de las personas.
Digamos que pusiste un montón de esfuerzo y tiempo en encontrar el regalo perfecto para tu pareja. Es costoso y significa algo importante sobre la relación de los dos. Piensas: “Esto realmente demuestra que lo (la) conozco”. Será una total sorpresa porque es un regalo que no pidió y no puedes esperar a ver su cara cuando lo abra.
Pero no consigues la reacción que te estabas imaginando. Tal vez, tu pareja se nota confusa o molesta o apenas te ofreció una sonrisa falsa.
¿Qué salió mal?
“Las personas escogen sus regalos esperando que quien los reciba se sienta lo más feliz posible en el momento del intercambio, pero los destinatarios prefieren obsequios que los hagan felices durante el uso o la propiedad del regalo”, explicó Jeff Galak, coautor del estudio y profesor de mercadeo en la Escuela Tepper de Negocios en Carnegie Mellon.
“Esta simple dimensión resume prácticamente todos los errores a la hora de dar regalos que se han documentado hasta la fecha”, añadió.
Dar vs. recibir
Galak y sus coautores sintetizaron todas las investigaciones existentes sobre dar y recibir obsequios para crear una reseña. Lo que descubrieron es que quienes entregan regalos se guían por normas autoimpuestas que no necesariamente concuerdan lo que sienten las personas que lo recibirán.
Las personas que dan obsequios creen que estos deben ser deseados, tangibles y costosos, así como una total sorpresa, de tal manera que reflejen al destinatario y simbolice su relación. Quienes lo reciben están esperando regalos factibles, experimentados y pedidos que vayan de acuerdo a sus intereses.
Cuando compran regalos, las personas se concentran en aquellos que se puedan disfrutar inmediatamente, como un pequeño ramo de rosas totalmente florecidas, en vez de un ramillete más grande de capullos que empezarán a florecer muy pronto. También les gusta dar regalos menores pero completos en comparación con los incompletos que pueden ser de mejor calidad: por ejemplo, una licuadora barata en lugar de contribuir a una máquina de primera línea.
Los regalos que implican experiencias, como boletos para un concierto, pueden resultar emocionantes para los destinatarios, pero los que dan creen que los obsequios materiales son más sustanciales y valiosos. La verdad es que para los receptores, el valor real de un regalo no necesariamente corresponde a su precio o a la consideración de quien lo haya comprado.
Galak ha vivido esto en carne propia. Cuando su hija nació, un familiar le regaló a él y a su esposa un babero marca Hermes, que costaba 255 dólares.
“Mi pariente claramente pensó que estaríamos increíblemente encantados cuando abrimos el regalo, pero no se le ocurrió que en realidad nos mortificaría usarlo”, explicó Galak. “¿¡Quién quiere que el bebé escupa y babeé un babero de 255 dólares?!”, señaló.
Galak aseguró que, a pesar de la buena intención del regalo, su familiar pudo haberles comprado un paquete barato de 10 baberos que pudieran usar una y otra vez. Pero el pariente prefirió un obsequio caro sobre uno mucho más útil.
El tabú de preguntar
Los destinatarios prefieren recibir algo que hayan pedido, pero a los que entregan los regalos les encanta el factor sorpresa o conseguir algo “especial”, aunque el receptor tenga un registro o una lista.
“Lo mejor que pueden hacer las personas que dan regalos es preguntarle al receptor qué quieren”, indicó Galak. “El problema es que en nuestra cultura hacer eso es un tabú. De alguna manera, parece que al indagar por lo que alguien desea te hace menos considerado. Sin embargo eso no es verdad. Los destinatarios son más felices con los obsequios que pidieron porque son cosas que, en realidad, quieren”, agregó.
Los investigadores también notaron que aunque los donantes prefieren los regalos socialmente responsables, como donaciones a una organización benéfica en nombre de alguien, los receptores no le encuentran el valor.
Pero no sólo quienes compran regalos son los culpables aquí.
“Es poco común que recibamos una retroalimentación honesta sobre los regalos que hemos dado. Así que la mayoría de nosotros no tiene ni la menor idea si nuestros obsequios en realidad les gustaron a quienes lo recibieron”, aseguró Morgan Ward, profesor asistente de marketing en la Universidad Emory Goizueta Business School. “Independientemente de lo que demos, la mayoría de los destinatarios responden con un ‘gracias’ y un ‘¡me encanta!’”, añadió.
En otras palabras, si realmente quieres una membresía para el gimnasio y tu amigo te compra una camiseta divina con tu animal favorito estampado, pero que no es de tu talla, lo mejor es ser honestos. Esa persona probablemente no quería darte un regalo incómodo que sugiriera que deberías hacer más ejercicio. Pero no le estás ayudando a sus futuras decisiones sobre obsequios emocionándote con la camiseta.
En últimas, las personas entregan regalos para fortalecer relaciones y hacerse felices mutuamente: la investigación lo comprueba. También es un comportamiento interpersonal que ha ocurrido durante siglos y a través de todas las culturas, explicó Ward.
“A través del intercambio de productos enviamos señales sobre nuestros vínculos, el modo en que nos relacionamos y sobre cómo seguimos conectados”, agregó. “Es importante destacar que el regalo no es sólo una compra individual para otro, sino que gira en torno a la selección de un elemento que señala temas importantes, sentimientos u obligaciones que existen en la relación. Estos elementos son más que objetos materiales, aunque declaraciones tangibles del papel que jugamos en la vida del otro”, concluyó.