Nota del editor: Dean Obeidallah, un exfiscal, es el conductor del programa diario de radio SiriusXM ‘The Dean Obeidallah Show’ y columnista de The Daily Beast. Síguelo @TheDeansreport. Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN) – La consejera presidencial Kellyanne Conway acuñó un nuevo término este domingo en la mañana cuando declaró que el secretario de prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, no estaba mintiendo sobre la magnitud de la multitud en la ceremonia de posesión del presidente Donald Trump. En su lugar, afirmó Conway, Spicer simplemente nos dijo “hechos alternativos”.
Es realmente gracioso que el equipo de Trump, tan vocalmente opuesto a la corrección política, esté ahora siendo políticamente correcto en la descripción de una mentira. Lo siento, Kellyanne, no le compro esa. “Hechos alternativos”, como Chuck Todd, de la NBC, tan exactamente lo expuso en su respuesta a lo dicho por usted al aire, “no son hechos, ¡son falsedades!”
Este asunto comenzó el sábado, cuando el muy sensible Trump visitó la CIA y, de pie frente al muro que rinde homenaje a los agentes de la CIA que sacrificaron sus vidas por nuestra nación, se jactó del tamaño de la multitud que había asistido a su posesión. Trump, después de destrozar a los medios de comunicación, le dijo a la audiencia de empleados de la CIA que parecía que “un millón y medio de personas” estaban ahí de pie animándolo.
El único problema con la declaración de Trump en la CIA son estas cosas fastidiosas llamadas hechos. Nadie puede decir con certeza cuál era el tamaño de la multitud. Además, las métricas objetivas, como el uso del transporte público de Washington, indicaban que la multitud que decía Trump era mucho más pequeña.
Al sufrimiento de Trump se sumaba, probablemente, un contraste visual que circuló en las redes y que comparaba el público que asistió a su posesión con el que se hizo presente a la primera toma de juramento de Barack Obama en el 2009, que demostraba claramente que las que las multitudes de Obama eran mucho más grandes, aunque hacían unos gélidos -6 grados centígrados. El clima durante la posesión del nuevo presidente fue más benévolo: estuvo alrededor de unos cuatro grados. Trump está tan obsesionado con ser el “mejor” que la mañana de este lunes tuiteó que su rating televisivo fue mucho mejor que el de Obama en el 2013. Por supuesto, no mencionó el hecho de que la posesión de Obama en el 2009 tuvo un rating demasiado más alto.
El sábado, el secretario de prensa de Trump, Sean Spicer, celebró su primera conferencia de prensa desde que Trump se posesionó en el cargo. Allí, Spicer le mintió al pueblo estadounidense. Spicer declaró sorprendemente: “Esta fue la audiencia más grande que alguna vez fue testigo de una posesión presidencial, punto”. Pues bien, como concluyó el sitio web no partidario Politifact, la declaración de Spicer fue una afirmación “falsa de toda falsedad”.
Momentos después de su declaración, Spicer estaba siendo atacado en las redes sociales. Algunos incluso le llamaron “Bagdad Bob”, en referencia a Mohamed Said Al Sahaf, un portavoz de prensa de Saddam Hussein que mentía tan abiertamente que era realmente risible.
Lo que nos lleva a la aparición de Conway este domingo por la mañana en “Meet The Press”, que fue como un sketch de Saturday Night Live llevado a la vida real. Allí estaba ella, diciendo que Spicer no mentía, sino que simplemente nos estaba ofreciendo “hechos alternativos”.
Pero incluso antes del discurso de Trump ante el personal de la la CIA, la primera conferencia de prensa de Spicer o los intentos de Kellyanne Conway de causar interferencias, el equipo de Trump ha tenido problemas con decir la verdad. Como notó Politifact, Trump hizo casi 200 declaraciones durante la campaña que fueron consideradas mentiras parciales o completas.
Pero muchos, incluso yo, esperábamos que Trump fuera honesto con nosotros una vez jurara como el cuadragésimo quinto presidente estadounidense. Al parecer, estábamos siendo ingenuos o esperando demasiado.
No aceptar mentiras como “hechos alternativos” es un tema que realmente debe trascender la política partidista. Si Trump y su gobierno van a seguir mintiéndonos, ¿cómo podemos confiar en la información que liberan? ¿Cómo podemos confiar en las declaraciones gubernamentales sobre temas como la tasa de desempleo, el crecimiento del PIB o el número de personas que se inscriben en programas oficiales como Obamacare?
Y otro asunto aún más preocupante: ¿Cómo podemos confiar en cualquier cosa de lo que el gobierno de Trump diga sobre cuestiones de seguridad nacional? Cuando los funcionarios de Trump nos dicen que saben quién cometió un ataque terrorista o que han eliminado a los terroristas, ¿cómo podemos creerle?
Todos los estadounidenses, especialmente los partidarios de Trump, deben exigirle a él y a su gobierno que siempre nos digan la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. No más fabricaciones, exageraciones o mentiras descaradas por parte de Trump o de sus funcionarios deben ser toleradas por cualquier ciudadano de este país, independientemente de su orientación política.
Y todos los que vivimos o nacimos en este país -incluyendo a los medios- debemos criticar las mentiras de Trump y nunca aceptar términos políticamente correctos para ellos como ese de “hechos alternativos”.
Cualquier cosa menos nos dejará con un gobierno en el que pocos estadounidenses pueden confiar. Eso representa un peligro real para todos.