(CNN) – Aunque Corea del Norte sigue estando cerrado a casi todo el mundo exterior, durante este viaje obtuvimos un inédito nivel de acceso a las vidas de los norcoreanos comunes y corrientes.

Estos hombres y mujeres fueron escogidos por nosotros, a pesar de que nuestros guías del gobierno tuvieron que trabajar muy duro para convencerlos de que le hablaran a un medio estadounidense.

Les preguntamos sus opiniones sobre el aislamiento de Corea del Norte y las penurias económicas que se viven en ese país, y lo que piensan sobre el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

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Y aunque casi siempre respondieron lo mismo —su única fuente de información son los medios estrictamente controlados por el Estado—, poco a poco hemos ido abriendo una puerta en sus vidas.

Esto difícilmente sería digno de mencionar en la mayoría de países, pero en Corea del Norte es algo que debe ser destacado. Nunca antes habíamos tenido esta libertad para reportear al interior de Corea del Norte, que en lo que tiene que ver con la prensa es una de las naciones más restrictivas que existen en el mundo. 

Hitos

Nuestro último viaje a Corea del Norte estuvo lleno de hitos. Hicimos el primer Facebook live para CNN desde las calles de la capital, Pyongyang, que duró más de 20 minutos.

Por primera vez, pude responder preguntas en vivo de los seguidores de las redes sociales de CNN, aunque estuviera dentro del país. Tuvimos permiso de fotografiar muchas locaciones con nuestra cámara de realidad virtual, incluyendo la Plaza Kim Il-sung, la exposición de flores de Kimjongilia, una escuela secundaria para huérfanos y una nueva clínica oftalmológica.

Esas piezas de realidad virtual serán lanzadas en las próximas semanas y permitirán que la audiencia de CNN experimente lo que es estar en esos lugares.

También tuve total libertad para publicar fotos y videos en redes sociales, incluyendo Instagram, Twitter y Facebook. Eso fue realmente extraordinario, para los estándares norcoreanos.

Una soldado presta guardia en Corea del Norte, el 16 de febrero del 2017. Aunque el servicio militar para las mujeres ha sido voluntario durante mucho tiempo, algunos dicen que el gobierno lo volvió obligatorio para fortalecer a las fuerzas armadas.

Tal vez la entrevista más reveladora del viaje fue la conversación que tuve con el economista y profesor de Corea del Norte Ri Gi Song.

Hablamos de las relaciones comerciales de Corea del Norte y China, del mercado clandestino que complementa lo que el sistema de distribución estatal no puede proveer e incluso de los trabajos mejor remunerados de Corea del Norte (mineros del carbón y otros trabajadores manuales).

Ri dice que los trabajos más exigentes físicamente tienden a pagar el doble que la mayoría del resto de trabajos, aunque no pudo revelar los salarios actuales. Nadie gana mucho si nos regimos por los estándares occidentales, dado que el PIB per cápita apenas supera los 1.000 dólares anuales y eso pone a Corea del Norte entre las naciones más pobres del mundo.

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Dos estatuas gemelas honran a dos fallecidos líderes de Corea del Norte, de la misma familia: Kim il-sung y Kim Jong-il. Los visitantes que llegan a Pyongyang suelen ser llevados a ese monumento para dejarles flores y rendirles un homenaje.

Gucci en Pyongyang

Fue surreal cuando visitamos tiendas por departamentos que vendían ropa y accesorios de diseñadores como Hermes, Versace y Gucci, entre otros. Fuimos a un café que vendía cada una taza de café moca a 8 dólares.

En la terraza de una de esas tiendas por departamentos de muchos niveles, llena de aparatos electrónicos y electrodomésticos de alta gama, había incluso una plazoleta de comidas que vendía desde platos coreanos (muy populares entre los habitantes) hasta hamburguesas y papas fritas típicas de Occidente (para nada populares entre los habitantes).

Me sorprendí de ver a cientos de personas con platos llenos de comida, algo muy distinto a la imagen de un país “hambriento” que está tan arraigada en la mente de muchas personas, dados los reportes de hambruna de hace dos años.

Por supuesto, no puedes extrapolar lo que es la vida en Pyongyang a lo que sucede en el resto del país. La capital es claramente una ciudad para mostrar y se queda con la mayor parte de los recursos.

Solo a los más confiables se les permite vivir y trabajar en la capital. Normalmente, no podemos ver por nosotros mismos cómo vive la gente afuera de la ciudad más próspera de Corea del Norte, donde Naciones Unidas, trabajadores humanitarios y desertores describen un panorama muy gris de la cotidianidad. Cada vez que viajamos a este país pedimos permiso para acceder a esas otras regiones, pero siempre nos lo han negado.

El símbolo del único partido político que existe en Corea del Norte -Partido de los Trabajadores de Corea- domina la fachada de un edificio del gobierno en Pyongyang.

Escuela para huérfanos

Como en visitas anteriores, nos llevaron en uno de esos “viajes turísticos” organizados por el gobierno a lugares que Corea del Norte quiere mostrarle al mundo, en un intento por probar lo que creen es la superioridad de su sistema socialista.

No pedimos ir a ninguno de esos lugares, pero se espera que los cubramos durante el tiempo que pasemos en Corea del Norte. Solemos tratar de entretejer esas experiencias en narraciones largas sobre el país, siempre poniendo en contexto que esos pequeños proyectos que brillan no representan la realidad completa de lo que es la vida en Corea del Norte.

En uno de esos viajes vistamos una nueva escuela secundaria para huérfanos, la mayoría de los cuales perdió a sus padres trabajando en minas de carbón, industrias y otras empresas del Estado.

Cerca de 70 estudiantes hicieron para nosotros una representación musical, durante la cual sentí una ola de tristeza sabiendo que todos habían perdido a sus padres. Algunos eran tímidos y tranquilos, pero otros mostraban enormes sonrisas y parecían genuinamente interesados en los extraños turistas extranjeros que visitaban su colegio.

Estos niños estudian en un colegio para huérfanos de Pyongyang que CNN visitó el 19 de febrero del 2017.

A los estudiantes se les exige que aprendan inglés y algunos fueron incluso lo suficientemente valientes como para hablar unas pocas palabras con nosotros.

Estaba claro que la calidad de vida de esos estudiantes era mucho mejor que la de la mayoría de norcoreanos. Se dice que el mismo líder supremo de la nación, Kim Jong-un, fue quien diseñó e inspeccionó el colegio, que tiene una piscina, laboratorios de computadores e incluso su propia planta generadora para garantizar energía y calor.

Nos contaron que Kim ordenó que al colegio se le suministrara mucha comida y útiles escolares para más de 500 niños. Me dijeron que todos consideran a Kim como su padre. Los están educando como servidores leales del gobierno. Y las habilidades profesionales que les están enseñando —como manejar, informática y cocinar— podrían ser sus trabajos para la vida.

Siempre soy consciente de que el Gobierno nos invita con la intención de usarnos para sus propósitos de propaganda. Solo se nos muestra lo mejor de lo mejor.

Corea del Norte es tal vez la historia más desafiante que he cubierto en 17 años de carrera periodística. Nada en ese país es simple, fácil o directo.

Siempre debes ser escéptico de lo que veas y de lo que experimentes.

El líder supremo de Corea del Norte, Kim Jong-un, supervisó los planes de construcción de este nuevo parque acuático en Pyongyang y ordenó que altos funcionarios probaran la seguridad de los toboganes.

Sin internet, sin llamadas internacionales

Llegué a Pyongyang dos días después de que Kim Jong-un probó un nuevo tipo de misil balístico de mediano alcance.

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Mientras nos registrábamos en el Hotel Yanggakdo, ubicado en una isla en medio de Pyongyang para evitar que turistas y visitantes paseen por la ciudad, veíamos las imágenes del lanzamiento del misil en la televisión estatal.

El lanzamiento, uno de docenas que Kim ha ordenado en los últimos tres años, se robó muchos titulares de medios internacionales porque fue el primero en ocurrir durante el gobierno de Trump.

El resto del mundo supo del misil en pocas horas. Pero los norcoreanos solo se enteraron de lo que había sucedido cuando se hizo el anuncio oficial en los medios estatales, al día siguiente.

Todo lo que ciudadanos ven y oyen es cuidadosamente examinado y aprobado antes de ser transmitido a los 24 millones de habitantes del país (o al menos a los que tienen electricidad y pueden ver televisión o escuchar la radio).

La gente común no tiene internet. Tampoco puede hacer llamadas internacionales. Los medios estatales son la única (y muy pequeña) ventana que tienen al mundo exterior.

Norcoreanos toman fotos con sus celulares inteligentes de una escultura en hielo de los misiles balísticos del programa nuclear de Corea del Norte.

Desde que son muy jóvenes, a los norcoreanos se les dice que viven bajo una constante amenaza de invasión por parte de Estados Unidos y que por eso se justifica la asignación de buena parte de los escasos recursos que tienen al programa de desarrollo de armas y misiles nucleares.

Por décadas, ese simple y efectivo mensaje propagandístico les ha permitido a tres generaciones de gobernantes de la familia Kim justificar la militarización del país y los controles más estrictos a sus ciudadanos.

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Ellos han perfeccionado cómo mantener el orden y el control tal vez mejor que cualquier otro régimen en la Tierra. Lo hacen manteniendo lejos al resto del mundo.

Corea del Norte se está abriendo lentamente, pero solo en sus propios términos.