(CNN) – La resaca brasileña tras su Carnaval anual es más que mala este año.
El país más grande de América Latina aún está atravesando la peor recesión de su historia. La economía de Brasil se contrajo un 3,6% en el 2016. Esa es sólo una ligera mejoría desde el 2015, cuando se contrajo un 3,8%, pero todavía lejos de ser buena. Es la recesión más grande del país con ocho trimestres consecutivos de contracción.
El desempleo alcanzó el 12,6% en enero. Hace un año era de 9,5%. En comparación, en el clímax de la recesión de Estados Unidos en el 2009, el desempleo alcanzó su punto máximo en 10%. Casi 13 millones de brasileños están sin trabajo.
A pesar de los indicios de una recuperación en curso, la vida no está mejorando para los brasileños comunes, dicen los expertos. “No parece que la recesión haya terminado en las calles de Brasil, pero hay mucho optimismo en las salas de juntas y en las filas del gobierno”, dice Brian Winter, vicepresidente del Consejo de las Américas.
Una investigación sobre una enorme trama de sobornos del gobierno ayudó a desencadenar la recesión mientras Brasil se preparaba para acoger los Juegos Olímpicos de 2016 en Río de Janeiro. Actualmente, instalaciones olímpicas como el emblemático Estadio Maracaná de Río se han convertido en “estadios fantasma” con asientos robados, campos de fútbol resecos y equipos destrozados. La recesión alimentada por la corrupción llevó en parte a la destitución de la expresidenta Dilma Rousseff. Políticos, multimillonarios y ejecutivos de empresas han sido encarcelados.
Una empresa brasileña envuelta en este escándalo, Odebrecht, fue penalizada con la mayor multa anticorrupción de la historia en diciembre, aceptando pagar al menos 3.500 millones de dólares a autoridades de Brasil, Suiza y Estados Unidos. El pago es una admisión de los ejecutivos de la compañía de haber violado la ley.
“Aunque no sin fallas, las investigaciones revelaron al país la naturaleza sistémica de la corrupción en Brasil. Los brasileños sabían intuitivamente que el problema existía pero no entendían cuán extenso era”, dice Paulo Sotero, director del Instituto Brasil en el Wilson Center en Washington DC.
El actual gobierno de Brasil, encabezado por el presidente Michel Temer, que asumió el cargo en mayo, sigue siendo profundamente impopular. La aprobación de Temer asciende alrededor del 10%. Cinco de sus ministros dimitieron debido a denuncias de corrupción, y la semana pasada su ministro de Relaciones Exteriores, José Serra, renunció citando razones de salud.
El gobierno de Temer aprobó una ley clave para poner un tope al gasto público, que se había disparado durante las dos presidencias anteriores. Aunque fue alabado por los economistas e inversionistas, hay un desprecio generalizado por parte de los brasileños que luchan en la pobreza y el desempleo.
Sin embargo, para disciplinar verdaderamente el gasto público, Temer está tratando de reformar el sistema de pensiones del país. Con una baja aprobación y las elecciones presidenciales en el horizonte en el 2018, los expertos sostienen que tal reforma será difícil de aprobar.
Pero hay señales de recuperación. La inversión extranjera, asustada por el escándalo de sobornos, ha vuelto. El mercado bursátil brasileño subió un 60% en los últimos doce meses en términos de dólares y su moneda, el real, se ha recuperado tras caer. El FMI prevé que la recesión de Brasil concluirá este año, pero que el crecimiento será inferior al 1%.
Shasta Darlington y Flora Charner contribuyeron a este artículo