Nota del editor: Jonathan Russell es jefe de política en Quilliam, una organización contra el extremismo con sede en Londres. Las opiniones expresadas en este artículo son de su propia responsabilidad.
(CNN) – Una consecuencia inmediata del ataque terrorista en Manchester el lunes por la noche es la escalada del nivel de amenaza terrorista en el Reino Unido a “crítica”.
Establecido por el Centro Conjunto de Análisis del Terrorismo (JTAC, por sus siglas en inglés), el nivel “crítico” significa que un ataque terrorista yihadista se espera de forma inminente. También significa que la Operación Temperer, que permite que hasta 5.000 militares apoyen a la policía en las calles británicas, se activará por primera vez.
Este es un punto de partida para Reino Unido. La primera ministra, Theresa May, ha recordado al público británico que debe permanecer vigilante, pero ha insistido en que no desea que la gente se alarme indebidamente.
¿Qué efecto tendrá esto? ¿Puede aprender Reino Unido de otros países que han adoptado enfoques similares antes? ¿Y qué más se necesita hacer para mantener a sus ciudadanos a salvo?
La primera cuestión es la de los recursos y la tranquilidad. Liberar a la policía para investigar a la red que posiblemente apoyó al atacante Salman Abedi, seguir varias pistas de inteligencia e impedir que ocurran ataques de imitadores son ciertamente un paso positivo.
Sabemos por la investigación, que ISIS dirige, habilita e inspira ataques en Occidente, pero muy rara vez hace un microcontrol o controla directamente las operaciones, por temor a ser descubierto.
La presencia de tropas armadas británicas retrasará de inmediato los esfuerzos de futuros ataques por parte de perpetradores y le dará a la policía y a los servicios de inteligencia mucho tiempo necesario para seguir pistas preciosas.
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Además, la presencia visible de “buenos chicos con armas” en las calles británicas tranquilizará a un público comprensiblemente temeroso de que las fuerzas de seguridad no tengan la ventaja ante la presencia percibida de “chicos malos con armas”. El país necesita liderazgo y la ira y la frustración están aumentando ante la impotencia del Estado contra estas amenazas asimétricas.
Se harán comparaciones con Francia, que ha estado en estado de emergencia desde los atentados de París en noviembre de 2015. Esto otorga a las autoridades más poderes, entre la prohibición de grandes concentraciones de masas, el establecimiento de toques de queda, el aumento de la vigilancia, el cierre de espacios públicos que puedan representar objetivos blandos para terroristas y llevar a cabo búsquedas domiciliarias sin supervisión judicial.
Este es un paso considerable con respecto a las medidas actualmente en vigor en Reino Unido y la disposición se ha renovado cinco veces, extendiéndose más allá de los doce días que estaba inicialmente en vigor. De hecho, se ha extendido de nuevo en Francia tras el ataque en Manchester.
Asimismo, después de los ataques del 11 de septiembre del 2001, Estados Unidos declaró una emergencia nacional, suspendiendo así ciertas disposiciones que limitan el tamaño de las fuerzas militares. Esto ha sido renovado por los siguientes gobiernos y complementado por la Ley Patriota y varias extensiones, que permite escuchas telefónicas, vigilancia de posibles ‘lobos solitarios’ y búsquedas de registros comerciales.
La cuestión, en ambos casos, es si estas medidas son efectivas para detener el terrorismo. Es muy difícil para nosotros demostrar un negativo según el cual estas medidas hayan impedido un ataque inminente. De igual manera, debemos preguntarnos si la extensión, como ha ocurrido tanto en Francia como en Estados Unidos, es inevitable y si la renovación de medidas temporales y de emergencia constituye una amenaza indefinida para nuestras libertades civiles.
Israel ha estado en un estado de emergencia desde 1948, y algunos elementos de su “normal” constitución nunca se han aplicado. ¿Es la amenaza planteada por los yihadistas a todos nosotros tan grande que estar en continua alerta sea nuestro nuevo estado “normal”?
Al igual que con estos otros países, Reino Unido enfrenta a un gran número de terroristas potenciales, de hecho más de los que los servicios de seguridad pueden permitirse controlar las 24 horas del día. También tiene un número excesivo de objetivos “blandos”.
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No son sólo los conciertos de Ariana Grande los que atraen a 20.000 asistentes o más. En cualquier sábado del año hay probablemente 50 estadios deportivos con más de 20.000 personas en su interior. La infraestructura de seguridad que va a custodiar físicamente estas ubicaciones encaja con las señales de inteligencia proporcionadas por los servicios de seguridad para clasificar los objetivos más vulnerables y utilizar los recursos de la manera más eficaz, pero aún así están comprensiblemente sobrecargados.
Esta es la razón por la que las nuevas leyes y disposiciones de emergencia, en última instancia, se quedan cortos. Las autoridades necesitan la ayuda del público para ser conscientes y para reportar actividad sospechosa o comportamiento cuando lo ven. Sólo entonces el juego de números comienza a favorecernos.
Aquí es donde los enfoques en países como Singapur funcionan particularmente bien. Su nueva aplicación SGSecure actúa como un sistema de alerta pública, sensibilización y capacitación, además de ser un portal único para que el público envíe información útil a las autoridades.
Más allá de esto, el compromiso del ministro del Interior del Reino Unido, Amber Rudd, de mejorar el programa Prevent, para prevenir la radicalización, es sin duda bienvenido.
Mediante un mejor financiamiento de la estrategia que pretende hacer a los individuos menos vulnerables al reclutamiento extremista y hacer que el público mejor en la prevención de la radicalización, podemos compenetrarnos prácticamente para reducir la probabilidad de otro Manchester.